Los Niños Estelares - La Dictadura Científica Acaba de Empezar
Pablo Hasél,,, La dictadura de la estupidez.
La Era del Ganso
Peter Capusotto -A consumir Boludos
El mejor discurso de Jacque Fresco (sub esp).
¡Ya basta, esta mierda se tiene que acabar!
IDIOCRCIA.
es ante todo una crítica cómica a esta sociedad que va a ritmo vertiginoso hacia la estupidez institucionalizada.
frecuentemente la ficción es el disfraz de las verdades más profundas.
es ante todo una crítica cómica a esta sociedad que va a ritmo vertiginoso hacia la estupidez institucionalizada.
frecuentemente la ficción es el disfraz de las verdades más profundas.
IDIOCRACIA: ¿ESTAMOS EN LOS COMIENZOS DE UN APOCALIPSIS IDIOTA?
Idiocracia (2006) es una película que
muestra un futuro dominado —es un decir— por idiotas dependientes de máquinas
desgastadas. La escribe y dirige Mike
Judge, creador de las series Silicon Valley, Beavis y
Butt-Head y El rey de la colina. Una producción que pasa
desapercibida por los cines y que tras las risas deja una duda: ¿estamos en los
comienzos de un apocalipsis idiota?
En la búsqueda de
información de futuros posibles, encuentro algunas respuestas en la página web
de Edge.org cuyo lema es:
«Para llegar a la frontera del conocimiento
del mundo, busca las mentes más complejas y sofisticadas, ponlas juntas en una
habitación y haz que se pregunten unos a otros las cuestiones que se hacen a sí
mismos».
Siguiendo el lema, Edge plantea cada año una
cuestión a 150 personas brillantes en sus campos. Entre los consultados, un
premio Nobel, investigadores de prestigiosas universidades, directores de
publicaciones científicas, periodistas, tecnólogos, artistas y escritores.
En 2013 la pregunta de Edge es: «¿Qué nos
debería preocupar?». 36 de los consultados temen el aumento de la
estupidez y con ello la superstición y la dependencia de la tecnología. Veamos
qué profetiza Idiocracia, qué temen las personas consultadas por Edge y
qué tiene que ver con nosotros, la gente corriente.
En Idiocracia,
los idiotas tienen más hijos que los inteligentes
Idiocracia comienza exponiendo que en los tiempos actuales «la evolución no premia necesariamente a la
inteligencia» y, dado que las personas inteligentes son menos que
las poco inteligentes, el número de estúpidos crece.
Un matrimonio de personas con alto coeficiente de
inteligencia expone que tener hijos es una responsabilidad y los tiempos son
difíciles. Frente a esta pareja, Clevon, un tipo poco inteligente, no para de
tener hijos con su mujer y dos vecinas; hijos que se convierten en padres
adolescentes.
Douglas T. Kenrick, profesor de psicología de la
Universidad de Arizona, autor de libros y artículos académicos sobre la
conducta y el pensamiento humano, considera que el planteamiento de
Idiocracia es posible:
«En estos días, las personas con buena formación
intelectual tienen familias más pequeñas, y como las mujeres con educación
superior esperan más para tener hijos, pierden muchas veces su periodo fértil,
y no tienen hijos».
Kenrick comenta estudios que sugieren que el
aumento de la estupidez está relacionado con el decrecimiento de la riqueza de
un país. Pobreza y estupidez que lleva a los ciudadanos a votar políticas
conservadoras que justamente son las que no favorecen la educación y la
investigación científica.
Se llega a la Idiocracia
cuando se desprecia la ciencia
El narrador de Idiocracia comenta que «las mentes más brillantes y los recursos se
concentraron en la lucha contra la caída del pelo y en prolongar las
erecciones». ¿Podría ocurrir?
Frank Wilczek, físico de MIT, considera que «LA
HUMANIDAD ESTÁ PERDIENDO LA OPORTUNIDAD DE QUE LA CIENCIA AVANCE PORQUE EL
ESFUERZO INTELECTUAL SE ESTÁ DESVIANDO DE LA INNOVACIÓN A LA EXPLOTACIÓN».
Lisa Randall, física de Harvard, coincide en lo que respecta a
los Estados Unidos: se queja de que la financiación estatal se destina a
proyectos científicos que generan resultados inmediatos. Esto es incompatible
con buscar cómo demostrar o explorar teorías complejas. Para Randall, aunque la
ciencia puede comenzar con un lápiz y papel sin experimentos o la esperanza de
experimentos, la ciencia teórica no puede avanzar.
En Idiocracia no hay
noción del tiempo
En Idiocracia, el presidente Dwayne Elizondo
Camacho anuncia cantando al país que «el hombre más inteligente del mundo
solucionará todos los problemas en una semana». Problemas como la sequía, la
desertización y la falta de alimentos entre otros. Transcurrida una semana sin
resultados, los ciudadanos atacan la Casa Blanca.
Es un ejemplo entre otros de cómo en Idiocracia
las personas no son conscientes de que hay procesos que necesitan tiempo. Es el
tiempo del «ya».
El escritor y conferenciante sobre tecnologías de
la información Nicholas G. Carr considera que internet está acabando con
nuestra paciencia. Comenta que en 2006 la mayoría de los usuarios abandonan una
web si tarda más de 4 segundos. En 2013 estudios de Google y Microsoft
demuestran que los usuarios se impacientan si una página web tarda más de
250 milisegundos en abrirse. El parpadeo de un ojo.
«Las tecnologías digitales nos vuelven más hostiles
hacia retrasos en todos los ámbitos», afirma Carr. «Una impaciencia que tiene
consecuencias en la creación y la apreciación del arte, la ciencia, la
política».
La impaciencia nos domina desde que nos levantamos.
La mayoría de las cosas nos parecen lentas: el ascensor; la puerta del garaje;
el semáforo… M., administrativa (a través de una subcontrata) en unos servicios
municipales conoce cada día ejemplos de la impaciencia —y estupidez— que
crea la tecnología:
«Desde hace unos años la gente se ha vuelto más
impaciente. Lo quiere todo ¡ya! No quieren esperar ni una semana ni tres días
ni un día. Me dicen: “¿Pero no tienes ahí internet para hacerlo ya?”».
¿Quién no recuerda en «los tiempos analógicos»
haber cogido tres autobuses para una gestión municipal o sacar dinero de un
cajero? Parece que solo hay paciencia para acampar dos o tres días antes de un
concierto o una final de Copa del Rey. Aquí la televisión suele mostrar a un
tipo que dice:
«Estoy en paro, pero por [aquí, un equipo] hago lo
que sea; ¡es lo más grande!». ¿No es esto un pensamiento idiota?
La impaciencia alcanza a todos
los ámbitos, incluso a la ciencia.
Stuart Firestein, profesor de Biología en la Universidad de
Columbia, afirma que el ciudadano está volviéndose impaciente con la ciencia
(otra consecuencia del presentismo). Pone como ejemplo «la declaración de
guerra» de Nixon contra el cáncer en 1971.
«Desde entonces millones de personas han fallecido
de cáncer», escribe Firestein. «Suena mal, pero hemos curado muchos cánceres
previamente fatales e impedido un número desconocido de casos». Firestein
señala que por el camino ha mejorado la fabricación de medicamentos, la
comprensión del sistema inmunológico y cómo se produce el envejecimiento. «Sin
embargo, esta guerra contra el cáncer es más conocida por los dólares gastados
en ella».
Leo M. Chalupa cuenta una anécdota:
«Un abogado me preguntó si todavía investigaba cómo
funciona el cerebro. Cuando dije que todavía lo investigaba se sorprendió.
Pensaba que después de diez años de esfuerzo lo habría descubierto. En ese
momento, se me ocurrió que este hombre muy culto no tenía conocimiento de cómo
funciona la ciencia […], que la investigación es una búsqueda sin fin».
Tim O’Reilly, editor de libros sobre tecnología y considerado un
visionario tecnológico, teme que «si la ciencia no ofrece soluciones rápidas,
el mundo caerá en la apatía, la falta de fe en la ciencia y el progreso, y
después caerá en la melancolía y una nueva edad oscura».
Los ciudadanos de Idiocracia
no se paran a observar las cosas
En Idiocracia uno de los mayores problemas
es la falta de alimentos porque los campos son regados con el refresco
patrocinado por el gobierno. Cuando el hombre más inteligente del mundo propone
usar agua en lugar del refresco es tomado a burla.
Ursula Martin, profesora de Computación en la Universidad de
Oxford, teme que internet esté menguando la capacidad de observación.
«Hubo un tiempo en el que la descripción y la ilustración eran el pan y
la mantequilla de científicos profesionales y aficionados», escribe Martin.
«Los libros y cartas de Darwin están llenos de descripciones cuidadosas».
Martin considera que Google puede ofrecer imágenes
y datos de una planta de una manera nunca antes posible, pero que ninguna
imagen puede tener la precisión de Darwin. Ella apuesta por entrenar la atención en las pequeñas cosas.
En Idiocracia no hay
conocimiento de la historia
En el Washington de Idiocracia un parque
temático muestra una versión de la Historia tergiversada. Y no por intereses
políticos —como ocurre en cada país y en cada autonomía española—, sino por
puro desinterés por el pasado.
