El mundo no nos pertenece. Si tiene un dueño que es tan estúpido como para quererlo tal como es, que se lo quede. Dejémosle contar ruinas en lugar de edificios, cementerios en lugar de ciudades, lodo en vez de ríos y fango infecto en vez de mares.

Nunca dejes de luchar¡¡

'feminicidio o auto-construcción de la mujer

PARA QUE AUMENTE EL CONOCIMIENTO DEBE EXISTIR EL DESACUERDO. Y ESTE PROGRESO DEL CONOCIMIENTO SE PRODUCE A PARTIR DE LA ENUNCIACIÓN DE TEORÍAS AUDACES Y SU CONTRASTACIÓN Y DISCUSIÓN CRÍTICA. PARA EL AVANCE Y EL AUMENTO EN LA PROFUNDIDAD DEL CONOCIMIENTO SE PRODUCE A TRAVÉS DE PROPONER IDEAS AUDACES Y TRATAR DE PROBARLAS, DE CONVERSACIONES, DE DISCUSIONES, EN LAS QUE LOS INTERLOCUTORES, DESDE PUNTOS OPUESTOS, VAN DEFINIENDO CONSTRUYENDO UNA FORMA DE INTERPRETAR SU ENTORNO.

CAPITALISMO

CAPITALISMO
No es natural sentirse bien en un mundo enfermo, y lleno de injusticia

el problema

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LAS VERDADES SON HECHOS.

LAS VERDADES SON HECHOS.

punk, oi, hard core

viernes, 10 de junio de 2016

LA TRAGEDIA DE LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER- Arquitectos del Control-La multitarea te vuelve más tonto.EL INFANTILISMO te somete- Sistema monetario mundial: ¡Bienvenidos al circo!





LA TRAGEDIA DE LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER. EMMA GOLGMAN



