LA SOCIEDAD DEL NO-PENSAMIENTO
Desde hace tiempo algunos venimos señalando que el pensamiento, en
particular el creador, que aprehende lo real y ofrece respuestas
transformadoras desde la verdad concreta, está despareciendo. Por eso hablamos
de un orden social en donde no pensar, no comprender y no razonar es componente
principal, infortunadamente, de la vida diaria.
Si el ser humano es definido como “sapiens”, la experiencia nos dicen
que el sujeto real y concreto que puebla las sociedades de la modernidad, es
todo menos eso, sabio, pues sus rasgos definitorios son no sólo la ignorancia
sino una incapacidad cada día mayor, que les es impuesta desde el poder
constituido, para reflexionar, comprender el mundo y comprenderse a sí mismo.
Estamos ante la fabricación de un ser ¿humano? no sólo inculto e
ignorante sino además sorprendentemente incapaz de casi cualquier práctica
reflexiva autónoma y creadora. La destrucción de las facultades intelectivas de
la persona ha alcanzado un grado tal que produce preocupación, e incluso
espanto. El ser nada es ante todo y en primer lugar una nulidad como
sujeto pensante y reflexivo.
Unas declaraciones del doctor en bioquímica R. Sheldrake, sin
proponérselo, pone en evidencia esta situación. Expone que en las ciencias falta
innovación: en los últimos 20 ó 30 años no ha habido un gran descubrimiento
científico. No es que yo desee que la ciencia se desarrolle, puesto que la
mayoría de sus “verdades” son una engañifa, ni mucho menos que progrese la
tecnología, en el 70% vinculada a los aparatos militares y policiales, me
limito a señalar que el colapso del pensamiento creador hoy es una realidad
constatada por cada vez más personas y que afecta a todos los ámbitos de la
experiencia humana.
Esto en una sociedad donde es habitual que las personas tengan (otros
dirían sufran) unos 20 años de escolarización, e incluso a veces más. Nos
pasamos hasta un cuarto de nuestras vidas en el sistema educativo para alcanzar
unos resultados bien bizarros, ser inmensamente ignorantes y quedar desposeídos
de facto de las facultades intelectivas que son (¿eran?) innatas al ser humano.
Esto pone en evidencia a quienes convierten la lucha por la escuela
pública en una cruzada. Al parecer, se trata
de mantener una escuela que, sea pública o privada (eso es una diferencia
irrelevante, si se despoja al asunto de demagogia y electoralismos), tiene por
objetivo número uno (y cada vez más) provocar una implosión controlada en el
cerebro de niños, adolescentes y jóvenes.
Así se fabrica, en el sistema educativo dictatorialmente dirigido por el
Ministerio de Educación, el sujeto irreflexivo de la contemporaneidad, un ser
que no sólo no es formado en el dominio de las manifestaciones complejas del
acto mental intelectivo y creador sino que se le despoja de lo más básico, de
aquello que nos define como especie, la inteligencia natural, con la cual nace
cada mujer y cada varón.
Venimos al mundo como seres inteligentes y el
sistema de dominación, a través del aparato escolar y universitario, nos hace
sujetos sin cerebro, brutos sólo aptos para cumplir las órdenes del poder y,
por supuesto, agredirnos los unos a los otros.
La defensa del sistema educativo (deseducativo sería más exacto) actual,
so pretexto de defender la escuela pública, es una de las mayores
atrocidades en curso, de naturaleza ultra-reaccionaria, mero oscurantismo
trasladado al siglo XXI. Al loar a la educación “pública” (estatal) se
defiende el sistema de destrucción de las capacidades reflexivas de la persona. Al patrocinar al Estado
se respalda al culpable institucional de todo ello, el Ministerio de Educación,
parte fundamental del ente estatal.
La contradicción educación privada/educación estatal es irrelevante pues
ambas dependen del Ministerio de Educación y ambas buscan lo mismo, anular en
la persona sus capacidades reflexivas y raciocinantes, entre otras metas
ominosas.
El sistema educativo, en todos sus niveles e incluida la universidad, es
un gran aparato de adoctrinamiento y amaestramiento de las masas,
con fines obvios, crear sujetos dóciles, o mejor: hiper-dóciles. Antes,
hasta hace unos decenios, lo principal era el adoctrinamiento, y su
función era inculcar las creencias y “verdades” útiles al sistema de
dominación.
Hoy la cosa ha cambiado a peor. Sin
renunciar al adoctrinamiento el sistema educativo sitúa en primer lugar el
amaestramiento. Su meta es arruinar las capacidades intelectivas de la persona,
hacer de ella un lamentable ser inhábil para reflexionar. Dicho de otro modo,
el sistema educativo amaestra a las personas como se hace con un animal,
introduciendo en sus procesos mentales una suma, por desgracia muy bien
pensada, de hábitos, rutinas, creencias obligatorias y mecanismos que llevan al
colapso del individuo en tanto que individuo apto para pensar.
Ir sofocando y destruyendo la inteligencia natural es lo propio del
actual sistema de dominación. De ello la responsabilidad principal recae sobre
el Ministerio de Educación, que es quien diseña los procedimientos y los
contenidos encargados de realizar la implosión controlada de las capacidades
reflexivas del sujeto.
La cosa ha llegado ya tan lejos que el sistema de dominación se está
autodestruyendo. Sheldrake lo expone: el desarrollo de la ciencia, y también de
la tecnología, se está paralizando, a pesar de que la una y la otra les son
imprescindibles al sistema. Ya no hay innovaciones fundamentales. Los últimos
decenios han sido estériles. El poder, al poner en primer lugar, por razones
políticas, el conformismo, la credulidad y la resignación (enfermedades del
espíritu que tienen su raíz en la pérdida de las capacidades pensantes), está
construyendo un ser que ya no puede aportar nada importante al acervo social de
la reflexión, la creación y la innovación.
Que el sistema se autodestruya a sí mismo
debe ser motivo de alegría, pero lo malo es que al hacerlo destruye a la gente
normal, a la que, literalmente, extirpa el cerebro.
Algunos, siempre bobamente optimistas, siempre muy limitadamente informados
y siempre convencidos de que nuestros males tienen remedio en el seno del
actual orden, aducirán que se trata de “reformar” el sistema educativo actual
para dinamizar e impulsar las funciones del pensamiento creador. Pero ¡en los
últimos decenios hemos tenido un buen número de reformas educativas, con el
resultado de que cada vez la educación ha empeorado!
El problema es estructural. Detrás de la
inhabilitación del sujeto como ser pensante está la necesidad del sistema de
poder de afirmarse cada día más y más. Todo régimen de dominación va de menos a
más constantemente, sube sin limitaciones, y en su crecimiento arrasa y devasta
a la persona común, a sus capacidades y facultades cavilativas en primer lugar.
Eso nos está arrojando fuera de la especie “homo sapiens”.
A ello denomino destrucción de la esencia
concreta humana.