Para la historiadora de ideas Noga Arikha la
indiferencia por la historia es fruto del «presentismo»: considerar que no hay
más realidad que el presente, que el pasado es irreal. Arikha culpa al mal uso
de internet:
«El conocimiento de un tema más allá de la fecha
actual parece disminuir entre las personas que crecieron con la era de internet
[…]. Cualquier cosa más allá de 1945 es un paisaje sucio y remoto; los siglos
se funden uno con otro en un magma insignificante. Nombres famosos son
parpadeos en una pantalla […]. Todo se iguala».
Arikha certifica una experiencia que muchos hemos
vivido. Viene siendo habitual que en una conversación casual con una persona
menor de treinta años, una persona que consideramos instruida, mencionemos un
personaje icónico y el interlocutor se encoge de hombros: «¿Quién es?» o «no lo
conozco». Incluso en muchas listas triviales del tipo «las mejores series de
televisión de la Historia» hay una muestra de la ignorancia y el desinterés de
quien redacta, que no hace referencia a material anterior a su adolescencia.
Según Arikha, para muchas personas «internet que se ha convertido en su biblioteca de
referencia, pero los estudiantes lo utilizan como única investigación».
Estudiantes que son incapaces de «medir la pertinencia, la jerarquía, la
precisión y las referencias cruzadas». A uno no le extraña que estos estudiantes se
traguen bulos grandes
como casas.
Para Nicholas Humphrey, profesor de la Escuela de
Economía de Londres, más que desinterés, el peligro de internet es que nos
convierte en «meros turistas del conocimiento, saltando de atracción en
atracción sin pisar la tierra. Para la mayoría lo importante es la llegada y no
el viaje».
En Idiocracia, la lectura
y la escritura se han degradado
En Idiocracia, leer y escribir es «cosa de
maricones». En la película, los periódicos y revistas y los carteles de
establecimientos populares contienen escandalosas faltas de ortografía y
gramática que los autodenominados «nazis de la gramática» implosionarían
corrigiéndolas. Por otro lado, los ciudadanos tienen problemas de
comprensión lectora.
David Gelernter visualiza un futuro igualmente nefasto para la
palabra escrita y señala internet como culpable. La paradoja es que
Gelernter trabaja en crear y desarrollar tecnologías de vanguardia para
internet. En los 80 sienta las bases de los motores de búsqueda y más tarde en
las herramientas basadas en flujos con las que operan las redes sociales.
Para Gelernter, internet degrada la palabra escrita
porque «apenas hay tiempo entre la
escritura y la publicación. El escritor publica rápido —muchas veces los
primeros borradores— para lectores que leen rápido y apenas prestan atención».
Esta falta de atención obliga al redactor a una escritura deslucida cuyo único
fin es el consumo rápido.
Gelernter comenta que algunos estudios revelan que
los estudiantes estadounidenses de hoy escriben con menos competencia que los
estudiantes de 1960.
Hoy también se escribe en España peor que décadas
atrás. Cuando encontramos titulares simples mal redactados (no un par de
erratas entre 3.000 palabras) decimos: «Ha sido el becario». Pero recordemos
que ese becario tiene una licenciatura.
Roger Schank también considera que el lenguaje se
está degradando y que un motivo es que «los alumnos
memorizan para pasar exámenes, pero son incapaces de razonar y exponer por
escrito sus pensamientos».
Gavin Schmidt, climatólogo de la NASA, señala que cada vez es
mayor la separación entre las noticias y lo que entiende el público. El
desinterés por profundizar en las noticias trae consecuencias. «No es ninguna sorpresa que las discusiones en la
calle a menudo degenera en mero tribalismo».
En Idiocracia hay una alta
dependencia de las máquinas
Idiocracia cuenta con una tecnología
sofistica manejada por imbéciles. Por ejemplo, hay una máquina que diagnóstica
perfectamente enfermedades. Sin embargo, nadie sabe cómo funcionan y tienen un
lamentable mantenimiento. Parece que fueron creadas hace mucho tiempo y que los
que las usan lo hacen por mímica.
La psicóloga Susan Blackmore vislumbra un futuro
similar al de Idiocracia, lleno de máquinas y tecnología que se manejan
con un dedo con apenas razonamiento:
«Un mundo en el que los seres humanos gestionan los recursos para
alimentar a un número creciente de máquinas a cambio de más diversión, juegos,
información y comunicaciones».
Para Blackmore, el problema es: «¿Y si todo el
sistema se derrumba? Ya sea por un cambio climático, pandemias u otros
desastres […] y no podemos usar nuestros teléfonos, satélites y servidores de
internet. ¿Podríamos deslizar nuestros dedos por una pantalla para
alimentarnos?».
Esto se explica mejor con un monólogo de Eva Hache:
«Los hay
que se gastan 500 euros en un teléfono de última generación y lo primero que
hacen es ponerle el tono del eructo bajo el agua».
Cada vez es más frecuente encontrar a personas jóvenes con teléfonos
sofisticados con inmensas posibilidades que dicen: «Yo solo lo tengo para el
Whatsapp y hacer fotos». Preguntan: «¿lloverá mañana?» o «¿el lunes es
fiesta?».
Blackmore cree que las escuelas deben
volverse analógicas: enseñar a los niños a razonar y usar las manos en
actividades como carpintería, cocina, agricultura…
EN IDIOCRACIA
GOBIERNAN LOS TONTOS QUE SON FAMOSOS
El presidente de los Estados Unidos —realmente del
mundo— es Dwayne Elizondo Camacho, cinco veces campeón de lucha libre
profesional y «superestrella» pornográfica. Es inevitable que la fama lo
lleve la presidencia aun careciendo de preparación y contando con unos asesores
imbéciles que repiten eslóganes de las empresas que han comprado al Gobierno.
El productor de música y artista Brian Eno
responde a Edge que su temor es que «la mayoría de las personas inteligentes
que conozco no quieren tener nada que ver con la política».
Eno considera que la actual política
(estadounidense) está hecha por idiotas que han conducido al país a las guerras
de Irak y Afganistán, que sangra a naciones más pobres por las deudas de sus
exdictadores y que permite que los intereses particulares y los bancos
gobiernen el país.
«Pero no hacemos política —se queja—. Esperamos que
otras personas lo hagan por nosotros y nos quejamos cuando se equivocan […]. La
responsabilidad no se detiene en las urnas. Dejamos de hacer cosas y permitimos
que otros las hagan por nosotros».
Roger Schank también considera que la política está llena de
idiotas. Schank es uno de los principales investigadores del mundo en
Inteligencia Artificial, Teoría del Aprendizaje y en la construcción de
entornos virtuales de enseñanza. Para él, una prueba de la estupidez de los
políticos se ve cuando debaten un problema en el Congreso (de los Estados
Unidos): «Parece que nuestros representantes
son incapaces de hacer un argumento razonado».
En Idiocracia se habla a gritos y el presidente necesita de una
ametralladora para hacerse oír. Los parlamentarios españoles no esgrimen
mejores razonamientos en sus intervenciones. Nos hemos acostumbrado a su
pantomima: unos sueltan exabruptos para recibir aplausos de los suyos mientras
que los otros responden con pataletas y silbidos.
Para el oceanógrafo Bruce Parker, la cultura
de la imagen en la que estamos inmersos, no obliga a los políticos a tener
méritos o logros verificables para ser elegidos:
«Simplemente necesitan convencer a la gente para que vote por ellos […].
Usan la manipulación emocional con llamamientos a la religión, el patriotismo,
las diferencias de clase, prejuicios étnicos, etc. Documentos sonoros
superficiales y anuncios de campaña que parecen trailers de películas».
Para Bruce Parker, los partidos eligen a candidatos
desinformados e incluso estúpidos, pero que ofrecen buena imagen a la nueva
cultura de internet.
EN IDIOCRACIA, LOS MEDIOS EMBRUTECEN A LAS
PERSONAS
La película más vista en Idiocracia se llama CULO. Una hora
y media con un culo en primer plano. (A la cabeza me viene Jene Selter,
señorita carente de méritos, pero con casi 8 millones de seguidores en
Instagram gracias a su culo. Un culo no es un mérito).
El programa más visto en Idiocracia es Oh, mis huevos, que
haría las delicias de Homer Simpson: un tipo corriente encadena patadas y
accidentes en los testículos.
Un espectáculo que tiene un espejo en America’s Got Talent.
No extraña que a Roger Schank le preocupe la
televisión:
«La televisión fomenta la glorificación de la
estupidez […], programas que dejan claro que actuando mal te harás rico y
famoso. Programas en los que hablan sin necesidad de respaldar lo que dicen con
pruebas».
Schank considera que las grandes corporaciones
están tras la glorificación de la estupidez si no se benefician de ellas. El
psicólogo escribe:
«Quienes venden medicamentos no quieren que la gente pida información
sobre cómo funciona el medicamento […]. Quienes hacen recortes de gastos no
quieren que la gente pregunte por qué nunca se habla de recortes en defensa
[…]. La gente que dirige las organizaciones de noticias tienen una agenda y no
crean pensadores que entiendan qué está pasando en el mundo».