Comenzaré admitiendo lo siguiente: sin tener en cuenta las teorías políticas y económicas que tratan de las diferencias fundamentales entre las varias agrupaciones humanas; sin miramiento alguno para las distinciones de raza o de clase, sin parar mientes en la artificial línea divisoria entre los derechos del hombre y de la mujer, sostengo que puede haber un punto en cuya diferenciación misma se ha de coincidir, encontrarse y unirse en perfecto acuerdo.
Con esto no quiero proponer un pacto de paz. El general antagonismo social que se posesionó de la vida contemporánea, originado, por fuerzas de opuestos y contradictorios intereses, ha de derrumbarse cuando la reorganización de la vida societaria, al basarse sobre principios económicos justicieros, sea un hecho y una realidad.
La paz y la armonía entre ambos sexos y entre los individuos, no ha de depender necesariamente de la igualdad superficial de los seres, ni tampoco traerá la eliminación de los rasgos y de las peculiaridades de cada individuo. El problema planteado actualmente, pudiendo ser resuelto en un futuro cercano, consiste en preciarse de ser uno mismo, dentro de la comunión de la masa de otros seres y de sentir hondamente esa unión con los demás, sin avenirse por ello a perder las características más salientes de sí mismo. Esto me parece a mí que deberá ser la base en que descansa la masa y el individuo, el verdadero demócrata y el verdadero individualista, o donde el hombre y la mujer han de poderse encontrar sin antagonismo alguno. El lema no será: perdonaos unos a otros, sino: comprendeos unos a otros. La sentencia de Mme. Stael citada frecuentemente: Comprenderlo todo es perdonarlo todo, nunca me fue simpática; huele un poco a sacristía; la idea de perdonar a otro ser demuestra una superioridad farisaica.
Comprenderse mutuamente es para mí suficiente. Admitida en parte esta premisa, ella presenta el aspecto fundamental de mi punto de vista acerca de la emancipación de la mujer y de la entera repercusión en todas las de su sexo.
Su completa emancipación hará de ella un ser humano, en el verdadero sentido. Todas sus fibras más íntimas ansían llegar a la máxima expresión del juego interno de todo su ser, y barrido todo artificial convencionalismo, tendiendo a la más completa libertad, ella irá luego borrando los rezagos de centenares de años de sumisión y de esclavitud.
Este fue el motivo principal y el que originó y guió el movimiento de la emancipación de la mujer. Más los resultados hasta ahora obtenidos, la aislaron despojándola de la fuente primaveral de los sentidos y cuya dicha es esencial para ella. La tendencia emancipadora, afectándole sólo en su parte externa, la convirtió en una criatura artificial, que tiene mucho parecido con los productos de la jardinería francesa con sus jeroglíficos y geometrías en forma de pirámide, de conos, de redondeles, de cubos, etc.; cualquier cosa, menos esas formas sumergidas por cualidades interiores. En la llamada vida intelectual, son numerosas esas plantas artificiales en el sexo femenino.
¡Libertad e igualdad para las mujeres! Cuántas esperanzas y cuántas ilusiones despertaron en el seno de ellas, cuando por primera vez estas palabras fueron lanzadas por los más valerosos y nobles espíritus de estos tiempos. Un sol, en todo el esplendor de su gloria emergía para iluminar un nuevo mundo; ese mundo, donde las mujeres se hallaban libres para dirigir sus propios destinos; un ideal que fue merecedor por cierto de mucho entusiasmo, de valor y perseverancia, y de incesantes esfuerzos por parte de un ejército de mujeres, que combatieron todo lo posible contra la ignorancia ylos prejuicios.
Mi esperanza también iba hacia esa finalidad, pero opino que la emancipación como es interpretada y aplicada actualmente, fracasó en su cometido fundamental. Ahora la mujer se ve en la necesidad de emanciparse del movimiento emancipacionista si desea hallarse verdaderamente libre. Puede esto parecer paradójico, sin embargo es la pura verdad.
¿Qué consiguió ella, al ser emancipada? Libertad de sufragio, de votar. ¿Logró depurar nuestra vida política, como algunos de sus más ardientes defensores predecían? No, por cierto. De paso hay que advertir, ya llegó la hora de que la gente sensata no hable más de corruptelas políticas en tono campanudo. La corrupción en la política nada tiene que ver con la moral o las morales, ya provenga de las mismas personalidades políticas.
Sus causas proceden de un punto solo. La política es el reflejo del mundo industrial, cuya máxima es: bendito sea el que más toma y menos da; compra lo más baratoy vende lo más caro posible, la mancha en una mano, lava la otra. No hay esperanza alguna de que la mujer, aun con la libertad de votar, purifique la política.
El movimiento de emancipación trajo la nivelación económica entre la mujer y el hombre; pero como su educación física en el pasado y en el presente no le suministró la necesaria fuerza para competir con el hombre, a menudo se ve obligada a un desgaste de energías enormes, a poner en máxima tensión su vitalidad, sus nervios a fin de ser evaluada en el mercado de la mano de obra. Raras son las que tienen éxito, ya que las mujeres profesoras, médicas, abogadas, arquitectos e ingenieros, no merecen la misma confianza que sus colegas los hombres, y tampoco la remuneración para ellas es paritaria. Y las que alcanzan a distinguirse en sus profesiones, lo hacen siempre a expensas de la salud de sus organismos. La gran masa de muchachas y mujeres trabajadoras, ¿qué independencia habrían ganado al cambiar la estrechez y la falta de libertad del hogar, por la carencia total de libertad de la fábrica, de la confitería, de las tiendas o de las oficinas? Además está el peso con el que cargarán muchas mujeres al tener que cuidar el hogar doméstico, el dulce hogar, donde solo hallarán frío, desorden, aridez, después de una extenuante jornada de trabajo. ¡Gloriosa independencia esta! No hay pues que asombrarse que centenares de muchachas acepten la primera oferta de matrimonio, enfermas, fatigadas de su independencia, detrás del mostrador, o detrás de la máquina de coser o escribir. Se hallan tan dispuestas a casarse como sus compañeras de la clase media, quienes ansían substraerse de la tutela paternal.
Esa sedicente independencia, con la cual apenas se gana para vivir, no es muy atrayente, ni es un ideal; al cual no se puede esperar que se le sacrifiquen todas las cosas. La tan ponderada independencia no es después de todo más que un lento proceso para embotar, atrofiar la naturaleza de la mujer en sus instintos amorosos y maternales.
Sin embargo la posición de la muchacha obrera es más natural y humana que la de su hermana de las profesiones liberales, quien al parecer es más afortunada, profesoras, médicas, abogadas, ingenieras, las que deberán asumir una apariencia de más dignidad, de decencia en el vestir, mientras que interiormente todo es vacío y muerte.
La mezquindad de la actual concepción de la independencia y de la emancipación de la mujer; el temor de no merecer el amor del hombre que no es de su rango social; el miedo que el amor del esposo le robe su libertad; el horror a ese amor o a la alegría de la maternidad, la inducirá a engolfarse cada vez más en el ejercicio de su profesión, de modo que todo esto convierte a la mujer emancipada en una obligada vestal, ante quien la vida, con sus grandes dolores purificadores y sus profundos regocijos, pasa sin tocarla ni conmover su alma.
La idea de la emancipación, tal como la comprende la mayoría de sus adherentes y expositores, resulta un objetivo limitadísimo que no permite se expanda ni haga eclosión; esta es: el amor sin trabas, el que contiene la honda emoción de la verdadera mujer, la querida, la madre capaz de concebir en plena libertad.
La tragedia que significa resolver su problema económico y mantenerse por sus propios medios, que hubo de afrontar la mujer libre, no reside en muchas y variadas experiencias, sino en unas cuantas, las que más la aleccionaron. La verdad, ella sobrepasa a su hermana de las generaciones pretéritas, en el agudo conocimiento de la vida y de la naturaleza humana; es por eso que siente con más intensidad la falta de todo lo más esencial en la vida ­lo único apropiado para enriquecer el alma humana, ­y que sin ello, la mayoría de las mujeres emancipadas se convierten a un automatismo profesional.
Semej ante estado de cosas fue previsto por quienes supieron comprender que en los dominios de la ética quedaban aún en pie muchas ruinas de los tiempos, en que la superioridad del hombre fue indisputada; y que esas ruinas eran todavía utilizadas por las numerosas mujeres emancipadas que no podían hacer a menos de ellas. Es que cada movimiento de tinte revolucionario que persigue la destrucción de las instituciones existentes con el fin de reemplazarlas por otra estructura social mejor, logra atraerse innumerables adeptos que en teoría abogan por las ideas más radicales y en la práctica diaria, se conducen como todo el mundo, como los inconscientes y los filisteos (burgueses), fingiendo una exagerada respetabilidad en sus sentimientos e ideas y demostrando el deseo de que sus adversarios se formen la más favorable de las opiniones acerca de ellos. Aquí, por ejemplo, tenemos los socialistas y aun los anarquistas, quienes pregonan que la propiedad es un robo, y asimismo se indignarán contra quien les adeude por el valor de media docena de alfileres.
La misma clase de filisteísmo se encuentra en el movimiento de emancipación de la mujer. Periodistas amarillos y una literatura ñoña y color de rosa trataron de pintar a las mujeres emancipadas de un modo como para que se les erizaran los cabellos a los buenos ciudadanos y a sus prosaicas compañeras. De cada miembro perteneciente a las tendencias emancipacionistas, se trazaba un retrato parecido al de Georges Sand, respecto a su despreocupación por la moral. Nada era sagrado para la mujer emancipada, según esa gente. No tenía ningún respeto por los lazos ideales de una mujer y un hombre. En una palabra, la emancipación abogaba solo por una vida de atolondramiento, de lujuria y de pecado; sin miramiento por la moral, la sociedad y la religión. Las propagandistas de los derechos de la mujer se pusieron furiosas contra esa falsa versión, y exentas de ironía y humor, emplearon a fondo todas sus energías para probar que no eran tan malas como se les había pintado, sino completamente al reverso. Naturalmente ­decían­ hasta tanto la mujer siga siendo esclava del hombre, no podrá ser buena ni pura; pero ahora que al fin se ha libertado demostrará cuan buena será y cómo su influencia deberá ejercer efectos purificadores en todas las instituciones de la sociedad. Cierto, el movimiento en defensa de los derechos de la mujer dio en tierra con más de una vieja traba o prejuicio, pero se olvidó de los nuevos.
