la decadencia humana
COMIC PUTA GUERRALos autores han conseguido un acercamiento histórico contundente, escrupulosamente documentado (se incluye una extensa cronología con imágenes de la época), ameno (no estamos frente a un texto universitario de esos que nunca acaban) y, lo que más nos interesa desde esta publicación, un alegato irreprochable contra la estupidez bélica y el poder que la usa para perpetuarse. Texto e imágenes caminan paralelos, moviendo resortes en las tripas del lector que otros recursos como los documentales y ensayos, a los que estamos más acostumbrados, quizás ni intuyan. Tras los efectos reales de los gases, las balas y las bombas que dibuja Tardi, están agazapadas las motivaciones reales de aquella pesadilla, la certeza de que para los que gobiernan el mundo, las vidas de los de abajo no valen nada.
Cuando cierras un cómic y te entran ganas de orinar en una bandera, es que todas esas páginas impresas y cosidas merecen la pena de principio a fin.
Cuando cierras un cómic y te entran ganas de orinar en una bandera, es que todas esas páginas impresas y cosidas merecen la pena de principio a fin.
DIAZ NO LIEMPES ESTA SANGREes una película sobre los acontecimientos ocurridos en Génova durante la conferencia del G8, en el año 2001, que se blindó para recibir a los mandatarios de las potencias mundiales. Un grupo de activistas, la mayoría estudiantes, se encerraron en la escuela Díaz y fueron desalojados brutalmente por la policía. Según denunció Amnistía Internacional, durante esos días aconteció en la ciudad la suspensión más grave de derechos humanos en un país occidental desde la II Guerra Mundial.
MENTES ACRATAS: DOLOR Y RABIA (AYOTZINAPA) BANDAS SOLIDARIAS: Mentes Acratas,MC Baio, Reka Doble Equis, Estigma, Verbal Torrante, Voces Clandestinas, Dj AmicFreee.
DECADENCIA HUMANA
El
mundo contemporáneo es un atisbo de la realidad, una visión mediada por los
demás, llena de apariencia, de falacias, de incertidumbres, de irrealidades.
Nos encontramos ante una sociedad con miedo, con cámaras por doquier
y nada de descanso. Vivimos con la falsa necesidad de tenerlo todo al instante,
de comprar lo último en la moda, de mostrar nuestros momentos más
sentimentales en las redes sociales; aparentamos y nos vemos felices,
queremos consuelo y simulamos tristeza y así todos parecen creerlo.
Vivimos con marcas comerciales por todo el cuerpo que parecen estar tatuadas en
cada centímetro de nuestra piel. Deseamos pertenecer y ser distintos al mismo
tiempo y las empresas lo saben. Queremos mostrar la belleza de nuestro cuerpo
adornándolo con los más bellos collares o atuendos que específicamente sean de
una marca. Criticamos a los demás y vivimos felices bajo esa rutina, porque
alguien prueba su estatus y clase social a través de las redes sociales,
compran un nuevo objeto que todos desean y lo único que hacen es subirlo a
Facebook, aunque nunca en su vida lo ocupen.
Vivimos en una realidad irreal, parecida a la de las distopías ficticias a las
que esperamos nunca llegar. Las mujeres más hermosas y jóvenes se fijan en
hombres mayores, horribles y con mucho dinero para obtener lo que anhelan.
Queda de lado la felicidad real, el bienestar emocional, porque las emociones
ahora se centran en la apariencia, en mostrar lo que no somos y querer lo que
no tenemos, porque el anhelo a lo prohibido nos mueve y nos hace girar ante el
mundo que piensa igual que nosotros.
Todos formados, con una marca en el pecho que dice “consumo” nos dirigimos a la inevitable incertidumbre de no pertenecer, de ser excluidos si no tenemos las ventajas de encajar. El mundo está prefabricado; la comida es enlatada, la ropa, los programas de televisión y nuestra visión del mundo es como los gobiernos la imaginaron, como los políticos quieren, como el sistema manda que debe ser.