Larry Sanger, cofundador de Wikipedia y Citizendium,
también acusa a los medios de comunicación de la estupidez creciente, en
concreto a los medios online:
«Los sitios online nos vuelven estúpidos y hostiles hacia los demás», escribe Sanger. «Las
comunidades de noticias, de información, de opinión y de debate están dominadas
por un solo punto de vista. Ejemplos son el Huffington Post de la
izquierda y National Review
Online a la derecha».
Sanger considera que el auge de internet parece
traer una hostilidad entre los partidos políticos que hace que cada vez sea más
difícil alcanzar compromisos políticos significativos.
Todos vemos cómo los seguidores de los partidos defienden lo
indefendible a través de las redes sociales: los corruptos, los idiotas, los
villanos son los otros.
Sanger afirma que «los sitios online son atractivos
porque refuerzan nuestros supuestos básicos, y nos dan puntos de conversación
fácilmente digeribles […]. Nos hacen demasiado confiados y acríticos. Nos
alienan a unos de otros, incluso de amigos y familiares que no comparten
nuestras opiniones, porque es muy fácil y divertido demonizar a la oposición
desde una página web».
Bruce Parker considera que el entretenimiento que
ofrece internet ha creado una nueva cultura: «Es una cultura de abajo hacia
arriba con un efecto de embrutecimiento que es probable que tenga
repercusiones».
Para Parker, «a medida que más y más población llena más y más
horas del día con el entretenimiento [online], cuenta con menos horas para
actividades que promueven la inteligencia, la compasión y para interesarse por
lo que cae fuera de sus propios microcosmos de internet».
EN IDIOCRACIA NO EXISTE LA INDIVIDUALIDAD,
SOLO LA ESTUPIDEZ COLECTIVA.
En Idiocracia los medios de comunicación
homogenizan las modas, los gustos y los intereses. Por otro lado, hay un puñado
de corporaciones que monopolizan la industria. Todas las cafeterías son
Starbucks, una bebida energética como sabor predominante, Costco es el único
sitio para las compras… La ropa contiene logos de distintas marcas. Como
resultado, el pensamiento de los ciudadanos es similar.
En Idiocracia no hay más interés que el
placer inmediato. Las cuestiones urgentes se aparcan por un polvo rápido. No
importa qué hay en juego. Incluso el sexo está por encima de la posibilidad de
perder la vida.
En Idiocracia el presentismo mencionado por
Noga Arikha impide mirarse a uno mismo, estar atento a los propios gustos,
intereses y necesidades. Todo el mundo va donde todo el mundo va, y todo el
mundo hace lo que todo el mundo hace. Todo el mundo parece la misma persona.
Inquieta que los protagonistas de Gandía Shore
no sean muy distintos de los de Jersey Shore (USA), Geordie Shore
(Reino Unido), Acapulco Shore (México) o Warsaw Shore (Polonia).
Basta visualizar unos minutos de vídeos en Youtube de unos y otros para
percatarse de ello. Una prueba de la homogeneización cultural.
Precisamente Hans Ulrich Obrist, codirector
de la galería de arte Serpentine de Londres, se queja
de que las ciudades de la mayoría de los países se parecen, que sus ciudadanos
tienen los mismos gustos e intereses y que la individualidad de los artistas es
aplastada. Para Obrist la homogeneización
está en los principios de la destrucción de una civilización.
Nicholas Humphrey teme que
si todo el mundo hace las mismas cosas, ve los mismos espectáculos y va a los
mismos sitios, se pierda la creatividad: «Debemos preocuparnos de que las experiencias
individuales están desapareciendo; son las que conducen a la unión de las
ideas».
O’Reilly recuerda que «en
el pasado, la antorcha del progreso pasa de una región a otra del mundo.
Pero ahora, por primera vez, tenemos una única civilización global. Si falla,
todos fracasamos juntos».
Muchas de las predicciones son catastróficas. Hay
algunas soluciones. Una de ellas es no seguir a la manada DESOBEDECER. Cierta esperanza da el discurso final del
protagonista de Idiocracia, un tipo corriente del presente que es congelado y
despierta en un futuro estúpido:
JOE: ¿Saben? Hubo una época en la historia de este
país cuando la gente lista era considerada gente guay, pero la gente lista
hacía cosas… como construir barcos y pirámides, e incluso fueron a la luna. Y
hubo una época en la historia de este país, hace mucho tiempo, cuando leer no
era cosa solo de maricones y escribir tampoco. La gente escribía libros y
películas, películas que contaban historias. Y te importaba de quién era el
culo que veías y por qué se tiraba pedos… y estoy convencido de que esa época
se repetirá de nuevo.
PENADAS POR LA LEY "No es No"
ROMPE CON TODO- PERRA VIEJA
EL MITO DEL AMOR Y SUS CONSECUENCIAS EN LOS VÍNCULOS DE PAREJA
El amor
como proyecto prioritario y sustancial sigue siendo fundamental para muchas
mujeres y sin él sienten que su existencia carece de sentido.
Mientras en muchos países los matrimonios son
concertados previamente, en nuestras sociedades el soporte de una institución
social básica, la familia, se fundamenta en el amor romántico. ESTE AMOR ROMÁNTICO, CONSTRUCCIÓN SOCIO-CULTURAL
PROPIA DE OCCIDENTE, ofrece a las personas un modelo de conducta
amorosa, que cuando falla –y siempre falla- produce la frustración y el
desengaño, y es uno de los factores de la violencia en las relaciones de pareja.
Las mujeres son más propensas que los
hombres a creer en este mito, y las que ‘aman demasiado’, es decir, las que
buscan el amor romántico obstaculizado por la elección de personas difíciles y
agresivas, tienen más posibilidades de ser víctimas de la violencia y de
consentirla, porque esa relación es la que da sentido a su vida. Nuestro modelo social es el máximo legitimador de
éstos y otros comportamientos y la violencia doméstica será el plato
de todos los días si no somos capaces de cuestionarnos el tipo de sociedad que
genera maltratadores. Pilar Sanpedro es psicóloga social.
Te vas porque yo quiero que te vayas,
y a la hora que yo quiera te detengo.
Yo sé que mi cariño te hace falta,
aunque quieras o no, yo soy tu dueño.
(Ranchera La media vuelta, José A. Jiménez)
y a la hora que yo quiera te detengo.
Yo sé que mi cariño te hace falta,
aunque quieras o no, yo soy tu dueño.
(Ranchera La media vuelta, José A. Jiménez)
Todo amor es fantasía:
él inventa el año, el día,
la hora y la melodía;
inventa el amante y, más,
la amada. No prueba nada
contra el amor, que la amada
no haya existido jamás.
él inventa el año, el día,
la hora y la melodía;
inventa el amante y, más,
la amada. No prueba nada
contra el amor, que la amada
no haya existido jamás.
Actualmente, la violencia doméstica se ha
convertido en una cuestión con una dimensión pública mayor que en otras épocas
debido a la gran cantidad de interpretaciones que sobre ella se realizan desde
diferentes instancias. La idea de este artículo no es aportar un análisis más
sobre el tema, sino plantear una reflexión sobre un asunto que nos afecta a
todas las personas en alguna medida y que, en el caso de las mujeres, es una de
las muchas variantes que sustentan las situaciones de violencia. Me refiero al
modelo amoroso de nuestra cultura occidental, al mito del amor pasión y a sus
consecuencias en las relaciones de pareja actuales.
Intentaré analizar brevemente este modelo y sus
proyecciones en el presenta para plantear como hipótesis que uno de los
factores (evidentemente no el único ni el más importante) que facilita,
favorece y sustenta la violencia de género más dramática y también las
microviolencias cotidianas en las relaciones de pareja, es el modelo de amor
romántico presente en nuestra cultura. Mi reflexión comienza cuando observo
que en los relatos de las mujeres que han sufrido algún tipo de violencia por
parte de su pareja aparecen sistemáticamente elementos de esta idea del amor
que he llamado romántico sobre el que estas mujeres han construido su universo
y su biografía.
IDEALIZACIÓN DEL AMOR-PASIÓN.
Nuestra cultura es excesivamente
compleja como para explicar los asuntos de la pasión y el corazón como si
fuesen únicamente una cuestión de hipotálamo, de feromonas, de olor corporal o
de evolución (elegimos al más apto para procrear). Mi experiencia en el campo
de la clínica y la terapia de pareja me hace pensar que el tema del
enamoramiento es mucho más complejo y tiene que ver, sobre todo, con la
construcción que nuestra cultura realiza sobre el amor. Explicar cómo la
ideología del amor y el cebo del romanticismo sustentan en nuestras sociedades
la estructura familiar supone, desde mi punto de vista, entender cómo, a estas
alturas de nuestra historia, el matrimonio y la pareja siguen siendo núcleos
fundamentales en la organización de nuestras comunidades.
En una encuesta realizada por el sociólogo José
Luis Sangrador (1) aparece el dato significativo de que el 90 % de las personas
encuestadas manifiestan que no se casarán con alguien del que no se sintiesen
enamoradas. ¿Cómo se consolida, pues, el matrimonio en sociedades no
utilitaristas y librepensadoras?