Es desconsolador comprobar que las y los educadores o profesores están
muchísimo más preocupados por mantener sus privilegios corporativos, salarios,
pensiones, tiempo de vacaciones y otros, que entrar en el análisis de su
función social, cada día más dañina, así como en la reflexión sobre contenidos
y métodos pedagógicos. Eso es el meollo de la llamada marea verde, mero
corporativismo. El apego al dinero y al placer ahoga en ellos el amor al saber
y el afecto debido a sus educandos. Sólo una minoría no cae en tales extravíos,
la cual, por desgracia, sigue callada. El silencio de los buenos es angustioso.
El doctor en bioquímica R. Sheldrake manifiesta cómo están hoy las
cosas. Muestra el problema pero apenas nada tiene que exponer acerca de sus
causas. Dicho de otro modo, su mente no parece lo suficientemente rigurosa. Eso
sí, apunta en la buena dirección cuando añade que los científicos tienen
miedo a decir algo comprometido, que pueda acabar con su carrera Exacto, la docilidad al sistema de dominación está por encima de
todo en las almas mediocres, y el temor, en este caso cobarde y placerista,
aparece como elemento motor del desastre en ejecución. En lo más
decisivo, Sheldrake es un ejemplo vivo de lo que lamenta.
Sin valentía no hay inteligencia, sin espíritu de
sacrificio no hay saber cierto. Las virtudes morales respaldan las virtudes
intelectuales. Es lógico, dado que somos seres unitarios y complejos, en el que el
todo disperso y heterogéneo se unifica, conflictivamente, en el yo.
LA LÓGICA NEOLIBERAL EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR
En las últimas décadas las
Universidades están pasando por un proceso de expansión física que ha
contribuido a que la educación universitaria haya dejado de ser un privilegio
de una pequeña minoría. No se puede negar que expandir la educación superior es
un objetivo noble, pero la realidad de la Universidad es muy diferente de lo
que proclaman los estamentos oficiales sobre la igualdad de oportunidades y la
justicia social.
Las universidades están orientándose por prioridades conformadas por las necesidades de los grandes negocios. Están reconstruyéndose para ofrecer a las corporaciones la investigación académica y los trabajadores cualificados que necesitan para ser rentables. Esto conlleva que estén pasando de ser instituciones eruditas a convertirse en centros de lucro.
En todo el mundo se está presionando a las universidades (sin que éstas opongan mucha resistencia) para que hagan esta transformación. Dicho cambio es parte de un proceso económico-político de dominación mucho más amplio conocido como Neoliberalismo, el cual intenta sujetar todos los aspectos de la vida social a la lógica del mercado, y hacer de todo una mercancía que se pueda poseer privadamente y vender y comprar. Con este proceso en marcha a los académicos y otros miembros del personal universitario se les niega cada vez más la oportunidad de buscar el conocimiento per se, y la oportunidad de entender las necesidades educativas y de otro tipo de los estudiantes, que también son víctimas (de hecho, las principales víctimas) de la subordinación de las universidades a las prioridades del mercado.
Muchos gurús del neoliberalismo mantienen que una de las fuerzas principales que gobierna la economía mundial es el capitalismo del conocimiento: tendencia a generar nuevas ideas y convertirlas en productos y servicios que los consumidores desean. Esto viene a ser una versión moderna de lo que a finales del s.XV hicieron los “descubridores” de América con los nativos americanos, tratando de cambiarnos cosas inútiles y sin sentido por nuestra aquiescencia con el orden establecido.
La actual era del capitalismo global es una era de intensa competición internacional. Cada una de las empresas está sometida a presión constante para reducir los costes elevando la productividad de sus trabajadores, ellos suele depender de la inversión en técnicas más avanzadas. El neoliberalismo en la Educación Superior significa que esta lógica de la competición se interioriza profundamente en la manera de funcionar de las universidades. Esto sirve para asegurar que enseñan a un número creciente de estudiantes y que llevan a cabo investigaciones cada vez más vitales con el menor costo posible.
A causa de esta eterna competición y, sobre todo, de la codicia desmedida, las grandes corporaciones han reducido costos para aumentar sus beneficios. Esta reducción ha supuesto el cierre de muchos de sus laboratorios de investigación (en realidad y como todos sabemos, esto es un efecto menor de lo que esta reducción de costos ha supuesto pero es este efecto el que nos interesa en esta entrada), paralelamente han instado al Estado a que se encargue de este trabajo a través de las Universidades. Obviamente, en un sistema en que la interconexión existente entre las corporaciones y los Estados es gigantesca no se puede esperar otra cosa que no sea el acatamiento por parte de los gobiernos de las órdenes de las grandes empresas como ya ha sucedido en multitud de ocasiones a lo largo de la historia (por ejemplo, durante el s.XX el Estado asumió la labor de asegurar que la fuerza de trabajo y su descendencia tuviera buena salud y educación siendo a partir de ese momento mucho más eficientes y totalmente serviles).
Todo este afán investigador volcado en las Universidades ha dado como resultado que la enseñanza se convierta en algo muy secundario contribuyendo el hecho de que cada vez más son los propios alumnos de doctorado (los peones de la investigación) los que se encargan de dar las muchas de las clases para poder, así, pagar sus propios estudios. Además día a día los licenciados o graduados presentan un menor espíritu crítico o una carencia total de él. También se ha perdido todo viso democrático en estos centros, puesto que la lógica de la competición es totalmente contraria a ello, siendo el modelo de gestión de negocios el marco de referencia en la vida académica.
Así, otra gran contribución de la lógica neoliberal en las Universidades ha sido la creación de toda una masa de mano de obra barata y precaria. Cada vez más los estudiantes se ven forzados a endeudarse para poder formarse (lo de formarse es un decir) circunstancia ésta que les lleva a trabajar en aquello que sea necesario y con las condiciones que sean para poder devolver los préstamos (muchos de los cuales son llamados becas con toda la cara del mundo).
En definitiva, las Universidades han perdido todo el sentido que se les suponía en la formación de personas intelectualmente preparadas para reflexionar críticamente sobre la sociedad y poder, así, contribuir con su labor a una mejora que repercutiera en toda esa sociedad. Por el contrario, se han convertido en centros de adoctrinamiento en los que se premia el individualismo y la competitividad. Unos centros en los que se realiza el trabajo oscuro en el que se cimenta el sistema capitalista y de consumo y en los que de manera fundamental se ayuda a reproducir una clase dominante.
Es por esto que es imprescindible reconstruir el modelo de enseñanza superior (en realidad todo el sistema educativo debería ser reconstruido) para que realmente sean las Universidades los centros en los que las personas se formen de manera plena y crítica y no sólo como peones con aspiraciones dentro del sistema.
Las universidades están orientándose por prioridades conformadas por las necesidades de los grandes negocios. Están reconstruyéndose para ofrecer a las corporaciones la investigación académica y los trabajadores cualificados que necesitan para ser rentables. Esto conlleva que estén pasando de ser instituciones eruditas a convertirse en centros de lucro.
En todo el mundo se está presionando a las universidades (sin que éstas opongan mucha resistencia) para que hagan esta transformación. Dicho cambio es parte de un proceso económico-político de dominación mucho más amplio conocido como Neoliberalismo, el cual intenta sujetar todos los aspectos de la vida social a la lógica del mercado, y hacer de todo una mercancía que se pueda poseer privadamente y vender y comprar. Con este proceso en marcha a los académicos y otros miembros del personal universitario se les niega cada vez más la oportunidad de buscar el conocimiento per se, y la oportunidad de entender las necesidades educativas y de otro tipo de los estudiantes, que también son víctimas (de hecho, las principales víctimas) de la subordinación de las universidades a las prioridades del mercado.