El gran movimiento de la verdadera emancipación no se encontró con una gran raza de mujeres, capaces y con el valor de mirar en la cara a la libertad. Su estrecha y puritana visión, desterró al hombre, como a un elemento perturbador de su vida emocional, y de dudosa moralidad. El hombre no debía ser tolerado, a excepción del padre y del hijo, ya que un niño no vendrá a la vida sin el padre. Afortunadamente, el más rígido puritanismo no será nunca tan fuerte que mate el instinto de la maternidad. Pero la libertad de la mujer, hallándose estrechamente ligada con la del hombre, y las llamadas así hermanas emancipadas pasan por alto el hecho que un niño al nacer ilegalmente necesita más que otro el amor y cuidado de todos los seres que están a su alrededor, mujeres y hombres. Desgraciadamente esta limitada concepción de las relaciones humanas hubo de engendrar la gran tragedia existente en la vida del hombre y de la mujer moderna.
Hace unos quince años que apareció una obra cuyo autor era la brillante escritora noruega Laura Marholom. Se titulaba La mujer, estudio de caracteres. Fue una de las primeras en llamar la atención sobre la estrechez y la vaciedad del concepto de la emancipación de la mujer, y de los trágicos efectos ejercidos en su vida interior. En su trabajo, Laura Marholom traza las figuras de varias mujeres extraordinariamente dotadas y talentosas de fama internacional; habla del genio de Eleonora Duse; de la gran matemática y escritora Sonya Kovalevskaia; de la pintora y poetisa innata que fue María Bashkirtzeff, quien murió muy joven. A través de la descripción de las existencias de esos personajes femeninos y a través de sus extraordinarias mentalidades, corre la trama deslumbrante de los anhelos insatisfechos, que claman por un vivir más pleno, más armonioso y más bello y al no alcanzarlo, de ahí su inquietud y su soledad. Y a través de esos bocetos psicológicos, magistralmente realizados, no se puede menos de notar que cuanto más alto es el desarrollo de la mentalidad de una mujer, son más escasas las probabilidades de hallar el ser, el compañero de ruta que le sea completamente afín; el que no verá en ella, no solamente la parte sexual, sino la criatura humana, el amigo, el camarada de fuerte individualidad, quien no tiene por qué perder un solo rasgo de su carácter.
La mayoría de los hombres, pagados por su suficiencia, con su aire ridículo de tutelaje hacia el sexo débil, resultarían entes algo absurdos, imposibles para una mujer como las descritas en el libro de Laura Marholom. Igualmente imposible sería que no se quisiese ver en ellas más que sus mentalidades y su genio, y no se supiese despertar su naturaleza femenina.
Un poderoso intelecto y la fineza de sensibilidad y sentimiento son dos facultades que se consideran como los necesarios atributos que integrarán una bella personalidad. En el caso de la mujer moderna, ya no es lo mismo. Durante algunos centenares de años el matrimonio basado en la Biblia, hasta la muerte de una de las partes, se reveló como una institución que se apuntaba en la soberanía del hombre en perjuicio de la mujer, exige su completa sumisión a su voluntad y a sus caprichos, dependiendo de él por su nombre y por su manutención. Repetidas veces se ha hecho comprobar que las antiguas relaciones matrimoniales se reducían a hacer de la mujer una sierva y una incubadora de hijos. Y no obstante, son muchas las mujeres emancipadas que prefieren el matrimonio a las estrecheces de la soltería, estrecheces convertidas en insoportables por causa de las cadenas de la moral y de los prejuicios sociales, que cohíben y coartan su naturaleza.
La explicación de esa inconsistencia de juicio por parte del elemento femenino avanzado, se halla en que no se comprendió lo que verdaderamente significaba el movimiento emancipacionista. Se pensó que todo lo que se necesitaba era la independencia contra las tiranías exteriores; y las tiranías internas, mucho más dañinas a la vida y a sus progresos ­las convenciones éticas y sociales­ se las dejó estar, para que se cuidaran a sí mismas, y ahora están muy bien cuidadas. Y éstas parece que se anidan con tanta fuerza y arraigo en las mentes y en los corazones de las más activas propagandistas de la emancipación, como los que tuvieron en las cabezas y en los corazones de sus abuelas.
¿Esos tiranos internos acaso no se encarnan en la forma de la pública opinión, o lo que dirá mamá, papá, tía, y otros parientes; lo que dirá Mrs. Grundy, Mr. Comstock, el patrón, y el Consejo de Educación? Todos esos organismos tan activos, pesquisas morales, carceleros del espíritu humano, ¿qué han de decir? Hasta que la mujer no haya aprendido a desafiar a todas las instituciones, resistir firmemente en su sitio, insistiendo que no se la despoje de la menor libertad; escuchando la voz de su naturaleza, ya la llame para gozar de los grandes tesoros de la vida, el amor por un hombre, o para cumplir con su más gloriosa misión, el derecho de dar libremente la vida a una criatura humana, no se puede llamar emancipada. Cuántas mujeres emancipadas han sido lo bastante valerosas para confesarse que la voz del amor lanzaba sus ardorosos llamados, golpeaba salvajemente su seno, pidiendo ser escuchado, ser satisfecho.
El escritor francés Jean Reibrach, en una de sus novelas, New Beauty ­La Nueva Belleza­ intenta describir el ideal de la mujer bella y emancipada. Este ideal está personificado en una joven, doctorada en medicina. Habla con mucha inteligencia y cordura de cómo debe alimentarse un bebé; es muy bondadosa, suministra gratuitamente sus servicios profesionales y las medicinas para las madres pobres. Conversa con un joven, una de sus amistades, acerca de las condiciones sanitarias del porvenir y cómo los bacilos y los gérmenes serán exterminados una vez que se adopten paredes y pisos de mármol, piedra o baldosas, haciendo a menos de las alfombras y de los cortinados. Ella naturalmente, viste sencillamente y casi siempre de negro. El joven, quien en el primer encuentro se sintió intimidado ante la sabiduría de su emancipada amiga, gradualmente la va conociendo y comprendiendo cada vez más, hasta que un buen día se da cuenta que la ama. Los dos son jóvenes, ella es buena y bella y, aunque un tanto severa en su continencia, su apariencia se suaviza con el inmaculado cuello y puños. Uno esperaría que le confesara su amor, pero él no está por cometer ningún gesto romántico y absurdo. La poesía y el entusiasmo del amor le hacen ruborizar, ante la pureza de la novia. Silencia el naciente amor, y permanece correcto. También, ella es muy medida, muy razonable, muy decente. Temo que de haberse unido esa pareja, el jovencito hubiera corrido el riesgo de helarse hasta morirse. Debo confesar que nada veo de hermoso en esta nueva belleza, que es tan fría como las paredes y los pisos que ella sueña implantar en el porvenir. Prefiero más bien los cantos de amor de la época romántica, don Juan y Venus, más bien el mocetón que rapta a su amada en una noche de luna, con las escaleras de cuerda, perseguido por la maldición del padre y los gruñidos de la madre, y el chismorreo moral del vecindario, que la corrección y la decencia medida por el metro del tendero. Si el amor no sabe darse sin restricciones, no es amor, sino solamente una transacción, que acabará en desastre por el más o el menos.
La gran limitación de miras del movimiento emancipacionista de la actualidad, reside en su artificial estiramiento y en la mezquina respetabilidad con que se reviste, lo que produce un vacío en el alma de la mujer, no permitiéndole satisfacer sus más naturales ansias. Una vez hice notar que parecía existir una más estrecha relación entre la madre de corte antiguo, el ama de casa siempre alerta, velando por la felicidad de sus pequeños y el bienestar de los suyos, y la verdadera mujer moderna, que con la mayoría de las emancipadas. Estas discípulas de la emancipación depurada, clamaron contra mi heterodoxia y me declararon buena para la hoguera. Su ciego celo no les dejó ver que mi comparación entre lo viejo y lo nuevo tendía solamente a probar que un buen número de nuestras abuelas tenían más sangre en las venas, mucho más humor e ingenio, y algunas poseían en alto grado naturalidad, sentimientos bondadosos y sencillez, más que la mayoría de nuestras profesionales emancipadas que llenan las aulas de los colegios, las universidades y las oficinas. Esto después de todo no significa el deseo de retornar al pasado, ni relegar a la mujer a su antigua esfera, la cocina y al amamantamiento de las crías.
La salvación estriba en una enérgica marcha hacia un futuro cada vez más radiante. Necesitamos que cada vez sea más intenso el desdén, el desprecio, la indiferencia contra las antiguas tradiciones y los viejos hábitos. El movimiento emancipacionista ha dado apenas el primer paso en este sentido. Es de esperar que reúna sus fuerzas para dar otro. El derecho del voto, de la igualdad de los derechos civiles, pueden ser conquistas valiosas; pero la verdadera emancipación no empieza en los parlamentos, ni en las urnas. Empieza en el alma de la mujer. La historia nos cuenta que las clases oprimidas conquistaron su verdadera libertad, arrancándosela a sus amos en una serie de esfuerzos. Es necesario que la mujer se grabe en la memoria esa enseñanza y que comprenda que tendrá toda la libertad que sus mismos esfuerzos alcancen a obtener. Es por eso mucho más importante que comience con su regeneración interna, cortando el lazo del peso de los prejuicios, tradiciones y costumbres rutinarias. La demanda para poseer iguales derechos en todas las profesiones de la vida contemporánea es justa; pero, después de todo, el derecho más vital es el de poder amar y ser amada.
Verdaderamente, si de una emancipación apenas parcial se llega a la completa emancipación de la mujer, habrá que barrer de una vez con la ridícula noción que ser amada, ser querida y madre, es sinónimo de esclava o de completa subordinación. Deberá hacer desaparecer la absurda noción del dualismo del sexo, o que el hombre y la mujer representan dos mundos antagónicos.
La pequeñez separa; la amplitud une. Dejen que seamos grandes y generosos. Déjenos hacer de lado un cúmulo de complicadas mezquindades para quedarnos con las cosas vitales. Una sensata concepción acerca de las relaciones de los sexos no ha de admitir el conquistado y el conquistador; no conoce más que esto: prodigarse, entregarse sin tasa para encontrarse a sí mismo más rico, más profundo, mejor. Ello sólo podrá colmar la vaciedad interior, y transformar la tragedia de la emancipación de la mujer, en gozosa alegría, en dicha ilimitada.