Uniéndolo a la pasión. Lo
que no aparece que aprendamos es que el amor novelesco triunfa sobre gran
cantidad de obstáculos, pero hay uno contra el que se estrellará siempre: la
duración.
Sin la idealización del amor-pasión es bastante
probable que nuestros escépticos y cada vez más laicos jóvenes no se unirían ni
por lo civil ni por la Iglesia para crear una familia. En todo caso,
tendrían mucho más claro que el matrimonio convenido para pagar el piso o la
luz a medias, construir una célula económica o tener hijos o mantener
relaciones sexuales es más una cuestión de contrato y no tanto una unión
romántica o pasional. Descubrir esa
trampa, analizarla y asumirla genera bastante confusión en nuestras vidas,
algunas dificultades, frustración y muchas consultas. Lo que más esquizofrenia
produce en las parejas es que la pasión arruina la idea misma de matrimonio
precisamente cuando se les había presentado como sustentadora y motivadora de
él.
Para hablar de esta ideología del amor o su
construcción social me remito a un sociólogo e historiador suizo (2) y a su
ensayo El amor y Occidente. Para Denis de Rougemont, la
cultura occidental, a través de su lírica, nos presenta un modelo amoroso que
tiene una serie de características: la idea del amor presupone el gusto por las
desgracias, por los amores imposibles (Tristán e Isolda, Romeo y Julieta), la
hiperidealización del amor y de la persona amada. De tal forma es así, que el
amor feliz no tiene historia, sólo el amor amenazado y condenado es novelesco y
cinematográfico. Lo que exalta el lirismo occidental no es el
placer de los sentidos ni la paz fecunda de la pareja, no es el respeto y el
reconocimiento del otro, sino el amor como pasión sufriente.
EL AMOR EN LA LITERATURA Y EL CINE.
En la literatura y el cine los
personajes que encarnan a los héroes románticos no se aman; lo que aman es el
amor, el hecho mismo de amar. Y actúan como si hubieran comprendido que todo lo
que se opone al amor lo preserva y lo consagra en su corazón, para exaltarlo
hasta el infinito. Los amantes son más felices en la desgracia del amor que en
la tranquilidad cotidiana del afecto mantenido. Se necesitan uno a otro para
arder, pero no al otro tal y como es, y no la presencia del otro, sino más bien
su ausencia. Son los obstáculos más graves los que se prefieren por encima de
todo para engrandecer la pasión.
A veces no es el obstáculo lo que está al servicio
de la pasión fatal, sino que, al contrario, se ha convertido en la meta, en el
fin deseado por sí mismo. Pienso, por ejemplo, en la psicología de los celos, deseados o
provocados, solapadamente favorecidos para volver a sentir como al principio,
y en toda la literatura que se ha generado en torno a ellos.
La literatura dotó de lenguaje a la pasión.
¿Cuántas personas reconocerían el sentimiento amoroso si no hubiesen oído
hablar jamás de él? Pasión y expresión apenas son separables. A partir del
momento en el que el instinto se pierde, la pasión tiende a relatarse a sí
misma, sea para justificarse, para exaltarse o simplemente para mantenerse. La
adopción de cierto lenguaje implica y favorece el desarrollo de ciertos
sentimientos: “mi vida ha sido una larga espera para encontrarte”, “no puedo
vivir sin ti”, “sin ti no soy nada”, “pasión que aísla del mundo”, “quemadura
suave”, “te quiero más que a mi vida”, “mátame de pena pero quiéreme”.
Por supuesto que actualmente en la literatura y en
el cine se cuentan historia que nos dicen lo que pasa después del “fueron
felices y comieron perdices”, PERO AQUÍ ESTOY HABLANDO DE NUESTROS MITOS. Lo
que hace que una historia se convierta en mito es precisamente ese imperio que
ejerce sobre nosotros a pesar nuestro y generalmente sin que lo sepamos.
Un mito es una historia, una fábula simbólica,
simple y patente, que resume un número infinito de situaciones más o menos
análogas. El mito permite captar de un vistazo ciertos tipos de relaciones
constantes y destacarlas del revoltijo de las apariencias cotidianas. En un sentido más estricto, los mitos traducen
las reglas de conducta de un grupo. El mito se deja ver en la mayor
parte de nuestras películas y novelas, en su éxito entre las masas, en las
complacencias y los sentimientos que despiertan, en nuestros sueños de amores
milagrosos. El mito de la pasión actúa en todos lo lugares en lo que ésta es
soñada como un ideal y no temida como una fiebre maligna; en todos los lugares
en que su fatalidad es requerida, imaginada como una bella y deseable catástrofe.
Vive de la misma vida de los que creen que el amor es un destino, que nos ha de
consumir con el más puro y más fuerte y más verdadero fuego, que arrastra
felicidad, sociedad y moral. Vive de la misma vida que nuestro romanticismo.
Racionalmente, sabemos que la pasión y el deseo se acaban, que la vida
en común es complicada e implica una negociación constante, que la convivencia
transforma irremediablemente el deseo; sin embargo, vivimos aún en la idea del
mito del amor-pasión que ha generado y genera un prototipo de relación. Sabemos que el amor es una
cosa pero fantaseamos con otra: un amor eterno, único y permanente en el tiempo.
UNA CONSTRUCCIÓN DE OCCIDENTE. El mito del amor pasional es una construcción de
Occidente. En
Oriente y en la Grecia contemporánea de Platón el amor es concebido como
placer, como simple voluptuosidad física, y la pasión, en su sentido trágico y
doloroso, no solamente es escasa, sino que además, y sobre todo, es despreciada
por la moral corriente como una enfermedad frenética.
El concepto de amor no existe en China. El verbo
amar es empleado sólo para definir las relaciones entre la madre y los hijos.
El marido no ama a la mujer, “tiene afecto por ella”. A los chinos se les casa
muy jóvenes y el problema del amor no se plantea. No comparten las eternas
dudas europeas: ¿es amor o no esto que siento? ¿amo a esta mujer, a este hombre
o siento sólo afecto? ¿amo a ese ser o amo al amor?
Tampoco sienten desesperación o dolor cuando
descubren que han confundido el amor con las ganas de amar. Un psiquiatra chino consideraría
síntomas de locura estas cuestiones. Mientras que en muchos países los
matrimonios son concertados previamente, en nuestras sociedades el soporte de
una institución social básica, la familia, se fundamenta en el amor romántico.
EL IDEAL ROMÁNTICO CONSTRUIDO CULTURALMENTE OFRECE
AL INDIVIDUO UN MODELO DE CONDUCTA AMOROSA, ORGANIZADO ALREDEDOR DE FACTORES
SOCIALES Y PSICOLÓGICOS; DURANTE NUESTRA LARGA SOCIALIZACIÓN APRENDEMOS LO QUE
SIGNIFICA ENAMORARSE, ASOCIAMOS A ESE ESTADO DETERMINADOS SENTIMIENTOS QUE
DEBEMOS TENER, EL CÓMO, EL CUÁNDO, DE QUIÉN Y DE QUIÉN NO… ALGUNOS ELEMENTOS
SON PROTOTÍPICOS: INICIO SÚBITO (AMOR A PRIMERA VISTA), SACRIFICIO POR EL OTRO,
PRUEBAS DE AMOR, FUSIÓN CON EL OTRO, OLVIDO DE LA PROPIA VIDA, EXPECTATIVAS
MÁGICAS, COMO LA DE ENCONTRAR UN SER ABSOLUTAMENTE COMPLEMENTARIO (LA MEDIA
NARANJA), VIVIR EN UNA SIMBIOSIS QUE SE ESTABLECE CUANDO LOS INDIVIDUOS SE
COMPORTAN COMO SI DE VERDAD TUVIESEN NECESIDAD UNO DEL OTRO PARA RESPIRAR Y
MOVERSE, FORMANDO ASÍ ENTRE AMBOS UN TODO INDISOLUBLE.
Este concepto de amor aparece con especial fuerza
en la EDUCACIÓN SENTIMENTAL de las MUJERES. Para nosotras, vivir el amor ha
sido un aspecto que empalidece a todos los demás. Nuestras heroínas literarias
como madame Bobary, la Regenta, Julieta, Melibea, la Dama de las Camelias, Ana
Karenina… viven el amor como proyecto fundamental de su vida. La
escritora Lourdes Ortiz (3) analiza cómo en la mayoría de estas historias
vemos que lo que para la protagonista es la vida entera, para el personaje
masculino es sólo una parte de su existencia. El
amor como proyecto prioritario y sustancial sigue siendo fundamental para
muchas mujeres y sin él sienten que su existencia carece de sentido.
A pesar de los cambios profundos conseguidos en el
siglo XX por el movimiento feminista, las mujeres, en mayor medida que los
hombres, asumen ese modelo de amor y de romanticismo que nos hace ordenar
nuestra biografía y nuestra historia personal en torno a la consecución del
amor. Muchas mujeres buscan aún la justificación de su existencia dando al amor
un papel vertebrador de la misma, concediéndole más tiempo, más espacio
imaginario y real, mientras que los hombres conceden más tiempo y espacio a ser
reconocidos y considerados por la sociedad y sus iguales (4).