Muchos gurús del neoliberalismo mantienen que una de las fuerzas principales que gobierna la economía mundial es el capitalismo del conocimiento: tendencia a generar nuevas ideas y convertirlas en productos y servicios que los consumidores desean. Esto viene a ser una versión moderna de lo que a finales del s.XV hicieron los “descubridores” de América con los nativos americanos, tratando de cambiarnos cosas inútiles y sin sentido por nuestra aquiescencia con el orden establecido.
La actual era del capitalismo global es una era de intensa competición internacional. Cada una de las empresas está sometida a presión constante para reducir los costes elevando la productividad de sus trabajadores, ellos suele depender de la inversión en técnicas más avanzadas. El neoliberalismo en la Educación Superior significa que esta lógica de la competición se interioriza profundamente en la manera de funcionar de las universidades. Esto sirve para asegurar que enseñan a un número creciente de estudiantes y que llevan a cabo investigaciones cada vez más vitales con el menor costo posible.
A causa de esta eterna competición y, sobre todo, de la codicia desmedida, las grandes corporaciones han reducido costos para aumentar sus beneficios. Esta reducción ha supuesto el cierre de muchos de sus laboratorios de investigación (en realidad y como todos sabemos, esto es un efecto menor de lo que esta reducción de costos ha supuesto pero es este efecto el que nos interesa en esta entrada), paralelamente han instado al Estado a que se encargue de este trabajo a través de las Universidades. Obviamente, en un sistema en que la interconexión existente entre las corporaciones y los Estados es gigantesca no se puede esperar otra cosa que no sea el acatamiento por parte de los gobiernos de las órdenes de las grandes empresas como ya ha sucedido en multitud de ocasiones a lo largo de la historia (por ejemplo, durante el s.XX el Estado asumió la labor de asegurar que la fuerza de trabajo y su descendencia tuviera buena salud y educación siendo a partir de ese momento mucho más eficientes y totalmente serviles).
Todo este afán investigador volcado en las Universidades ha dado como resultado que la enseñanza se convierta en algo muy secundario contribuyendo el hecho de que cada vez más son los propios alumnos de doctorado (los peones de la investigación) los que se encargan de dar las muchas de las clases para poder, así, pagar sus propios estudios. Además día a día los licenciados o graduados presentan un menor espíritu crítico o una carencia total de él. También se ha perdido todo viso democrático en estos centros, puesto que la lógica de la competición es totalmente contraria a ello, siendo el modelo de gestión de negocios el marco de referencia en la vida académica.
Así, otra gran contribución de la lógica neoliberal en las Universidades ha sido la creación de toda una masa de mano de obra barata y precaria. Cada vez más los estudiantes se ven forzados a endeudarse para poder formarse (lo de formarse es un decir) circunstancia ésta que les lleva a trabajar en aquello que sea necesario y con las condiciones que sean para poder devolver los préstamos (muchos de los cuales son llamados becas con toda la cara del mundo).
En definitiva, las Universidades han perdido todo el sentido que se les suponía en la formación de personas intelectualmente preparadas para reflexionar críticamente sobre la sociedad y poder, así, contribuir con su labor a una mejora que repercutiera en toda esa sociedad. Por el contrario, se han convertido en centros de adoctrinamiento en los que se premia el individualismo y la competitividad. Unos centros en los que se realiza el trabajo oscuro en el que se cimenta el sistema capitalista y de consumo y en los que de manera fundamental se ayuda a reproducir una clase dominante.
Es por esto que es imprescindible reconstruir el modelo de enseñanza superior (en realidad todo el sistema educativo debería ser reconstruido) para que realmente sean las Universidades los centros en los que las personas se formen de manera plena y crítica y no sólo como peones con aspiraciones dentro del sistema.
NEOFASCISMO EN LAS AULAS
Nota del autor: En
mi experiencia de estudiante, cuando cursaba el nivel medio superior, escribí
el siguiente texto para una docente de matemáticas del Colegio de Bachilleres
3, egresada de la carrera de ingeniería, de mentalidad hermética, adversa y
ordinaria. Teniendo en cuenta que se negó a dialogar conmigo sobre su método de
enseñanza, al considerar que no estaba a su nivel y que, además, ella sólo
podía hablar con matemáticos e ingenieros, y que yo sólo era un estudiante
mediocre de bachilleres. Pero, por otro lado, en un lapsus, dijo que yo ya
tenía otra formación diferente a la de ella. Posteriormente, al saber de mi
texto, se negó a recibirlo y me prohibió, sin saber de su contenido, que se lo
leyera a mis compañeros. Semejante contradicción, entonces, anuló la posibilidad
de establecer un diálogo constructivo y crítico entre ambos (Darío
Cruz Jaramillo).
¿Por qué soy tan extraño y tan rebelde, enemistándome con los profesores
y distanciándome de los otros jóvenes? Fíjate en los alumnos buenos y en los
que no salen de su medianía, cómo ellos no encuentran cómicos a los profesores,
no hacen versos y únicamente piensan en cosas en las que todo el mundo piensa y
de las que se puede hablar en voz alta. ¡Cuán ordenados y cuán conformes con
todo y con todos deben sentirse! Esto debe ser bueno… Pero, ¿qué me pasa a mí,
y a dónde iré a parar con todo esto? — Thomas Mann, Tonio Kröger
La palabra fascismo designa un movimiento y doctrina política y
social, creada por Benito Mussolini en Italia. Dicha doctrina, en esencia, anula
la esfera personal de la vida, suprime las libertades individuales, rechaza la
democracia, militariza el aparato estatal y la vida social, exalta el
nacionalismo y propugna un belicismo esencial. Tiene como lema; “todo
dentro del Estado, nada fuera del Estado, y nada en contra del Estado”.
Lo anterior, desde mi punto de vista, no es más que un reflejo
caricaturesco de lo que sucede en el salón de clases, pues, el modelo educativo tradicional simboliza el Estado como
un ente abstracto enajenado y enajenante.
De modo que he reflexionado acerca del método de enseñanza, y de su arquetipo
fascistoide que, desde luego, considero represivo e inhumano.
Comienzo mi texto enunciando la alienación de las relaciones
interpersonales en el salón de clases, en las que no se es uno con los otros,
en las que no se asume de algún modo la tarea más insoslayable e importante: la
empresa de ser persona, y en las que uno solo no puede ser plenamente persona
si los otros no son también; terreno infértil -por improductivo- donde no se
establece ningún tipo de relación personal, debido a que no hay una relación
estrecha desde el núcleo mismo de la existencia humana. Posteriormente, aludo a
los síntomas modernos de la enajenación burocrática que, en algunos casos,
suele eliminar la iniciativa y la expresión creativa en las aulas. Y, por
último, abordo el conformismo y el temor a ser diferente, en esta nuestra época
de masas alienadas en el trabajo, en el consumo y en la búsqueda de estatus.