Arquitectos del Control 1/7  



Desde la sombra (E34): Sistema monetario mundial: ¡Bienvenidos al circo!



CAPITALISMO (POEMA)







El hombre seboso y trajeado se cuela en nuestra cama cada noche

después de follarse al universo viene a susurrarnos nanas

su obsesión por nosotros no descansa nunca

en nuestros sueños nos persigue

con su disfraz de perro, de vendedor, de cura

de espiga de trigo, de pistola en el bolsillo

su disfraz de muerte, su disfraz de vida



sé que tú le gustas con ojeras

yo le pongo cachondo cuando estoy cansada

me quiere flaca aunque me tienta con chucherías

y a ti elegante aunque te duelan los huesos



me empuja a emborracharme pero no por diversión

sino para olvidar

que mis horas de ocio se cierran siempre con balance negativo



cuando estamos a punto de enfermar por agotamiento

nos premia con unas vacaciones

y nos tiende los billetes como el cazador

lanza un hueso al galgo que ahorcará mañana



me instiga a desear cosas que no necesito

aunque él nunca tiene para mí un regalo



dice que mis enemigos son aquellos

que quieren lo mismo que yo

porque no hay bastante

nunca hay bastante para todos



y nos cobra por lo que no es de nadie

por el agua de lluvia

por el sol y la arena

por los claros del bosque

y los manantiales



secuestra a mi amor durante 10 horas cada día

y cada día me lo devuelve más viejo



con sus brazos lascivos abraza a mi hija

y yo grito ¡huye!