Mientras que por lo general solemos elegir a
las amistades entre aquellas personas que más nos gratifican, que más nos
respetan y que más compensaciones emocionales y afectivas nos reportan, sin embargo, es
posible que nos relacionemos a nivel de pareja con personas que no sólo no nos
gratifican, sino que nos llenan de amargura, sufrimiento y daño físico y psíquico. ¿Cómo explicar la persistencia del amor o la relación en estos
casos? ¿Cómo se puede amar a quien te mortifica y anula? NO ES UNA CUESTIÓN DE IRRACIONALIDAD, Y ME NIEGO A
CREER QUE LAS PERSONAS, SOBRE TODO MUJERES, QUE VIVEN ESTAS SITUACIONES SON TONTAS,
MASOQUISTAS O DESCEREBRADAS. Es importante que comencemos a explicar
esos amores patéticos y llenos de sufrimiento, sacrificios personales y
renuncias, sobre todo cuando, en mayor o menor medida, muchas personas han
vivido y soportado en sus relaciones de pareja alguna que otra humillación,
falta de respeto por sus opciones u opiniones, limitaciones a la libertad,
algún que otro desprecio, presiones para hacer esto o lo otro, chantajes e imposiciones por sentirse amandxs o por amar
a su pareja.
LA ‘ESPIRAL DE VIOLENCIA’. Las mujeres que aman demasiado, aquellas que buscan el amor romántico obstaculizado por la elección de personas difíciles, agresivas o controladoras tienen más posibilidades de vivir en la violencia, consentirla y permanecer en ella, porque esa relación es la que da sentido a su vida.
LA ‘ESPIRAL DE VIOLENCIA’. Las mujeres que aman demasiado, aquellas que buscan el amor romántico obstaculizado por la elección de personas difíciles, agresivas o controladoras tienen más posibilidades de vivir en la violencia, consentirla y permanecer en ella, porque esa relación es la que da sentido a su vida.
Una de las características que tienen todas las
historias relatadas por mujeres que sufren maltrato es precisamente esa
discontinuidad en la relación. No son historias afectivas templadas por los
años, sino que aparecen siempre intervalos de paz y dolor, fase de luna de miel
entre los episodios de maltrato: hoy te maltrato y mañana te amo más que a mi
vida, sin ti no soy nada, perdóname, te quiero; todo ello acompañado de
muestras extraordinarias de cuidados y cariño hasta la próxima escena. Se le ha dado el nombre técnico
de “espiral de violencia”, en la que los episodios de maltrato son cíclicos
Cuando las mujeres se plantean abandonar al maltratador tienen que reconstruir su nueva biografía en un contexto ajeno a sus tradiciones y abandonar un lugar en el que se comportaban como amantes esposas y madres. Se trata de dejar su proyecto vital; renunciar al amor es el fracaso absoluto de su vida, y es muy difícil que vean en ese cambio una promesa de vida mejor. Las mujeres siguen interpretando la ruptura matrimonial COMO UN PROBLEMA INDIVIDUAL, como una situación estresante y anómala y no como la liberación DE UNA SITUACIÓN OPRESIVA QUE, ADEMÁS, DEBE SER TRATADA COMO PROBLEMA COLECTIVO Y NO INDIVIDUAL. Y en este sentido, ES LA SOCIEDAD LA QUE DEBE REHABILITARSE, la que debe ser llevada a terapia, porque son las construcciones, las historias y los mitos de esa sociedad los que están en el origen y la raíz del problema de la violencia doméstica.
Cuando las mujeres se plantean abandonar al maltratador tienen que reconstruir su nueva biografía en un contexto ajeno a sus tradiciones y abandonar un lugar en el que se comportaban como amantes esposas y madres. Se trata de dejar su proyecto vital; renunciar al amor es el fracaso absoluto de su vida, y es muy difícil que vean en ese cambio una promesa de vida mejor. Las mujeres siguen interpretando la ruptura matrimonial COMO UN PROBLEMA INDIVIDUAL, como una situación estresante y anómala y no como la liberación DE UNA SITUACIÓN OPRESIVA QUE, ADEMÁS, DEBE SER TRATADA COMO PROBLEMA COLECTIVO Y NO INDIVIDUAL. Y en este sentido, ES LA SOCIEDAD LA QUE DEBE REHABILITARSE, la que debe ser llevada a terapia, porque son las construcciones, las historias y los mitos de esa sociedad los que están en el origen y la raíz del problema de la violencia doméstica.
NUESTRO MODELO SOCIAL ES EL MÁXIMO LEGITIMADOR DE
ÉSTOS Y OTROS COMPORTAMIENTOS y, como tal, la violencia doméstica será el plato
de todos los días si no somos capaces de CUESTIONARNOS
QUÉ TIPO DE SOCIEDAD GENERA MALTRATADORES, qué sociedad genera esta
patología del vínculo amoroso. A su vez, debemos pensar qué tipo de cultura es la
nuestra para que mujeres capaces y adultas soporten, EN NOMBRE DEL
AMOR, LA HUMILLACIÓN Y EL SUFRIMIENTO;
para que, en lugar de ESCAPAR DE ESAS SITUACIONES, busquen SOLUCIONES PEREGRINAS Y ABSURDAS como tener hijos,
automedicarse o disculpar a su pareja para no perder aquello que fundamenta su
vida: el amor.
Condenar la pasión en bloque sería querer suprimir
uno de los aspectos de nuestra creatividad y de nuestra historia. Además de
imposible, es una tarea titánica. Mi pretensión es sólo la de alertar,
prevenir, analizar, aislar la pasión, desmontarla, si se quiere, para
observarla y conocer mejor sus propiedades. Hacernos más conscientes de este
proceso nos HACE MÁS LIBRES, y
hablar de la utopía nos acerca más a ella y a sus posibilidades, a la búsqueda
de relaciones más ALTERNATIVAS AL MODELO
AL USO, DE MAYOR CALIDAD, MÁS PLÁSTICAS Y QUE NOS AHORREN SUFRIMIENTO. Mi
experiencia profesional y también personal me dice que quien da mucha importancia a su vida
amorosa en detrimento de otros aspectos vitales sufre más, SE SUSCRIBE ANTES AL SUFRIMIENTO COMO META,
en comparación con aquellas personas que muestran menos interés por el campo
sentimental y que ponderan en su justa medida la vivencia del amor.
Me gustaría educar a las nuevas generaciones en un
análisis más crítico de este modelo amoroso y estaría más conforme si les
hiciéramos planteamientos más realistas sobre la arbitrariedad de la elección
amorosa. Me gustaría que entendamos que no hay nadie en el mundo que pueda
colmarnos definitiva y eternamente, que los afectos son múltiples, de diferente
pelaje y complejidad, QUE EL AMOR NO
PUEDE BASARSE EN RENUNCIAS Y SACRIFICIOS Y QUE NUNCA DEBERÍAMOS ABANDONAR
NUESTRA INDIVIDUALIDAD, NUESTROS PROYECTOS PERSONALES, NUESTRO ESPACIO PROPIO
EN ARAS DEL AMOR.
(1) Sangrador, José Luis: “Consideraciones
psicosociales sobre el amor romántico”, en Psicothema 1993, vol. 5, Suplemento,
pp.181-196.
(2) De Rougemont, Denis: El amor y Occidente. Ed. Kairós, Barcelona, 1979.
(3) Ortiz, Lourdes: El sueño de la pasión. Ed. Planeta, Barcelona, 1997.
(4) Altable Vicario, Charo: Penélope o las trampas del amor. Nau Llibres, Valencia, 1998.
(2) De Rougemont, Denis: El amor y Occidente. Ed. Kairós, Barcelona, 1979.
(3) Ortiz, Lourdes: El sueño de la pasión. Ed. Planeta, Barcelona, 1997.
(4) Altable Vicario, Charo: Penélope o las trampas del amor. Nau Llibres, Valencia, 1998.
(Disenso, 45, mayo de 2005)
REFLEXIONES EN TORNO AL
AMOR Y LA VIOLENCIA DE GÉNERO.
La actual concepción mayoritaria que se tiene
acerca del amor romántico y de la conformación de la pareja en Occidente, es
una de las principales causas culturales que sustentan la violencia género,
especialmente en tanto que, dentro de la mitología social asociada con el GÉNERO FEMENINO, la búsqueda del AMOR ROMÁNTICO se
constituye en un ELEMENTO CENTRAL.
Por más cotidiano que nos resulte a todos y todas
el tema del amor romántico, rara vez puede encontrar uno personas que sean
capaces de pararse a racionalizar lo que este concepto supone en nuestras
vidas, así como las diversas maneras que tiene de influirnos, tanto a hombres
como a mujeres, en nuestra experiencia cotidiana, en el día a día de nuestro
discurrir por este mundo tantas veces miserable y cruel.
El amor no entiende de razones, se dice. El amor es
pura pasión, es un sentimiento irracional, se asegura. Como si no hubiese en nuestro
entorno un solo elemento cultural que condicione el modo y la forma como
concebimos tal sentimiento de manera mayoritaria. Como si no fuese
posible pararse a racionalizar aquellos factores socioculturales que lo
determinan previamente incluso a ser vivido y sentido por el sujeto occidental.