No me imagino (y no quiero imaginar) el número de
estudiantes que han sido instruidos en ese modelo educativo tradicional, en
el que permea la ignorancia, la sumisión y los prejuicios. Modelo en el que el estudiante
más bien debería ser una pieza clave de un sistema de vida democrático, fundado
en el mejoramiento social y cultural de los estudiantes.
Modelo donde se tienda a desarrollar armónicamente las facultades del
ser humano, se contribuya a regular la convivencia, el aprecio por la dignidad
de la persona, el interés general que se debe dar a todos los estudiantes, y un
lugar en el que exista la fraternidad e igualdad de derechos de toda la
comunidad estudiantil. En cambio, el lugar común del modelo tradicional, es
imponer un método de enseñanza despersonalizado al no considerar la personalidad,
las preguntas y las necesidades de los educandos.
A continuación, si aceptáramos que no existe el yo sin el tú,
que no existe más que con la existencia de los otros, de modo que los otros
y yo, yo y los otros nos realizamos en la mutua relación
al abrir nuestro yo, ¿cuándo soy yo? cuando otro me nombra, si nadie nos
nombra no somos nada, de esta manera, al sustituir el “pienso luego soy” que
enunciaba Descartes, por “soy nombrado, luego soy”, el método de enseñanza
tradicionalmente rígido y represivo, no permite la interacción y la relación
recíproca –necesaria- para que la persona, en este caso el estudiante, pueda
ser él mismo.
Al estudiante, el modelo tradicional, no lo respeta como individuo, lo
vuelve un ser aislado al controlarlo mediante la intimidación, el acallamiento,
si éste decide ejercer el libre uso de la palabra. Tampoco se produce la
emergencia del yo, porque no hay una correspondencia de aquello que no
soy yo, es decir, de su yo absoluto que no permite la posición de
igualdad, ya que el modelo demuestra hostilidad si un estudiante pide que se le
aclare alguna duda.
Su yo grande de maestros contra nuestro yo pequeño de
estudiantes, hace que con su comportamiento haga el aprendizaje difícil e
imposible y, además, inhiba el salto a la imaginación. “Es normal que
todos los que se sienten frustrados en su expresión emocional y sensual y
también amenazados en su existencia misma, experimenten como reacción un
sentimiento de hostilidad” (Fromm, 1999:105).
Bajo este modelo, es indudable que, en el salón de clases, no existe una
relación afectiva e interpersonal con el estudiante, pues se da un trato de
seres autómatas y de excesivo paternalismo o maternalismo, confundiendo el
afecto con el control de la conciencia del estudiante como persona. Porque pienso que el afecto
se demuestra con los actos, más que con las palabras.
De hecho, los maestros (as) que se conforman con el modelo en ningún
momento superan la separatividad, es decir, no trascienden su propio método al
no tener un encuentro con nosotros los estudiantes. Tal parece que la educación
que conservan no ha influido en su acción ética. Recordemos lo que dicen los
filósofos humanistas como Sartre, Foucault, Lévinas: que el ser del hombre sólo
se halla y se realiza en la vida social.
Asimismo, las
maestras (os) que se conforman al modelo educativo tradicional, no establecen
una relación auténticamente humana. Más bien sus relaciones interpersonales son
de apatía porque se enfrentan insensiblemente con los estudiantes; son de
indiferencia porque éstos no les importan realmente, aunque se pretenda que sí. Al modelo sólo le preocupa que
el estudiante no cumpla con el trabajo en clase, así también que no aprenda a
la velocidad requerida por los cursos.
¿De qué manera va a aprehender el estudiante y
asimilar el conocimiento, sin que se atragante, con lo que quizá aprenda,
mediocremente, en un semestre? Los maestros (as) de semejante modelo
educativo, se limitan a lo que establece la norma y su camisa de fuerza
curricular, a lo que les corresponde no como guías del conocimiento que fomente
la libertad de expresión, sino como autoridades absolutas e incuestionables.
En la película Pink Floyd The Wall [1] dirigida por el
británico Alan Parker, basada en el álbum de Pink Floyd de 1979 The Wall,
no hay intercambio afectivo en el salón de clases, sólo hay rigidez, nerviosismo
y agresividad. Película en la que también se demuestra el autoritarismo a
ultranza, la enajenación del cuerpo social burgués, ególatra, entre otros
lugares cubiertos de simbolismo (como la figura del muro que significa la
represión, la exclusión de la sociedad), la insuficiente potencia que tiene el
hombre libre de adaptarse a un estado de masas enajenante, bajo un régimen
político fascista y uniforme. Síntoma de un poder patológico hitleriano que
lleva consigo destrucción, caos, nomadismo, barbarie y muerte a una cultura o a
un individuo que defiende su libertad de elegir, en un campo de batalla donde las
personas cada vez construyen menos su propia personalidad.
Yo, realmente, quiero ser tratado, supongo que también mis compañeros y
compañeras, como “alguien”, no como “algo”, como persona que tiene dignidad al
ejercerla para su propia realización y desarrollo humano. Me pregunto ¿qué
tan masoquistas somos al no quejarnos y someternos a las querencias sádicas de
los maestros y de las maestras, al renunciar a nuestra integridad para
convertirnos simplemente en sus instrumentos? Bajo el modelo tradicional, los maestros
(as) condicionan e inhiben el pensamiento crítico, el espíritu de lucha
(esencial) para la vida del hombre y su sobrevivencia. El miedo es un arma
poderosa para dominar a los débiles y a los oprimidos.
De modo que tal modelo educativo crea una relación simbiótica frommiana
de dependencia con nosotros, en la que dicho modelo depende de
nosotros y nosotros de él. Dice Erich Fromm que un ser dominado necesita
que otro lo domine, que el amor maduro significa unión a condición de preservar
la propia integridad, la propia individualidad, que sólo existe el acto de amar
cuando implica cuidar, conocer, responder, afirmar, gozar de una persona, de un
árbol, de una pintura o de una idea. Que significa dar vida y aumentar nuestra
vitalidad. El modelo tradicional que aplican algunos maestros (as) se aleja de
estos conceptos básicos en el salón de clases.
¿Acaso no están conscientes, quienes llevan a cabo el modelo, de la
juventud con su irracionalidad, su espontaneidad de ocasión, su a veces ser
todo emotividad que lo hace un mero cúmulo de instintos? ¿Acaso no saben de su
manera de hablar, de acuerdo a su edad, y de su estrato social, económico y
cultural al que pertenecen? No sé cuánto tiempo tenga dando clases los maestros
(as) que aplican este modelo tradicional, pero creo que no se han percatado de
los estímulos externos de los jóvenes en un ambiente de hostilidad y represión.
Por ejemplo, en mi experiencia de estudiante, recuerdo haber visto cómo,
y más de una vez, uno que otro alumno hacía una señal obscena con la mano
levantando el dedo medio cuando la maestra de matemáticas escribía en el
pizarrón, y a pesar nuestro, con gis azul, porque decía que “así se ve más
bonito”, sin importarle que la luz que atravesaba por la ventana se proyectara
en lo que escribía, quedando parcialmente difuso el plano cartesiano y el
Teorema de Pitágoras flotando en un banco de bruma.