-he visto los primeros signos de rendición

en su rostro inocente-

pero no sé mostrarle la puerta de salida



y más que mi felicidad, lo que a él le preocupa

es atisbar en mi cara un rastro de consuelo

que me permita llegar hasta la próxima tregua



cada día me pone café en los labios

para que aguante, y luego una pastilla

que me aplaque los nervios para que descanse y duerma

mientras él sigue haciendo conmigo lo que le viene en gana



(a veces se tumba sobre mí y yo con los ojos abiertos

miro al techo, y si se da cuenta me dice

que ya va siendo hora de pintarlo)



envenena la comida con que me alimenta

me prohíbe fumar mientras engorda mi ansiedad

y me quita los chupetes que podrían consolarme



provoca mi llanto

y después me obliga a maquillar las señales de la tristeza



si me pongo rebelde, ríe paternalista

cuenta que él también pasó por esa época

y mi rebeldía la rebaja a moda

que luce en camisetas los sábados por la mañana

cuando sale a comprar los cruasanes y el periódico



él me da detalle de cada asesinato, de todas las guerras

de las violaciones y los golpes de estado



pero tanta información me deja sorda y ya no escucho

los crujidos ni los llantos en voz baja

las señales del desmoronamiento



y él calla que cada muerto, cada herido

las mujeres violadas y los que sufren torturas

todos recibieron su visita antes de convertirse en lo que son ahora



se zafa de las culpas con promesas

pero yo sé que una palabra suya

bastará para condenarnos



y si desaparece es para espiar a salvo y oculto

en los bares, en los hoteles, en los baños, en las celdas



tengo que darle las gracias porque

¡tú eres una mujer moderna!, grita animoso

de las que habla inglés, trabaja en casa y en la oficina

va al gimnasio y aparenta menos edad de la que dice el dni

tienes nociones de pedagogía aunque apenas veas a tus hijos



y además fuiste bendecida con una vocación

para que puedas sentirte mejor que otras

(y yo callo que yo no quiero ser artista

si eso va a convertirme en diferente

porque ya me siento lo bastante sola

y no quiero competir en más carreras)



si muestro debilidad, susurra, todos querrán aprovecharse

(como si él dejara algo para los otros)

mejor será que despliegue arrogancia

(con todos menos con él)



de todo me habla pero no de quién recogerá los restos del naufragio

ni en qué lugar nos reuniremos los náufragos para organizarnos

para hacer un fuego, compartir la comida y quitarnos el frío



aunque antes hay que hacer acopio de fuerzas

para no abandonarse cada uno en su rincón



Un día, no sé cuándo, yo le voy a cobrar

sus cadáveres, las humillaciones

el secuestro de la inocencia

el expolio de los sueños



yo le voy a cobrar, no sé cuándo



y la primera puñalada que le voy a meter

va a ser por las caricias que no nos dimos

por los polvos que no echamos

tú y yo

cada vez que se cuela en nuestra cama

y nos dice que mañana, mañana, mañana

mañana el despertador sonará a las 6.30



y veinte minutos más de sueño

nos harán mejores soldados a su servicio



Te lo juro, mi amor. Una puñalada

por cada polvo que nos robó

y luego ya el resto, por los presos, por los indigentes

por los que dejan atrás casa y familia

por el dolor que no merecemos sufrir ni ver

por los campos arrasados

por los animales que se hacinan

por los niños que trabajan

por los ojos que se cierran por el cansancio y la muerte

por el tiempo que no volverá

por la vida que nos robaron

por la vida

mi amor

por la vida.



 


EL INFANTILISMO COMO HERRAMIENTA DE DOMINACIÓN.







El estado permanente de infantilización de la sociedad desde la cuna hasta la tumba es posible por la delegación de la responsabilidad que hace el individuo (de él y sus semejantes) a unas instituciones que ha cambio de seguridad y cierto bienestar en forma de entretenimiento, le ofrecerá su fuerza de trabajo y en buena medida el consentimiento para hacer de su vida una continua obediencia basada en la mayoría de las ocasiones en la resignación e incapacidad del sujeto o en una minoría de las ocasiones en su ansías de conquista por el poder económico y político.


El infantilismo en el peor sentido de su acepción produce la "inconsciencia" (entrecomillo para no darle un sentido literal al término pues considero que no nacemos inconscientes del todo, sino que nos convertimos por influencia de la propaganda en seres en mayor o menor grado inconscientes) que después podrá usar el hombre para justificarse de las mil y una maneras o de otro modo alegar ignorancia sobre unos sucesos que le competen o lo acabarán competiendo de alguna manera en el transcurso de su vida.


La cura al infantilismo pasaría por erradicar sobretodo y en buena medida la obediencia a las instituciones que por excelencia representan el poder y al semejante que nos quiera someter de alguna forma.


La toma de responsabilidad o de conciencia hacia uno mismo y después a nuestros semejantes será vital para producir un cambio radical y significativo, de manera que podamos tomar las decisiones más relevantes que nos afectan y así ser lo suficientemente autónomos e independientes para también ser libres de nuestros actos con nosotros mismos y los otros.


Fomentar el infantilismo de las instituciones como primero la escuela, después el instituto y la universidad, pasando por la familia y rematándolo con la propaganda a través de los medios de comunicación de masas (cine, televisión, radio, literatura e internet) sólo crea y creará más confusión y caos en la sociedad, constituyendo individuos atomizados, temerosos y mediocres. Seres que agonizan y sobreviven por puro instinto de supervivencia alimentándose de engaños inducidos desde el poder (sistema de dominación) para de esta manera poder autoengañarse y reconfortarse en su mediocridad e infantilismo.


Evidentemente esperar un cambio desde el exterior es un signo de infantilismo, es decir, EL ESTADO JUNTO CON EL CAPITAL Y EL MONOPOLIO DE LA PROPAGANDA QUE EJERCEN A LA PAR CON SUS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MASAS SIEMPRE VELAN Y VELARÁN POR SUS RESPECTIVOS INTERESES, EL PODER INSTITUCIONAL Y ECONÓMICO ESTARÁN SIEMPRE GARANTIZADOS SI LA PROPAGANDA ES RECIBIDA Y ASIMILADA POR EL CONSUMIDOR PASIVO, DE ESTE MODO LA INFORMACIÓN DA FORMA AL PENSAMIENTO PARA CONCRETAR Y DEFINIR DESPUÉS LA VOLUNTAD DEL INDIVIDUO MEDIOCRE, SU ESFERA PRIVADA ES INVADIDA POR LA INFORMACIÓN DESDE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MASAS  PARA DESPUÉS CONFORMAR LA ESFERA PÚBLICA EN LA QUE ACTÚA EL INDIVIDUO EN EL PLANO SOCIAL, DE MANERA QUE LAS RELACIONES SOCIALES QUEDAN DEFINIDAS POR EL PODER A TRAVÉS DE SUS MEDIOS DE PERSUASIÓN QUE SON ACEPTADAS POR UNA INMENSA MAYORÍA DE LA SOCIEDAD.(como sucede con las redes sociales).