El amor forma parte de la mitología
social como si de un extraña fuerza de la naturaleza se tratase, una fuerza que
nadie sabe de dónde viene ni a dónde va, pero que todos y todas dicen reconocer
cuando los arrastra.
En cambio, pocas cosas hay tan influidas y
determinadas por los patrones socio-culturales impuestos desde la publicidad y
los medios de comunicación de masas, como el amor. No, el amor no se genera de
manera fortuita y espontánea, sin más razón de ser que su propia existencia. El
amor no es un ente metafísico que juega caprichosamente con los seres humanos
mientras estos no pueden hacer nada para combatirlo una vez aquel llamó a sus
puertas. El amor romántico es simplemente una
más de las manifestaciones de la cultura occidental, una más de las muchas
manifestaciones de ésta que nace, crece y se desarrolla al amparo de la
mitología social, los cánones y los estereotipos enraizados en ella y
trasmitidos al sujeto a través de la tradición. NOS
SOCIALIZAN PARA AMAR DE UNA DETERMINADA MANERA, PARA SENTIR EL AMOR DE UNA
DETERMINADA MANERA Y NO DE OTRA, igual que nos socializan para
vestir de una determinada manera, comer una determinada comida, o rezar a un
determinado Dios y no a otro. El amor es tan
cultural como puede serlo cualquier otra vivencia social del ser
humano. Además de analizar el amor desde una perspectiva
cultural y antropológica con manifestaciones de corte psicológico, EL AMOR
ROMÁNTICO ES UNA DE LAS PRINCIPALES
RAZONES QUE SUSTENTAN LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN NUESTRA ACTUAL SOCIEDAD
OCCIDENTAL. La mitología del amor romántico
lleva impresa una serie de características
psico-sociales que son en sí mismas una
puerta abierta a la violencia.
El amor como posesión, el amor como propiedad
privada, el amor como compromiso de fidelidad eterna, el amor como vínculo
inquebrantable entre dos amantes que se prometen el uno para el otro hasta que
la muerte los separe, el amor, en definitiva, sustentado en la fidelidad sexual
y el bucle endógeno como máxima expresión del compromiso mutuo, que es esencia
y referencia de la mitología amorosa de occidente, es también base y fundamento
de la violencia de género, y aún más allá de ella, de cualquier tipo de
violencia que se dé en el interior de una determinada pareja, inclusive las de
carácter homosexual entre mujeres. RAZONAR esta afirmación, será el objetivo de este breve
ensayo en adelante. Si bien, no abordaré el hecho desde la perspectiva
femenina, sino desde una perspectiva global.
GÉNERO Y VIOLENCIA DE GÉNERO
El
goteo de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o ex-parejas es tan
constante, que ya prácticamente este tipo de noticias son vistas por los
espectadores con toda naturalidad, como si de una plaga inevitable se tratase.
Afortunadamente, las diferentes instituciones han tratado de combatir
esta indiferencia mediante una serie de campañas de concienciación social que
tienen como objetivo alertar a cada instante de la gravedad del problema, así
como de la necesidad de colaboración ciudadana para poder combatirlo con éxito.
Poco a poco parecen ir lográndose algunos resultados, al menos desde el punto
de vista de la
CONCIENCIACIÓN SOCIAL.
Si hay algo que ha ayudado a ello, es sin duda el
enfoque con el que las instituciones encargadas de combatir el fenómeno han
venido enfocando la problemática en los últimos años. De aquella violencia
que era llamada “pasional”, hemos pasado a la “violencia de género”, una misma
cosa en esencia pero que llamada de una
manera o de otra puede inducir al oyente a reflexiones muy distintas.
De esta manera, se ha conseguido ampliar el estudio y análisis del
problema hacia una perspectiva que va más allá de la mera aplicación de la
violencia física o psicológica por razones pasionales, impulsando la cuestión
hacia una perspectiva donde queda reconocida también la dimensión cultural que
sirve como trasfondo al desarrollo de estos graves hechos delictivos. La cultura, se nos dice, tiene un papel fundamental en las agresiones por
violencia de género, siendo, tal vez, la razón principal que las fundamenta
como tales. LA VIOLENCIA
MACHISTA ES LA CARA MÁS AMARGA Y DOLOROSA DEL PATRIARCADO, LA EXPRESIÓN MÁS
MANIFIESTA Y EVIDENTE DEL SOMETIMIENTO Y ANULACIÓN DE LA MUJER RESPECTO DEL
HOMBRE TODOPODEROSO.
Es por ello, nos dicen, que si se quiere abarcar de
manera efectiva el problema con objeto de darle una solución eficiente, es
necesario que la perspectiva legal e institucional que lo aborde se vea atravesada
por estos condicionantes culturales, pues de otra manera sería imposible
enfrentarse a la problemática en toda su extensión. Por tanto, se debe no sólo
combatir los efectos de la violencia de género en cuanto a tal, sino prevenir sus causas, y estas causas no son otras que las vinculadas con el machismo
aún inherente a nuestra actual sociedad. Esta es la idea actualmente
predominante.
MÁS ALLÁ DEL GÉNERO COMO RAZÓN ÚNICA DE LA
VIOLENCIA
Sin querer negar en ningún momento la validez de
estos planteamientos, sin restarle ni un ápice de importancia al componente
machista-cultural, es más, aceptando como absolutamente válida la tesis que
relaciona estas relaciones machistas con
la raíz del problema, creemos, sin embargo, que el machismo como tal
no es la única causa raíz que ha de ser estudiada, analizada e incorporada a la
legalidad como responsable esencial del problema. Machismo, por desgracia,
existe en otros muchos ámbitos de la vida en sociedad, y sin embargo esto no
tiene como consecuencia que los hombres acaben asesinando a las mujeres por las
que compiten en el mercado laboral, o con las que se tienen que encontrar en
otra multitud de situaciones más o menos conflictivas de la vida cotidiana.
Queremos decir con esto, que la violencia de género con resultado de
muerte no se da en todos los ámbitos de las relaciones de género donde existen
manifestaciones machistas, sino que se da principal y casi exclusivamente en un
marco cultural muy concreto, que es el marco de las relaciones
amorosas, el marco de las relaciones de pareja, aunque pueda
existir también otro tipo de violencia de género en el marco de esas otras
relaciones. Este hecho, lejos de ser visto como
algo anecdótico, se debe entender como un factor determinante para
poder comprender la naturaleza del problema al que nos enfrentamos.
Tanto la historia, como la antropología, nos
enseñan que no en todas las sociedades el amor, las relaciones de parentesco y
las relaciones sexuales, han sido o son concebidas de la misma manera.
Independientemente de las relaciones de género existentes en una determinada
comunidad humana (aunque usualmente asociadas de alguna manera a éstas), el
modo de relacionarse amorosa, sexual y reproductivamente de sus miembros, es
tan variable a lo largo de la historia como puede serlo en el ámbito de las
propias relaciones de género. No existe una ley natural que haga que en todas
las sociedades tenga porque darse un mismo modo de relacionarse amorosa y
sexualmente los integrantes de esa determinada sociedad, como no existe una ley
natural para determinar las relaciones de género. Las
relaciones amorosas, sexuales o reproductivas son, al igual que las relaciones
de género, parte de la esencia cultural de una determinada sociedad.
La pregunta consecuente que se me ocurre es la
siguiente: ¿por qué, entonces, a la hora de analizar la problemática en
torno a la violencia de género con resultado de muerte, se da una importancia
fundamental a los condicionantes sociales que nacen de las relaciones
culturales de género, y, sin embargo, no se hace lo propio con los
condicionantes que pudieran también tener su base en las relaciones culturales
de amor-sexo?, ¿acaso género y amor son una misma y única cosa culturalmente
hablando? No, no lo son. Son conceptos culturalmente diferenciados, aunque
acaben por relacionarse estrechamente en un mismo marco socio-antropológico.
Así pues, si aceptamos la idea de que el machismo inherente a la
violencia de género con resultado de muerte se da principalmente (y casi
exclusivamente) en el marco de las relaciones amoroso-sexuales, no parece tener
mucho sentido abarcar el problema cultural que rodea a lo primero (el género) y
en cambio no hacer lo mismo con el problema cultural que rodea a lo segundo (el
amor), pues probablemente estaremos dejando de lado, como así lo creo, el otro
vértice cultural sobre el que se ancla el devenir cotidiano de esta lacra que
nos afecta a todos y especialmente a las mujeres. Hace falta
profundizar también en esa otra cara de la moneda en la violencia de género que
es el amor concebido según unos determinados parámetros culturales
determinados.
EL AMOR COMO PROPIEDAD PRIVADA
¿Cuál es entonces el estereotipo amoroso que suele
haber detrás de las relaciones sentimentales que dan lugar a la violencia de
género?
El amor como entidad metafísica, el amor como ideal, el amor como modelo
referencial para la búsqueda, el amor como mito del romanticismo pasional,
recorre nuestro mundo cognitivo cual idea natural que nace de lo más profundo
de nuestro ser, a la cual no es posible poner alternativas. Según estas normas no escritas,
estas leyes no impresas, amor es algo parecido a un sentimiento dado entre dos
personas que se desean, y que se vinculan en un mutuo compromiso para hacer
juntos un plan de futuro, prometiéndose mutua fidelidad eterna. Por eso la
mayoría de nosotrxs aspira a encontrar a esa persona con la que compartir su
vida, y con la que fundirse en un compromiso de futuro y una pasión desbocada.