Es cierto, algunos alumnos, si no es
que la mayoría, sólo tienen como medio de defensa su dedo y un montón de
palabras obscenas que, por supuesto, no dirigen abiertamente. Por esta razón,
los maestros (as) no gozan la enseñanza con nosotros, y nosotros no gozamos el
aprendizaje con ellos (as). “No dan vida, no aumentan nuestra vitalidad”.
El Negocio primero... la Educación después
Concedida al profesor de economía Joseph Henry Vogel, una nueva patente en Estados Unidos tendría como objetivo evitar el intercambio de libros de texto entre estudiantes tanto en la red como físicamente. Bajo la propuesta, los estudiantes participarían de los cursos online únicamente a través de la compra de códigos de acceso que a su vez permiten utilizar los libros de texto.
Y es que con la patente en la mano, al término “piratería” se le añade compartir libros entre estudiantes, una práctica o “hábito”que se busca erradicar. Vogel cree que la piratería, el préstamo y la reventa de libros de texto es una seria amenaza para la industria editorial. Según el profesor:
Los profesores hacen cada vez más la vista gorda cuando los estudiantes
aparecen en clase con páginas fotocopiadas. En otras ocasiones incluso se
facilita la piratería con la inclusión de textos en la biblioteca para que se
puedan fotocopiar.
Dice Vogel que el resultado es menos dinero para los editores y menos
oportunidades para que profesorado como él puedan llegar a ser publicados. Con
la patente cuenta que esta amenaza se detendría.
¿Y cómo funciona? Todos los
estudiantes que formen parte de un curso deberán participar en un apartado web,
una actividad que contará para la calificación final. Los estudiantes sólo
podrán tener acceso a esta web a través de un código especial que se obtiene
mediante la compra de libros de texto asociados al apartado web.
De esta forma los estudiantes que no
pagan no pueden participar en el curso y por lo tanto obtendrán una
calificación más baja. Un sistema que asegura que los estudiantes no
puedan seguir los cursos con libros de texto “piratas” como se hace diariamente
entre decenas de miles de estudiantes.
Dicho de otra forma, prestar un libro a un amigo, alquilarlo en la biblioteca o la compra de libros de segunda mano a otros estudiantes que ya han pasado el curso, no se permitirá a menos que los titulares de derechos de autor obtengan su parte.
El sistema de Vogel sí deja la puerta abierta a la compra de libros de texto de segunda mano, pero sólo en aquellos que forman parte del “circuito” de las editoriales y a través de un nuevo código de acceso a precio reducido… lo que significa que los editores podrían volver a “recaudar” varias veces un mismo libro que ya se había vendido.
Cuentan desde TorrentFreak que esta nueva propuesta ha sido recibida con entusiasmo por muchos editores. Anthem Press de Londres ya ha expresado su interés por el sistema y Pat Schroeder, presidente de la Asociación de Editores de Estados Unidos, también espera que se implante pronto.
Una propuesta que desde el punto de vista de los propios editores es comprensible, no así para los propios estudiantes con pocos recursos económicos o la simple idea del conocimiento abierto.
Internet debería facilitar el acceso al mismo y no hacerlo aún más difícil. Intentar erradicar el préstamo o alquiler de libros de texto, ya sea a un amigo o través de una biblioteca, es quizá ir demasiado lejos.
Dicho de otra forma, prestar un libro a un amigo, alquilarlo en la biblioteca o la compra de libros de segunda mano a otros estudiantes que ya han pasado el curso, no se permitirá a menos que los titulares de derechos de autor obtengan su parte.
El sistema de Vogel sí deja la puerta abierta a la compra de libros de texto de segunda mano, pero sólo en aquellos que forman parte del “circuito” de las editoriales y a través de un nuevo código de acceso a precio reducido… lo que significa que los editores podrían volver a “recaudar” varias veces un mismo libro que ya se había vendido.
Cuentan desde TorrentFreak que esta nueva propuesta ha sido recibida con entusiasmo por muchos editores. Anthem Press de Londres ya ha expresado su interés por el sistema y Pat Schroeder, presidente de la Asociación de Editores de Estados Unidos, también espera que se implante pronto.
Una propuesta que desde el punto de vista de los propios editores es comprensible, no así para los propios estudiantes con pocos recursos económicos o la simple idea del conocimiento abierto.
Internet debería facilitar el acceso al mismo y no hacerlo aún más difícil. Intentar erradicar el préstamo o alquiler de libros de texto, ya sea a un amigo o través de una biblioteca, es quizá ir demasiado lejos.
LAS LEYES EDUCATIVAS PASAN, EL SISTEMA EDUCATIVO PERMANECE
Ya la tenemos aquí. Año y
medio después de acceder al poder ya tenemos nueva ley educativa (en este caso
la LOMCE, Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa). Aunque faltan
los trámites habituales del paripé parlamentario, la ley ha llegado para
quedarse (al menos hasta que llegue un nuevo gobierno y decida hacer su
propia reforma).
Esto no es
nada nuevo, cada gobierno ha lanzado su reforma educativa, cada una con sus
matices ideológicos en función del papel asignado al partido de turno en este
teatro de marionetas a cuyo funcionamiento se le llama normalidad democrática.
Eso sí, ninguna de todas estas leyes y reformas sucesivas han cuestionado, ni
de forma leve, los verdaderos objetivos que se esconden tras el sistema
educativo de nuestra sociedad.
Durante décadas, millones
de personas hemos pasado por este filtro, llamado sistema educativo, encargado
de modelarnos y adecuarnos a las necesidades de cada momento histórico. La
misma introducción de este sistema responde a la necesidad de producir en serie
combustible humano para alimentar el engranaje de la recién llegada sociedad industrial.
Desde ese mismo instante
se vislumbró el potencial de la educación estatal y de la imperante necesidad
de universalizarla. Así, en el Estado español se institucionaliza la educación
a partir de la Constitución de 1812, donde el Estado se hace con sus riendas
(hasta entonces en manos del clero) estableciendo dos principios básicos, al
menos sobre el papel, que perduran a día de hoy, la universalidad (todo el
mundo está obligado a pasar por ahí) y la homogeneidad de lo enseñado
(garantizando así la imposibilidad de dotar a la escuela de una dimensión
emancipadora y crítica imprescindible).
Esta necesidad se ha
visto colmada independientemente del tipo de régimen político instaurado y de
la supuesta orientación ideológica del mismo. En todos estos lugares el sistema
escolar tiene un objetivo primordial más o menos oculto: transmitir y asegurar
la asimilación de una necesidad de ser enseñados. De
esta forma se consigue que las personas nos desentendamos de la responsabilidad
de nuestro propio desarrollo, dejándolo siempre en las manos de los expertos.