 
La multitarea te vuelve más tonto.
Los nuevos hábitos tecnológicos abren muchos debates interesantes como por ejemplo, que consiguen alejarnos de las personas cercanas y nos acercan a las que están lejos. Que preferimos ver la vida a través de una pantalla o que preferimos, fotografiar y compartir… que vivir la experiencia por nosotros mismos. Todas estas cuestiones son de índole social y de estilos de vida que estamos dispuestos a permitir o cambiar pero… ¿también está afectando a nuestra forma y capacidad de pensar?.
Como ya advertían autores como Marshall McLuhan, nuestros medios de comunicación de masas (y ahora también las redes sociales) amplifican lo mismo que limitan nuestras facultades y los científicos ya están empezando a extraer conclusiones del daño físico que le causa a nuestro cerebro la infoxicación a la que lo vemos sometido más allá de nuestra mermada capacidad de reflexión. Antes abríamos la página de inicio y buscábamos en Google u otro navegador, aquello que nos interesaba. Ahora abrimos varias pestañas de redes sociales, portales de internet, webs temáticas y navegamos a través de ellas freneticamente mientras leemos titulares y ojeamos fotografías sin a penas detenernos a leer el contenido o reflexionar sobre él.

¿No te has visto a ti mismo abriendo enlaces en distintas pestañas sin que llegues nunca a leer lo que hay dentro de ellos?
Para estudiar todo esto, profesionales como el doctor Daniel J. Levitin han reunido a una serie de profesionales para realizar distintos estudios científicos especializados en la “multitarea digital” y ha obtenido resultados impactantes.
En un artículo publicado por The Guardian incluso invita a intentar leer el artículo (tanto el original en inglés como este mismo) sin caer en la tentación de cambiar de pestaña o ver si hay alguna notificación nueva en nuestro smartphone. Quizás hoy puedas hacerlo. Será un gran paso pero recuerda: tendrás que transformarlo en un hábito si no quieres atrofiar tu cerebro.
Nuestros inseparables dispositivos de telefonía móvil son, según Daniel J. Levitin  como “navajas suizas” que contienen todo tipo de aplicaciones para navegar el mundo online pero también offline. Esta es la parte buena. La mala, es que las usamos todo el tiempo, compulsivamente y la mayoría del tiempo, innecesariamente.

Desde hace años, los profesionales de “gestión del tiempo” han venerado la multitarea. O lo que es lo mismo, poder hacer varias cosas al mismo tiempo para aumentar nuestra productividad y ser más “efectivos”. Pero  por suerte, la neurociencia ha conseguido demostrar que la multitarea es en realidad la ilusión placebo que somos nos hace creer que somos más efectivos: hacemos más cosas pero las hacemos peor y al final perdemos nuestra capacidad de profundizar en un tema, concentrarnos o tomar buenas decisiones en referencia a la información que estamos recibiendo.
“COLOCADOS” POR LA MULTITAREA
Otro experto del MIT en neurociencia, Earl Miller, señala que nuestro cerebro no está diseñado para la multitarea. Es sólo una ilusión porque en realidad, cuando las personas creen que están haciendo múltiples tareas al mismo tiempo, en realidad están apagando una tarea y encendiendo otra, apagando de nuevo y volviendo a encender… y así sucesivamente. Y esta forma de pensar no sólo consume más energía y genera más estrés a nuestro cerebro.
Trabajos como el de Earl Miller demuestran que la multitarea puede causar más daños a nuestra memoria y nuestra capacidad de concentrarnos que fumar marihuana.
Según los expertos, lo más peligroso de esta espiral es que la multitarea aumenta la producción de cortisol y adrenalina,  provocando un loop de retroalimentación de adicción a la dopamina que generan los estímulos de información que recibimos.
En otras palabras, nuestro cerebro sufre ansiedad ante la perdida instantánea de concentración sobre lo que estaba haciendo y es “re-estimulado” con nueva información. Es un bucle de curiosidad y aburrimiento que supone una labor frenética de nuestro cerebro.
Quizás por ello, las redes sociales están diseñadas para no permanecer mucho tiempo ante un texto, una imagen o un vídeo y poder suministrar dosis de novedad a nuestros “cerebros enfermos”.

NO ERES MÁS EFICAZ, ERES MÁS TONTO
El término “infomanía” fue acuñado por Elizabeth M. Ferrarini, el autora “Confessions of an Infomaniac” (1984) y “Infomania: The Guide to Essential Electronic Services” (1985) pero recientemente ha sido utilizado como un término para una debilidad psicológica por el profesor Glenn Wilson, que en 2005 realizó un estudio experimental en el que documentó los efectos perjudiciales de la sobrecarga de información sobre la capacidad de resolución de problemas.
Wilson demostró, entre otras cosas, que cuando una persona intenta concentrarse en una tarea pero sabe que tiene emails sin leer en su bandeja de entrada, puede reducir hasta un10% su capacidad intelectual.
Otro equipo de investigación pero esta vez de Stanford y liderado por el profesor Russ Poldrack demostró que cuando una persona estudia para un examen mientras tiene encendida de fondo la televisión, está enviando la información que intenta memorizar al “núcleo estriado” de nuestro cerebro. Sin la distracción, la información conseguiría ser almacenada en el hipocampo, donde solemos enviar ir los datos y las ideas para organizarlas y categorizarlas correctamente. De este modo, la memoria pueda hacer uso de ellas con mayor facilidad al no encontrar un gran “cajón desastre” de información al que no puede acceder de forma proactiva y consciente.

También han descubierto el síndrome de la “fatiga de decisión” pues debemos decidir constantemente entre las múltiples opciones que nuestra actividad digital nos plantéa.