Normalmente creemos que el amor se sustenta en la
atracción sexual, y que los amantes se buscan entre sí para darse en compromiso
mutuo de cuerpo y mente. Intentamos buscar esa persona idealizada que
satisfaga nuestros deseos, acercándose en todo lo posible a la persona que
previamente hemos diseñado en el laboratorio de nuestros sueños, con una
relación que se asemeje lo máximo posible a aquella que previamente habíamos
vislumbrado en la luz de nuestros pensamientos.
CREEMOS CIEGAMENTE EN EL AMOR ROMÁNTICO que estamos acostumbrados a
leer y ver EN
LAS NOVELAS ROSAS Y A VER EN LAS PELÍCULAS DE HOLLYWOOD, en las
series de adolescentes de nuestras televisiones, y en la mayoría de las parejas
que conocemos, y, por ende, eso buscamos creyendo que tal ideal es la única acepción
posible en el mundo de los enamorados, en el ámbito de las relaciones
sentimentales entre seres humanos. Vivimos
esperanzados en encontrar cualquier día –o cualquier noche- ese amante
que encaje con nuestros sueños, logrando colmar de felicidad nuestros deseos
para alegrarnos las vidas. En las revistas y programas del corazón,
en las novelas más famosas, en la literatura más clásica, tenemos la
demostración de que esos sueños son alcanzables. Elaboramos un patrón
imaginario y lo buscamos consciente e inconscientemente.
Pero ese patrón, lejos de ser natural, azaroso o
auto-desarrollado, no es más que
la reproducción sistemática de un pensamiento cultural previamente
interiorizado. Un pensamiento cultural que se basa, como CAUSA PRINCIPAL, EN EL AMOR POSESIVO,
EN EL AMOR COMO PROPIEDAD PRIVADA, es decir, en la mutua fidelidad
sexual y en la percepción de que los amantes se poseen mutuamente, tal que si
fueran el uno del otro por derecho civil y divino. La pareja es, sexual y
amorosamente hablando, para uno/a y sólo para uno/a, no puede ser compartida,
ni se puede aceptar la idea de que eso que es posesión de uno/a, pueda estar,
aunque sólo sea de manera temporal, en manos de otra persona.
LA COMBINACIÓN DE LA MUERTE
Existe entonces la creencia irracional de que la
pérdida de la posesión sentimental lleva implícita la pérdida de una propiedad
privada, la pérdida de una parte de nuestras vidas de la cual depende nuestra
felicidad, e incluso la pérdida de una parte de nuestro honor.
Si a ello le sumamos un contexto social donde el hombre, por
la propia educación que ha recibido y las propias estructuras
sociológicas en las que se desenvuelve desde niño,
tiende a ver a la mujer como un ser sumiso y
subordinado a sus intereses, la perdida de la pareja, o la simple
creencia de que esa posesión sentimental que nos pertenece se ha prestado a
estar en otras manos de manera voluntaria, e incluso ha osado a desafiar
nuestra autoridad respecto de ella, en tal contexto cultural se acaba por
convertir el suceso en una combinación explosiva: la combinación de la
muerte, el culmen de la violencia machista.
Es decir, si el hombre se
auto-percibe culturalmente como un ser superior a la mujer, y, a la par,
entiende también culturalmente la relación amorosa como una relación posesiva,
es decir, una relación donde los amantes se poseen mutuamente, finalmente la mujer acabará siendo vista
como una posesión del hombre, PUES ES LA
PROPIA CULTURA LA QUE ASÍ LO INDICA: LOS DOS SE POSEÉN MUTUAMENTE, PERO EL
HOMBRE MANDA EN ÚLTIMA INSTANCIA.
La relación deja de ser, pues, una relación de doble sentido posesivo,
para convertirse en un objeto cuyo dueño es el hombre. Se
cosifica psicológicamente el concepto mismo de pareja, e implícitamente
se cosifica a la mujer, PASANDO AMBAS
“COSAS” A SER PROPIEDAD PRIVADA DEL HOMBRE QUE ASÍ PIENSA.
Así, a poco que el
hombre perciba de alguna manera (real o ficticia) que este nexo posesivo comienza a romperse, o que está
puesto en entredicho, RECURRIRÁ A LA VIOLENCIA para “re-direccionar”
la relación por el “camino correcto”: el de la sumisión respecto del que se
siente su amo. LOS CELOS, de hecho, suelen ser
una de las principales causas de la violencia de género, tanto física como
psicológica.
De igual manera, en caso de ruptura de la
pareja, o de simple intento de ruptura, cuando lo que antes el hombre veía como
una posesión deja de repente de serlo, cuando los derechos de “propiedad” dejan de tener
efecto, estas mismas personas suelen no estar lo suficiente capacitadas
como para aceptar tal hecho, pues la idea de que la pareja es para uno y sólo
para uno “hasta
que la muerte los separe” prevalece sobre la razón y la independencia de la
otra persona. La violencia es
aquí un modo de indicar que no es posible que la mujer abandone el seno de la
pareja si no es bajo la aceptación voluntaria del hombre, del amo
por excelencia en la relación, del verdadero dueño de la propiedad mutua. La mujer pasa a
ser algo así como un bien ganancial de la pareja, cuyo único administrador es
el hombre.
CONCLUSIÓN
SI EL HOMBRE ES PERCIBIDO CULTURALMENTE COMO UN SER
SUPERIOR A LA MUJER, Y EL AMOR ES ASIMISMO PERCIBIDO CULTURALMENTE COMO UNA
RELACIÓN DE POSESIÓN MUTUA, EXISTE ABIERTA LA PUERTA PARA UNA MACABRA LÓGICA
CULTURAL QUE PUEDE LLEVAR FÁCILMENTE A LA CONCLUSIÓN SENTIDA Y VIVIDA POR EL
HOMBRE DE QUE LA MUJER ES UNA POSESIÓN SUYA Y SOLO SUYA. Amor como PROPIEDAD PRIVADA Y PATRIARCADO son entonces las dos caras de
una misma manera con trágico resultado: la violencia de género en sus
versiones más trágicas y horripilantes.
En consecuencia, si de verdad queremos analizar los
condicionantes culturales que se encuentran en la raíz de la violencia de
género en sus vertientes más dramáticas, mi opinión es que no sólo debemos
centrarnos en el análisis y la concienciación social respecto de los asuntos
relacionados con las relaciones de género propiamente dichas, sino que también
hemos de abordar una necesaria reflexión acerca del modelo amoroso
culturalmente aceptado como mayoritario en la sociedad.
Para combatir esta lacra, pues, no es posible ceder
ante los tabús morales de los sujetos más tradicionales. Y
no debemos hacerlo, ni en lo que se refiere a la creencia extendida entre
algunos hombres de su superior condición respecto de la mujer, ni, por
supuesto, en lo que se refiere a la idea de que el amor es ante todo una
posesión, una relación de mutua fidelidad sexual inquebrantable entre dos
personas.
Curiosamente, aunque siguen siendo residuales respecto del
problema del maltrato hombre-mujer, se están empezando a dar casos, cada vez
con más frecuencia, de violencia sentimental en el interior de las parejas
homosexuales, e incluso de ataques por motivos sentimentales de mujeres a
hombres. Señal de que la problemática de la violencia en la pareja, aunque
mayoritariamente determinada por las cuestiones de género, va más allá de ello.
No queremos decir con esto que las relaciones
amorosas tradicionales deban ser modificadas en la mentalidad colectiva (como sí deben
serlo necesariamente la relaciones machistas de género), lo que
queremos es hacer ver que es necesario concienciar a la gente también de que el
amor es mucho más que una relación de posesión entre dos personas, que es mucho
más que un mutuo compromiso de fidelidad sexual, y, sobre todo, que NO ES SINÓNIMO DE ANULACIÓN DE LA LIBERTAD O DE LOS
DERECHOS DE LA PERSONA con la que se comparte la vida en pareja. CONCIENCIAR ESPECIALMENTE A AQUELLAS MUJERES QUE
HACEN DEL AMOR ROMÁNTICO TRADICIONAL UNA FORMA DE VIDA.
El amor es un COMPROMISO
MUTUO Y LIBRE entre personas, no es una
posesión mutua. Los amantes no se poseen el uno al otro, los
amantes no son el uno para el otro y sólo el uno para el otro, lo amantes son,
simplemente, dos seres libres que se unen en libre compromiso. Esto que así
leído nos puede parecer tan elemental, es un continuo foco de conflicto en el
interior de las parejas tradicionales, que en multitud de ocasiones acaba
derivando hacia las trágicas situaciones ya comentadas.