Junto a esta enseñanza, también se nos inicia en una sociedad en la que todo
(valores, capacidades, necesidades, realidades…) es susceptible de ser
producido y medido. Esto nos lleva irremediablemente a la aceptación de todo
tipo de clasificaciones jerárquicas, incluso a dar por válida y natural una
sociedad estratificada en la que tu posición depende de valores totalmente
mesurables. La escuela nos instruye
para ocupar el lugar que el poder nos tiene reservado dentro de nuestro sistema
social y para saber aceptar que esa posición no depende de cada uno de
nosotros; sino que está en función de una serie de parámetros (económicos,
étnicos, origen social,…) que la maquinaria opresora se encarga de medir y catalogar.
El poder siempre ha sido
muy hábil en lo que se refiere al sistema educativo, a lo largo de la historia
ha sabido siempre dotar a la escuela del envoltorio adecuado en función de los
vientos que soplaban. Ha convertido al sistema educativo en un arma de doble
filo. Por un lado, adiestra y prepara a las futuras generaciones para engrasar
la maquinaria social y, por otro lado, sirve de arma arrojadiza para el debate
político entre los diferentes actores sistémicos. En esta segunda vertiente,
vemos cómo en el Estado español desde hace muchos años se ha establecido este
debate en torno a la religión en la escuela y a la dicotomía pública-privada. A
primera vista debates interesantes y necesarios pero que vistos con un poco de
atención no son más que cortinas de humo que, en realidad, sólo sirven para
distraer nuestra atención (de hecho, en todo este tiempo, independientemente
del color del gobierno, la iglesia ha estado muy presente en la escuela y la
privatización ha sido subvencionada por el Estado a manos llenas) y obligarnos
a tomar posición en uno u otro sentido y, así, no tomar conciencia del
verdadero debate: ¿Qué tipo de educación queremos? ¿Necesitamos un sistema
educativo controlado por el poder? ¿Tiene sentido defender
una educación que nos instruye para ser esclavos?...
Así se ha conseguido que
la escuela se haya convertido en los últimos tiempos en la Iglesia del pueblo
trabajador. El objetivo de que todo el mundo tenga iguales oportunidades de
educarse es deseable y completamente realizable. Sin embargo, tratar de llevar
esto a cabo a través de la escolarización obligatoria (tal y como hace el
Estado) no es más que el mismo mecanismo utilizado por la Iglesia para captar y
fidelizar a las personas. Lo que nos lleva a asimilar que es en el sistema
educativo donde reside la verdad absoluta e incuestionable.
Ha llegado la hora de
romper con esta creencia. Ya basta de
defender una escuela que jamás ha cuestionado ni lo hará los mecanismos de
dominación y explotación del poder.
Por supuesto hay que
defender la educación pública. Pero hay que ir más allá en esa defensa. Hay que
crear una verdadera educación pública basada en la participación de todos
frente al modelo de expertos vigente. Hay que
cambiar el paradigma actual en el que es imprescindible la acreditación estatal
de cualquier habilidad para poder ejercerla como si el único lugar donde se
puede aprender fuera la escuela. Hay que apostar por una gestión colectiva y
por un papel protagonista de las personas que desean aprender
independientemente de la edad que tengan. Y, sobre todo, hay que dejar que sea
cada cual el que decida su camino, a qué ritmo y en qué momento quiere
recorrerlo.
Es hora de construir otra
forma de educar, donde todos tengamos nuestra parte de responsabilidad, donde
la persona sea el centro de su educación y decida cómo y cuándo. No necesitamos
factorías de crear esclavos, necesitamos construir espacios donde acompañar y
facilitar los procesos de formación de seres humanos libres y críticos.
¿EDUCACIÓN PUBLICA? SÍ, PERO DE VERDAD
Volvemos a
las andadas. Nuevo gobierno y ya tenemos nueva ley educativa (en este caso la
LOMCE, Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa). Poco han esperado
para lanzarla pero claro es lo que tiene la mayoría absoluta, que ni se
molestan en guardar las formas.
Esto no es
nada nuevo, cada gobierno ha lanzado su reforma educativa, cada una con sus
matices ideológicos (por supuesto jamás poniendo en tela de juicio el orden
establecido). Sin embargo, estos matices son los que sirven para encender la
mecha del “debate político” y dejar de lado lo importante de la cuestión.
Ahora tocan las reválidas, la eliminación de
educación para la ciudadanía, la segregación sexista, la exaltación de la
patria… Por supuesto, toca el tema estrella cuando gobierna la cara derechona
del sistema: la privatización de la educación y el trato de favor hacia la
educación privada (mayoritariamente religiosa).
A todo esto
hay que añadir el recorte radical que sufre el presupuesto dedicado a educación
y lo que esto conlleva: menos profesorado, más alumnos por aula, no cubrir
bajas, el despido de miles de interinos, la reducción de las rutas de
transporte, de las becas, del servicio de comedor (la polémica de los tuppers
es demencial). Como gran novedad incluye un bufón como ministro de educación.
Vale decir,
y que quede claro, que entre la educación pública, tal y como se entiende
mayoritariamente, y la educación privada hay que luchar y defender la pública.
La cuestión que aquí queremos destacar es que la lucha no debe quedarse ahí.
Percibo un más que comprensible cansancio a mi
alrededor por parte de la gente que un día sí y otro también sale a la calle a
protestar contra toda la batería de reformas y leyes con las que nos golpea el
poder. El sistema ha acelerado su marcha en la parte del globo en la que
vivimos (en otras latitudes llevan siglos sufriéndolo) y la reacción se está
desarrollando a alta velocidad. Tan rápida va, que ya empieza a desgastarse. Y
es que este sistema tiene la gran virtud de haber conseguido encauzar toda la
contestación en defender cuestiones y aspectos que son claramente favorables al
mantenimiento y al reforzamiento del propio sistema. Nos explicamos:
Llevamos mucho tiempo defendiendo un sistema
público de educación frente al modelo privatizador por el que aparentemente
apuesta el neoliberalismo. Hemos creado plataformas para ello, hemos tragado
salir con los sindicatos pactistas y con otros que claramente trabajan para la
patronal, hemos gritado, nos hemos asambleado y hemos hecho mil y una acciones para
defender esa educación pública. Sin embargo, no
debemos perder de vista que ese sistema de educación pública que defendemos no
es más que una engrasada maquinaria de fabricar millones de peones desechables
para el sistema y un buen puñado de obreros especializado y mandos intermedios
que en un futuro serán los modernos cipayos de nuestra sociedad.
Hay
diferentes estrategias para conseguir que defendamos un sistema que no es
perjudicial, se mire como se mire. En los últimos años, con la llegada de
ese capitalismo salvaje llamado neoliberalismo, ha sido el fantasma de la
privatización del servicio. Esta estrategia ha forjado la idea de que la
educación va a ser exclusivamente para ricos (siempre dentro del esquema
educación igual a escolarización) y, por tanto, favorece el surgimiento de
la protesta popular a favor del sistema educativo público para regocijo del
Estado que contempla complacido cómo nos dedicamos como posesos a defender su
sistema de adoctrinamiento favorito.
En el tema educativo hemos caído
(como en casi todos los ámbitos) en la lucha por el mal menor. Decimos
aborrecer el sistema capitalista y la esclavitud y pobreza que genera y, sin
embargo, nos dejamos el aliento en ponerle parches una y otra vez, de tal
manera que al final sólo conseguimos reformarlo y reforzarlo. Transformando la
lucha social en un motor de refinamiento del sistema.