Digifrenia o cómo estar siempre en múltiples presentes
El libro “Present Shock” de Douglas Rushkoff ya nos advertía que en el presente perpetuo de la información instantánea que nos invade, nuestro ser se fragmenta para abarcar todos los presentes que la información nos plantéa. En el libro, Rushkoff presenta el término digifrenia para intentar explicar esta psicopatología de la era digital.
“La tecnología nos permite estar en más de un lugar al mismo tiempo. Pero vivir simultáneamente múltiples presentes es extenuante: los pilotos de drones, por ejemplo, acaban más cansados que los pilotos normales, al intentar vivir en dos mundos al mismo tiempo”

La conclusión de los expertos es sencilla e inquietante: somos adictos a una peligrosa “droga” que está destrozando nuestro cerebro. El psicólogo William James nos recuerda que el arma más grande que tenemos contra el estrés es nuestra habilidad de elegir un pensamiento sobre otro. Aquello que disminuye nuestra capacidad de poner atención y controlar nuestros pensamientos atenta directamente contra nuestra capacidad de reflexión, de decisión y en definitiva: de elegir ser de una determinada forma.
La desfragmentación de la atención nos va diluyendo a través de los múltiples canales de información a los que creemos que estamos invadiendo.





ARAÑAS Y MOSCAS.
por Guillermo Liebknecht
el texto habla por si solo...


Todos conocen ese insecto de vientre redondo y cuerpo peludo y pegadizo que tiende  en rincones oscuros, lo más lejos posible de la luz del día, sus mortíferas redes, en las que encuentra la muerte la pobre mosca imprudente o frívola que cae en ellas, Es un feo monstruo de ojos redondos, que se dirían de vidrio, y extremidades largas, torcidas hacia fuera, perfectamente adaptadas para apresar y estrangular a su víctima. Ese monstruo es la araña.

Fíjense con qué tranquilidad acecha inmóvil en su rincón a la presa, cuando ésta se aproxima a sus dominios, o con qué diabólica destreza tiende su mortífera red, que ha de cazar y envolver despiadadamente a la débil mosca. El repugnante animal gasta mucho, a menudo muchísimo tiempo, en perfeccionar su red ateniéndose a todas las reglas del arte, para que el botín no pueda escapar en ningún caso. Primero tiende un hilo, luego, dos, tres, cada vez más. Tiende hilos transversales y une éstos con otros para que la víctima sacudida por las convulsiones de la agonía, no pueda romper la red, no pueda siquiera hacer que ésta se desprenda.

Por fin la red queda terminada, la trampa está tendida, y evitarla es casi imposible. Entonces, la araña se retira a su guarida y espera a que la imprudente mosca, empujada por el hambre, se acerque en busca de alimento.

No tiene que esperar mucho: la mosca llega pronto. Buscando comida, la pobrecita se agita en todas direcciones, tropieza de pronto con la red tendida, se enreda en ella, asustada, y pugna por salvarse, pero está perdida.

En cuanto ve que su víctima ha caído en la trampa, la araña sale de su emboscada y con mirada sanguinaria, prestas las extremidades, se acerca lentamente a su presa. No necesita apresurarse. La repugnante criatura sabe que el desgraciado insecto que ha caído en su red no tiene escapatoria. La araña se va acercando, mide a su víctima con la mirada de sus saltones ojos verde mate, esa mirada priva de razón a la mosca. Rendida tiembla del espanto; ve el peligro que le amenaza, trata de soltarse de los hilos que la traban, procura escapar, salvarse, y agota sus últimas fuerzas en esos intentos vanos, desesperados.

¡Todas las tentativas, todos los esfuerzos son inútiles! La red la envuelve más y más apretadamente, y la araña está cada vez más cerca. A cada movimiento de la mosca, que pugna por escapar de la red, en cuyos finos y pérfidos hilos se ha enredado, la envuelven nuevos y nuevos hilos, nuevos y nuevos lazos. En fin de cuentas, jadeante, exhausta, sin fuerzas para seguir resistiendo, se ve a merced de su enemigo, de su espantosa cazadora, la araña.

El repugnante monstruo tiende hacia ella sus peludas extremidades, la apresa y la estrangula. Luego se pone a chupar la sangre del trémulo cuerpo de su desmayada víctima, una vez, dos, tres, cuando quiere, en dependencia de su apetito. Saciada por cierto tiempo su sed de sangre, la araña deja a su víctima sin haberla acabado de matar. Luego regresa y de nuevo vuelve a chuparle la sangre, se marcha y regresa una y otra vez, la desventurada mosca no queda destruida por completo, mientras hay en ella una gota de sangre, de jugo. Y a menudo pasa mucho, muchísimo tiempo antes de que el pobre insecto muera.

Mientras el ansioso vampiro encuentra una gota de jugo en el cuerpo o en el cadáver de su víctima, no le quita ojo. Aspira la vida de su víctima, absorbe su fuerza, bebe su sangre, y sólo la deja en paz cuando ya no puede quitarle nada, absolutamente nada.

Entonces, la pobre mosca, muerta, seca, ligera como un granito de polvo, es arrojada de la red. La primera ráfaga de viento se la lleva, y todo ha terminado.

La araña satisfecha, regresa a su guardia; esta contenta de sí misma y del mundo en que vive, estima que mientras existan moscas a quienes atrapar, succionar su sangre y matarlas todo esta bien, en fin de cuentas una mosca más o una mosca menos.

Esa mosca a la que chupan, esa mosca a la que matan y exprimen todo el jugo, esa mosca de cuya sangre viven y se hartan son ustedes, proletarios de la ciudad y del campo. Ustedes, pueblos esclavizados; ustedes trabajadores del cerebro; ustedes obreros industriales, ustedes, trémulas jóvenes y mujeres débiles y oprimidas, que no se atreven a exigir que se satisfagan sus derechos; ustedes infelices víctimas del militarismo; resumiendo, todos ustedes, pobres víctimas de la explotación, a quienes se arroja al arroyo cuando ya no se puede sacar nada más de sus venas; ustedes que dan al país toda su producción y son su corazón, su inteligencia y su fuerza viva; ustedes, a quienes se ha otorgado tan sólo el derecho de perecer dócil y sumisamente de miseria en vuestros miserables rincones, mientras que con su sangre, con su sudor, con su trabajo, con sus pensamientos y con sus vidas crían y nutren  a sus opresores, a las repugnantes arañas.