Es, por tanto, la mujer, la que debe tener claro
que en ningún
momento debería dejarse someter por una relación anclada en la fidelidad sexual,
pues en nuestra actual sociedad patriarcal no hay mayor símbolo de dominación y
posesión que ésta. ROMPAN SUS
CADENAS MENTALES, y romperán también algunas de sus principales cadenas de
género en el interior de una relación amorosa. Simplemente, si
eres mujer, no te sometas al yugo de la fidelidad sexual, sé infiel cuando te
apetezca y deja claro que así lo serás antes de empezar ningún tipo de relación
amorosa, aunque posteriormente jamás llegues a serlo porque simplemente no te
apetezca. No sólo es una cuestión de libertad, también podría llegar a ser una
cuestión de supervivencia. Aunque para ello, claro está, la mujer primero tendrá que dejar de creer en el mito del amor
romántico.
En pocas palabras: Someterse a una relación de
fidelidad sexual también es un potencial peligro de género. Ninguna persona
debería hacerlo.
MALTRÁTAME SUAVEMENTE: LA VIOLENCIA COMO ARMA DE
SEDUCCIÓN...
Desde las películas de Disney,
pasando por las comedias románticas de Hollywood y los dramas españoles hasta
los filmes de acción asiáticos, en muchas de las historias de amor que nos
muestra la gran pantalla hay un elemento recurrente que es común a ellas: el
uso de la violencia –física, psicológica o verbal-por parte de los personajes
masculinos hacia las protagonistas femeninas, quienes a pesar del maltrato -o
precisamente debido a este- caen rendidas a los pies de sus victimarios. ¿Es
que acaso en el cine la violencia es un arma de seducción? ¿Los golpes, los
gritos y las amenazas son sexys?
“Es posible e incluso necesario que al mismo tiempo
que disfrutamos de los videojuegos podamos también ser críticos con respecto a
sus aspectos más problemáticos o dañinos”.
(Anita Sarkeesian)
Desde que soy feminista -hace apenas 4 años atrás- son cada vez más las situaciones en las que se me viene a la mente esta frase de Anita Sarkeesian, una amante de los videojuegos que analiza los estereotipos sexistas que existen en estos productos de entretenimiento. Y es que ponerte las gafas violetas -es decir, adherirte al feminismo- te da una nueva perspectiva en la que la violencia de género o la representación sexista de las mujeres es algo que no puedes pasar por alto ni siquiera cuando estás viendo las películas que más te gustan.
Eso es lo que me pasó hace unos días atrás cuando volví a ver Oldboy, un fascinante drama surcoreano que narra la historia de un hombre en busca de venganza. El protagonista, en medio de su aventura, encuentra a una chica y tras intentar abusarla sexualmente, para luego atarla contra su voluntad y al final encerrarla en una habitación, termina descubriendo que la ama y que -lo que es más sorprendente- es correspondido por ella.
Aunque volví a disfrutar de esta extraordinaria película, este detalle -el de una relación amorosa en la que la violencia contra la mujer es uno de los ingredientes principales- siguió dándome vueltas en la cabeza durante varios días y, poco a poco, fui recordando, uno a uno, varios títulos de películas contemporáneas en las que la violencia masculina parece ser una peligrosa arma de seducción.
Síndrome de amor
Cuando “la víctima de un secuestro, violación o retenida contra su voluntad, desarrolla una relación de complicidad y de un fuerte vínculo afectivo con quien la ha secuestrado” se produce una reacción psicológica conocida como el síndrome de Estocolmo, el cual hoy en día también es empleado para explicar el comportamiento de las mujeres que sufren maltratos por parte de sus parejas y los motivos por los cuales les resulta difícil romper el vínculo con sus agresores.
Como bien sabemos todas, la violencia contra la mujer es un mal que afecta a millones de nosotras en el mundo entero, a tal punto que es considerada un problema de salud que se reproduce como una epidemia en cada rincón del planeta: prueba de ello es que una de cada tres mujeres es víctima de agresiones físicas o sexuales por parte de su pareja.
Hace unos años atrás, escribí un post sobre La Bella y la Bestia en el cual describía cómo las agresiones verbales, físicas y psicológicas que la joven prisionera sufría en el castillo de su captor se justificaban detrás de la moraleja que el popular filme de Disney defendía: el de que la belleza está en el interior, a pesar de que la violencia de la Bestia era explícita: su agresividad era externa y tan temible como su apariencia física.
En ese entonces ya tenía la sospecha de que el “enamoramiento” de Bella estaba más relacionado con los efectos de su reclusión: ella era presa del síndrome de Estocolmo. Ahora estoy segura de que, desde una perspectiva feminista, esa es una interpretación certera, pero lamentablemente Bella no es la única, hay otros personajes femeninos de carne y hueso que también han cambiado la palabracaptor (o agresor) por la palabra amor.
Secuéstrame si puedes
Era finales de 1989 cuando Pedro Almodóvar, quien estaba a punto de estrenar su más reciente película Átame, declaró a la prensa que “Átame equivale a te quiero, con todo lo que ello conlleva, toda esa parte de las relaciones que no estamos dispuestos a aceptar pero que aceptamos porque no queremos ni podemos vivir sin amor”.
De esa manera el cineasta español resumía en buenas cuentas la historia de amor de su último filme en el cual una actriz porno llamada Marina era secuestrada por Ricky, un psicópata que -convencido de que la ama y que ella debería corresponder a sus sentimientos- la mantiene en cautiverio fuertemente atada a una cama.
Durante su secuestro, ella es primero golpeada hasta quedar inconsciente y luego maltratada psicológicamente de una y mil maneras y aunque llega a tener una oportunidad para escapar, prefiere quedarse al lado de su captor. Tal como el título lo dice, al final es la propia víctima quien exige ser atada para evitar así que sus ansias de libertad sean más fuertes y termine huyendo de su secuestrador.
Buffalo 66 también nos presenta una historia de amor nacida a partir de un secuestro: Layla es una estudiante de danza que es raptada por Billy, un hombre que acaba de salir de prisión. El único objetivo del flamante ex convicto es que su víctima se haga pasar por su novia para impresionar a sus padres.
La dinámica de esta pareja protagónica es diferente: además de la escena del secuestro en sí, Billy no hace uso de fuerza física para amedrentar a su prisionera, pero no porque no desee agredir a Layla sino porque esta, para sorpresa de todas, no opone resistencia alguna. Y no sólo eso, sino que a pesar del continuo maltrato verbal al que él la somete a lo largo de la cinta, ella termina siendo la única persona que realmente se interesa por conocer y comprender a Billy.
En comparación con las dos películas mencionadas, en Oldboy -filme cuyo argumento ya comenté al inicio de este post- la relación entre los protagonistas no se inicia con un secuestro sino más bien con una agresión sexual. Dae-Su se desmaya en un restaurante y Mido, la joven chef del lugar, lo lleva a su departamento y lo cuida hasta que él despierta.
Es entonces que, aprovechando la primera oportunidad que tiene, Dae-Su besa a la fuerza a Mido mientras levanta su falda. Si bien, Mido se defiende y logra detener a su agresor, a este intento fallido de violación, le suceden, como ya mencioné, el que ella sea atada y por último encerrada en una habitación por él. Pero nada de esto parece importarle a Mido, quien no duda en declarar su amor a Dae-Su.
Golpéame, mi amor
Quizás no sea casualidad que en 2 de las 3 películas que he elegido para mostrar este tipo de relaciones sentimentales marcadas por la violencia, las protagonistas sean mujeres secuestradas víctimas del “amor” que luego sienten por sus captores. Y es que para mí ese amor es en realidad una manifestación del síndrome de Estocolmo. Lo curioso es que en estos filmes en ningún momento se da a entender o se especifica que los personajes femeninos sufran algún trastorno psicológico.
Ellas son vistas más bien como la compañía perfecta para sus victimarios, ya que representan la esperanza que ellos necesitan para comenzar de nuevo o para seguir adelante. De esta manera se perpetúa la idea de que los cuidados y la actitud comprensiva de estas mujeres los harán cambiar porque amor es todo lo que ellos necesitan, aunque en este caso lo que en realidad les hace falta a Ricky, a Billy y a Dae-Su es ir a la cárcel por los delitos que cometen contra Marina, Layla y Mido, respectivamente.
En estos filmes -y en muchos otros como El guardaespaldas (1992) o El cazarrecompensas (2010)- la violencia masculina no es cuestionada, ni siquiera es mencionada de manera explícita: ninguno de los personajes femeninos hace referencia a los maltratos sufridos, estos parecen ser aceptados de antemano como algo propio del carácter de sus compañeros o como parte de la singular relación que han establecido con ellos. La violencia masculina ha sido normalizada a tal grado que las agresiones cometidas por los hombres no son vistas como algo más que un elemento que le añade intensidad a la dinámica del enamoramiento o de la seducción.
Si bien Átame, Buffalo 66 y Oldboy son algunas de mis películas favoritas, el disfrutar de ellas no significa que no pueda notar su aspecto problemático o dañino como el que he mencionado líneas arriba, el cual por cierto me recuerda un dicho popular limeño: “Más te pego, más te quiero”. Esta frase se emplea para hacer referencia a la dinámica de las parejas de la región andina, el llamado “amor serrano” -procedente de la región de la sierra peruana-, el cual en el imaginario colectivo se supone que está caracterizado por la violencia contra la mujer. Cierta o no, esta frase parece resumir muy bien la relación amorosa en una buena cantidad de películas del cine contemporáneo proveniente de diferentes partes del mundo.
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