La educación
es algo en lo que hemos dado el brazo a torcer desde hace mucho tiempo. Hemos
aceptado la ecuación que propone el poder de que educación es igual a
escolarización, permitiendo de esta manera que sea el Estado el que decida qué
conocimientos, valores y actitudes debe poseer cada persona. Por supuesto, la
decisión es totalmente favorable a sus intereses y convierte el sistema
educativo en el arma más poderosa de dominación y transmite el mensaje de la
necesidad que tenemos las personas de ser enseñadas y aleccionadas en las cosas
supuestamente más importantes para nosotras. Todo este mecanismo de dominación lo envuelve el
poder con el manto del Estado social, bajo el pretexto del derecho universal a
la educación, sin embargo, lo que realmente pretende y consigue es que el
pueblo crea que no es posible la educación sin el sistema educativo estatal. Y, así, convierte este derecho en el derecho
universal al sometimiento. De esta forma se consigue que las personas nos
desentendamos de la responsabilidad de nuestro propio desarrollo y deleguemos
en el Estado paternalista. Junto a esta enseñanza, también nos inicia en una
sociedad en la que todo (valores, capacidades, necesidades, realidades…) es
susceptible de ser producido y medido. Lo que nos lleva irremediablemente a la
aceptación de toda clase de clasificaciones jerárquicas, incluso a dar por
válida y natural una sociedad estratificada en la que tu posición depende de
valores totalmente mesurables. La
escuela nos instruye para ocupar el lugar que el poder nos tiene reservado
dentro de nuestro sistema social y para saber aceptar que esa posición no
depende de cada uno de nosotros; sino que está en función de una serie de
parámetros (económicos, étnicos, origen social,…) que la maquinaria estatal se
encarga de medir y catalogar.
Por supuesto, como he dicho anteriormente, hay que
defender la educación pública. Pero hay que ir más allá en esa defensa. Hay que
crear una verdadera educación pública basada en la participación de todos
frente al modelo de expertos vigente. Hay que cambiar el paradigma actual en el
que es imprescindible la acreditación estatal de cualquier habilidad para poder
ejercerla como si el único lugar donde se puede aprender fuera la escuela. Hay
que apostar por una gestión colectiva y por un papel protagonista de las
personas que desean aprender independientemente de la edad que tengan. Y, sobre
todo, hay que dejar que sea cada cual el que decida su camino y a qué ritmo
quiere recorrerlo.
BIENVENIDO
A LA UNIVERSIDAD DEL ESTADO Y EL CAPITAL
Te venderán que la Universidad es un
paraíso dónde vas a formarte, a contribuir al desarrollo de la sociedad y a
prepararte para un trabajo que te permita vivir cómodamente y poco a poco ir
ascendiendo en la escala social. Pues ya va siendo hora de que nos bajemos de
la parra. La Universidad es un campo de
adoctrinamiento en los valores del sistema (egoísmo, competitividad, sumisión a
la autoridad, pensamiento único…) y dónde el conocimiento muere aplastado por
los intereses empresariales en la búsqueda de conseguir una mano de obra
cualificada para enriquecerlos exprimiéndonos en un futuro trabajo asalariado. Y eso si tenemos suerte y no
acabamos engrosando las filas del paro al que se ve abocada la clase
trabajadora en general y especialmente la juventud, con una tasa de paro de más
del 57%. Por eso, si aspiras a estudiar para
ascender socialmente, tener una vida vacía de consumo banal, viajes y un montón
de objetos que no necesitas, serás un esclavo más que ha caído en el canto de
sirena del sistema. Si aspiras a estudiar para que con tu esfuerzo investigador
la sociedad avance, solo contribuirás a que tu esfuerzo recaiga en beneficios
para que las empresas o para que el Estado ejerza un mayor control social a
través del desarrollo de tecnologías de muerte en manos del ejército o la
policía. Si aspiras a cualquier opción que no sea la rebeldía, la desobediencia
contra sus instituciones y sus representantes y organizarte por un mundo mejor
con tus iguales, serás un ciudadanx pasivo más, esclavo y servicial. Estudia
si quieres en la Universidad (si las brutales subidas de tasas te lo permiten),
pero busca un conocimiento fuera de las aburridas y rutinarias clases. Aprende
en colectivo y a través de la práctica constante de la rebeldía y la
autoorganización con tus iguales.
¡SI ASPIRAS A SER RICO, VIVIRÁS COMO UN ESCLAVO!
¡SI ASPIRAS A ADQUIRIR CONOCIMIENTO, TE VERÁS ATRAPADO EN LA TUMBA DEL CONOCIMIENTO QUE SON LAS FACULTADES Y SUS RANCIAS BUROCRACIAS!
LA LUCHA ES EL ÚNICO CAMINO
Panfleto para descargar: BIENVENIDO A LA UNIVERSIDAD DEL ESTADO Y EL CAPITAL
¡SI ASPIRAS A SER RICO, VIVIRÁS COMO UN ESCLAVO!
¡SI ASPIRAS A ADQUIRIR CONOCIMIENTO, TE VERÁS ATRAPADO EN LA TUMBA DEL CONOCIMIENTO QUE SON LAS FACULTADES Y SUS RANCIAS BUROCRACIAS!
LA LUCHA ES EL ÚNICO CAMINO
Panfleto para descargar: BIENVENIDO A LA UNIVERSIDAD DEL ESTADO Y EL CAPITAL
¿ALUMNOS
O MANO DE OBRA BARATA?
Las reiteradas modificaciones llevadas a cabo últimamente de la
regulación del contrato laboral de Formación y Aprendizaje (uno de los
contratos temporales formativos), junto al inicio de la implementación de la
llamada Formación Profesional Dual en el sistema educativo y a la extensión de
diversos mecanismos de trabajo becario, incluso en sectores donde no era usual
el recurso a dicha figura formalmente ajena a la legislación laboral,
configuran el escenario de una ofensiva novedosa, pero profunda, contra las
condiciones de trabajo de la juventud.
Expliquémonos: el recurso, cada vez más generalizado, a los mecanismos de utilización de la mano de obra situada en las llamadas “zonas grises” del ámbito laboral (los espacios de escasa regulación existentes en el marco de las lagunas entre el Derecho del Trabajo y otros órdenes normativos conexos) ha venido desplegándose paralelamente a los procesos de descentralización productiva y de flexibilización del ordenamiento social. La irrupción de los denominados “falsos autónomos” (trabajadores que formalmente lo son por cuenta propia, pero que realmente dependen en todo de una cadena de valor manejada desde el exterior) y su cuasi legalización mediante la figura del “trabajador autónomo económicamente dependiente”, así como la explosión del recurso al trabajo migrante o a la configuración de la relación laboral como una “experiencia formativa” (y, por tanto, ajena a los derechos regulados en el Estatuto de los Trabajadores) vía becas, han marcado la evolución normativa de los últimos tiempos.