Arañas son los señores, los ricos, los explotadores, los especuladores, los capitalistas, los depredadores, el alto clero, zánganos de toda laya a quienes beneficia la arbitrariedad que nos hace sufrir; los capitalistas que adoptan leyes inicuas que nos aplastan; los tiranos que nos convierten en esclavos. Arañas son todos los que viven a cuenta nuestra, a cuenta del pueblo; los que nos pisotean, los que se ríen de nuestro sufrimiento y hacer mofa de nuestros vanos esfuerzos y de nuestra lucha, de nuestro trabajo.

Mosca es el pobre obrero, obligado a someterse a todas las ordenanzas draconianas que se les ocurren a los patronos porque el desventurado no tiene medios para defenderse y debe ganar su pan y el de sus seres cercanos. Araña es el gran fabricante, que roba a cada uno de sus obreros de seis a ocho marcos por día y tiene la desvergüenza, mejor dicho, les hace el favor de darles bondadosamente la miserable paga de dos o tres marcos por doce o catorce horas de trabajo.

Mosca Es el minero que sacrifica su vida en el viciado ambiente de la mina para sacar de las entrañas de la tierra tesoros de los que no le es dado gozar; araña es el señor, el gran accionista, copropietario de la empresa, cuyas acciones suben de precio en el doble o el triple y todavía está descontento, ya que desea embolsarse dividendos todavía, más altos; araña es quien roba al obrero, quien le quita lo obtenido con su trabajo y, si los obreros se atreven a pedir el menor aumento de salario, recurre inmediatamente a la fuerza armada para ametrallar a los "motineros".

Mosca es el niño que desde su tierna  infancia se ve obligado a trabajar penosamente en la fábrica, en el taller, en el hogar paterno, para ayudar a los padres a ganarse el pan.
Arañas no son los pobres padres a quienes la miseria obliga a sacrificar a sus hijos, sino las inmundas y humillantes condiciones que les ponen en la necesidad ineludible de pisotear sentimientos naturales y de destruir su propia familia.

Mosca es la honesta hija del pueblo que trata de ganarse el pan con su honrado trabajo, pero que no encuentra ocupación si no cede a la lujuria del dueño o el director de su fábrica, que se aprovecha de su situación sin salida y luego la arroja a la calle con fría indiferencia, la mayor parte de las veces embarazada, "para evitar el escándalo". Araña es el fatuo pisaverde, el zángano de "casa bien", que saca brillo a las aceras, seducen entre risas a jóvenes inocentes, las hunde en el fango y se considera llamado a deshonrar a cuantas mujeres pueda.

Mosca eres tú, laborioso labrador que cultivas el vergel para el rico terrateniente, que siembras un grano que no has de poseer, que crías frutos de los que no has de gozar. Arañas son los grandes propietarios agrarios, que obligan a trabajar sin descanso ni plazos a los pobres medieros, criados y jornaleros, para poder ellos mismos holgazanear, lucirse y presumir; que suben cada año el arriendo y bajan la paga por el trabajo honrado.

Moscas somos todos nosotros, las personas pobres y sencillas, que temblamos desde siempre al pie de los altares, agachamos la cabeza ante la anatema de los sacerdotes y que, para gloria y gozo de éstos, nos matamos y esclavizamos unas a otras; todos los que doblando el espinazo e hincándonos de rodillas, hemos permitido a nuestros opresores deleitarse con los frutos de su violencia e injusticia, pues éramos débiles espiritualmente por la influencia de las doctrinas religiosas, que mutilaban y paralizaban nuestra voluntad. Arañas son esos hombres de sotana negra y ojos falsos y codiciosos, que embaucan a sus ingenuos feligreses con doctrinas que humillan al hombre y le inculcan ese espíritu de sumisión y mansedumbre que envenena las almas y, como lo evidencia el ejemplo de Polonia, pierden a pueblos enteros.
Resumiendo, las moscas son los oprimidos, los esclavizados, los explotados, y las arañas son los inmundos hombres de negocios y los especuladores, la arbitrariedad y el despotismo, sean cuales fueren la formas en que las moscas tropiecen con ellos.

En otros tiempos, las arañas tendían sus redes en los castillos y palacios señoriales, pero ahora prefieren instalarse en los grandes centros de la vida industrial en las suntuosas mansiones de los afortunados de hoy día. Se les puede encontrar principalmente, en las ciudades fabriles, pero penetran también en las aldeas y los lugarejos; se crían en todas partes donde florece la explotación, donde el obrero, el proletario desposeído, el pequeño artesano, el jornalero, el pequeño campesino abrumado por los impuestos se ven entregados despiadadamente al saqueo de la codicia desenfrenada de los caballeros del lucro, los comerciantes y los empresarios.

En todas partes, lo mismo en la ciudad que en el campo, vemos que los pobres trabajadores se debaten infructuosamente en las redes de sus enemigos; vemos que quedan exhaustos en esa lucha y perecen.

¡Qué terribles tragedias registra la historia secular de la lucha de las débiles y tímidas moscas contra las crueles y sanguinarias arañas! ¡Es ésa una historia de sangre y sufrimientos! Pero ¿a qué narrarla otra vez? Lo pasado, pasado está; hablemos del presente y del futuro.

Fijémonos mejor en la lucha que despliegan en nuestros tiempos las moscas contra las arañas, analicemos las condiciones en que se desarrolla, estudiemos nosotros, las moscas, la estructura de las redes que de nuevo tienden contra nosotros nuestros enemigos, procuremos adivinar sus ardides y, sobre todo, unámonos, pues cada uno por separado somos demasiado débiles para romper las telarañas que no envuelven. Rompamos las cadenas que nos traban, arrojemos a nuestro enemigo de sus guardias, hagamos llegar a todas partes la luz, la clara luz de la instrucción, para que esa inmunda peste no pueda continuar en las tinieblas su obra criminal.

¡Ay, moscas, y  moscas! ¡Si quisieran, serian invencibles! Cierto que las arañas son todavía fuertes, pero son pocas; cierto que ustedes, moscas, no tienen ni peso ni influencia, pero su número es infinito; son la vida, y, si quisieran, todo el mundo sería suyo. Si se  unen, de un solo aletazo romperían todos los hilos, destruirían todas las redes que ahora les envuelven y en las que les hace padecer de hambre. Si quisiera, la miseria y la esclavitud desaparecerían para siempre.



¡Aprender a querer!

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