Es en ese marco que se produce el despliegue de una estrategia de abordaje del empleo juvenil integrada por diversos elementos: la configuración de figuras de becas ajenas a su espacio habitual (el marco de la universidad y los centros de investigación superior), el desarrollo del llamado “Catálogo Nacional de Cualificaciones Profesionales “ y las vías de obtención de los “certificados de profesionalidad” asociados, la configuración de la FP Dual y las modificaciones recurrentes del contrato de Formación y Aprendizaje.
El hilo conductor de este desarrollo normativo es abrir la posibilidad de obtener empleo joven sin necesidad de remunerarlo conforme a los estándares vigentes en su ámbito profesional y, en algunos casos, sin necesidad de cotizaciones a la Seguridad Social. Dicho empleo se produce en ámbitos poco o fragmentariamente regulados que dificultan el control de las condiciones laborales y en el marco de una articulación poco clara con dinámicas de formación.
Concretamente, si nos detenemos en lo poco que ha sido ya regulado respecto de la Formación Profesional Dual (una exigencia asociada al rescate financiero del verano pasado), lo cierto es que la normativa deja gran cantidad de cosas en la indeterminación más absoluta. De momento, las empresas podrán impartir el módulo de Formación en Centro de Trabajo (las llamadas “prácticas”), que se amplía hasta una duración de al menos el 33 % del ciclo formativo, sin que aún se indique claramente cuál va a ser la relación del alumno con las mismas (¿una beca?, ¿un contrato laboral para la formación?) y, por tanto, cuál va ser la regulación, laboral o no, de su actividad. Asimismo, las empresas podrán impartir más módulos, además del de prácticas, en función del concreto convenio que firmen con el centro educativo, lo que, unido a la posible disminución del número de horas en las aulas por la ampliación de la FCT, podría implicar una enorme pérdida de empleo docente. Lo cierto es que, de momento, casi todo queda al albur de esos hipotéticos convenios entre centro educativo y empresas que marcan una profundización del proceso de privatización de la enseñanza.
Se trata, en todo caso, de obtener empleo joven y extremadamente barato, lo que también contribuirá a disminuir los rangos salariales en las profesiones afectadas (ya es un rumor insistente que algunas grandes empresas planean sustituir sus categorías menos especializadas con remesas anuales de trabajadores de este tipo) y a conseguir una hipotética disminución ficticia de la tasa de desempleo. La versión hispánica de los “minijobs” alemanes, en el marco, sin embargo, de una sociedad con recortes generalizados en las prestaciones públicas del llamado Estado del Bienestar.
Lo que también es un rumor insistente es que las primeras tentativas de implantación de estas dinámicas no están siendo todo lo exitosas que se esperaba. Las pequeñas empresas nacionales no parecen entusiasmadas con tener que pagar nada por el trabajo en prácticas (por poco que sea). La FP dual, así, parece diseñada específicamente para la gran empresa, y sólo podrá implantarse de manera efectiva si viene asociada a facilidades financieras (en términos de bonificaciones a la Seguridad Social, incentivos o subvenciones) pagadas directamente por los contribuyentes. Un nuevo marco de medidas, pues, encaminadas a la promoción de los intereses privados en detrimento de las condiciones vida de la clase trabajadora.
Expliquémonos: el recurso, cada vez más generalizado, a los mecanismos de utilización de la mano de obra situada en las llamadas “zonas grises” del ámbito laboral (los espacios de escasa regulación existentes en el marco de las lagunas entre el Derecho del Trabajo y otros órdenes normativos conexos) ha venido desplegándose paralelamente a los procesos de descentralización productiva y de flexibilización del ordenamiento social. La irrupción de los denominados “falsos autónomos” (trabajadores que formalmente lo son por cuenta propia, pero que realmente dependen en todo de una cadena de valor manejada desde el exterior) y su cuasi legalización mediante la figura del “trabajador autónomo económicamente dependiente”, así como la explosión del recurso al trabajo migrante o a la configuración de la relación laboral como una “experiencia formativa” (y, por tanto, ajena a los derechos regulados en el Estatuto de los Trabajadores) vía becas, han marcado la evolución normativa de los últimos tiempos.
Es en ese marco que se produce el despliegue de una estrategia de abordaje del empleo juvenil integrada por diversos elementos: la configuración de figuras de becas ajenas a su espacio habitual (el marco de la universidad y los centros de investigación superior), el desarrollo del llamado “Catálogo Nacional de Cualificaciones Profesionales “ y las vías de obtención de los “certificados de profesionalidad” asociados, la configuración de la FP Dual y las modificaciones recurrentes del contrato de Formación y Aprendizaje.
El hilo conductor de este desarrollo normativo es abrir la posibilidad de obtener empleo joven sin necesidad de remunerarlo conforme a los estándares vigentes en su ámbito profesional y, en algunos casos, sin necesidad de cotizaciones a la Seguridad Social. Dicho empleo se produce en ámbitos poco o fragmentariamente regulados que dificultan el control de las condiciones laborales y en el marco de una articulación poco clara con dinámicas de formación.
Concretamente, si nos detenemos en lo poco que ha sido ya regulado respecto de la Formación Profesional Dual (una exigencia asociada al rescate financiero del verano pasado), lo cierto es que la normativa deja gran cantidad de cosas en la indeterminación más absoluta. De momento, las empresas podrán impartir el módulo de Formación en Centro de Trabajo (las llamadas “prácticas”), que se amplía hasta una duración de al menos el 33 % del ciclo formativo, sin que aún se indique claramente cuál va a ser la relación del alumno con las mismas (¿una beca?, ¿un contrato laboral para la formación?) y, por tanto, cuál va ser la regulación, laboral o no, de su actividad. Asimismo, las empresas podrán impartir más módulos, además del de prácticas, en función del concreto convenio que firmen con el centro educativo, lo que, unido a la posible disminución del número de horas en las aulas por la ampliación de la FCT, podría implicar una enorme pérdida de empleo docente. Lo cierto es que, de momento, casi todo queda al albur de esos hipotéticos convenios entre centro educativo y empresas que marcan una profundización del proceso de privatización de la enseñanza.
Se trata, en todo caso, de obtener empleo joven y extremadamente barato, lo que también contribuirá a disminuir los rangos salariales en las profesiones afectadas (ya es un rumor insistente que algunas grandes empresas planean sustituir sus categorías menos especializadas con remesas anuales de trabajadores de este tipo) y a conseguir una hipotética disminución ficticia de la tasa de desempleo. La versión hispánica de los “minijobs” alemanes, en el marco, sin embargo, de una sociedad con recortes generalizados en las prestaciones públicas del llamado Estado del Bienestar.
Lo que también es un rumor insistente es que las primeras tentativas de implantación de estas dinámicas no están siendo todo lo exitosas que se esperaba. Las pequeñas empresas nacionales no parecen entusiasmadas con tener que pagar nada por el trabajo en prácticas (por poco que sea). La FP dual, así, parece diseñada específicamente para la gran empresa, y sólo podrá implantarse de manera efectiva si viene asociada a facilidades financieras (en términos de bonificaciones a la Seguridad Social, incentivos o subvenciones) pagadas directamente por los contribuyentes. Un nuevo marco de medidas, pues, encaminadas a la promoción de los intereses privados en detrimento de las condiciones vida de la clase trabajadora.
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