Todos formados, con una marca en el pecho que dice “consumo” nos dirigimos a la inevitable incertidumbre de no pertenecer, de ser excluidos si no tenemos las ventajas de encajar. El mundo está prefabricado; la comida es enlatada, la ropa, los programas de televisión y nuestra visión del mundo es como los gobiernos la imaginaron, como los políticos quieren, como el sistema manda que debe ser.
No vivimos para cuidar a otro ser, a la naturaleza o a los animales, vivimos
para cuidarnos, para enriquecernos, para lograr el poder absoluto que nos haga
más fuertes que al resto. Los recursos que tenemos se acaban lentamente pero
nos cuesta trabajo entender esta premisa. Buscamos el placer inmediato, nos
volvemos una sociedad con la cultura del placer inmediato, del lujo eterno, de
las pasiones efímeras.
La tecnología nos encadena, nos dedicamos a ser más populares en un mundo virtual, nos divertimos sólo en la apariencia. Mientras el mundo se diversifica y cambia afuera, por dentro todo permanece bello, triunfan los estándares de belleza que impone Photoshop, los lugares más hermosos que vemos en Swarm, las fotografías de los paisajes en Instagram o los artículos lujosos que nos encantaría tener de Pinterest. Nos creemos cultos e informados porque scroleamos sin criterio Twitter y vemos lo que los medios, nuestros amigos y gente famosa escribe o hace. Queremos ser como ellos y repetir el estereotipo gastado de hipsters, hippies, anarquistas o metrosexuales.
Nos parece cada vez más normal la industria sexual, la que domina al mercado y se incrusta en todos los medios de comunicación. Buscamos ver más curvas, más sexo, más penes, vaginas y pechos. Banalizamos las relaciones, nos da lo mismo tener sexo con alguien conocido o desconocido, hacemos citas a través de aplicaciones telefónicas para buscar amor, encuentros sexuales o simplemente contacto físico.
Ya nada nos sorprende, las películas tienen sexo real y ni siquiera nos
inmutamos ante el hecho. Los poemas nos parecen vacíos, la literatura requiere
de un ingrediente sexual para triunfar y si añades la palabra erótico o sensual
a una frase, sabes que su éxito está garantizado.
La fe de las personas se acaba o se exalta. Miles acuden a otros sitios para buscar consuelo en donde las grandes entidades religiosas no lo logran. Se abren más y más centros de ayuda que prometen la curación, la salvación, la gloria, una nueva vida lejos de los problemas que nos aquejan. La religión es un negocio de sueños, de vivencias y aventuras. Todos los hombres cumplen un papel fundamental: sanadores, dioses, Curas, Papas, Sacerdotes, todos una figura masculina, las mujeres, relegadas mas no en el olvido, cumplen papeles menos complacientes: incitadoras, monjas que no pueden siquiera oficiar una misa y no hay más, la religión machista que desde la Edad Media dominó, aunque diversa en otras miles de religiones, cumple las mismas funciones con los mismos actores. Todo es negocio y si no lo creen, basta con ver las iglesias llenas de oro y los feligreses paupérrimos que acuden en harapos.
La medicina ya no está más al servicio de las vidas sino al de los patrones, los multimillonarios del negocio farmacéutico. Las medicinas funcionan para mantener esclavizados a los enfermos no para curarlos, una vez enfermos con una infección grave, sólo nos queda atenernos al único remedio que conoce la ciencia, pero escépticos ante las curas más naturales, continuamos un juego infinito de medicamentos inacabables que nos llevarán, más tarde al deceso. Ya pobres, sin esperanza de dejarle algo a nuestros familiares que sobreviven.
El ideal contra lo real se convirtió en un debate ríspido. Las pasarelas y revistas de moda nos mostraban mujeres sofisticadas con cuerpos que marcaban tendencia. Los hombres morían por ellas y buscábamos parecernos un poco más para que también murieran por nosotras. Pero no nos damos cuenta de que ellas son quienes son una minoría, la mayoría tenemos grandes curvas con prominentes caderas y pechos.
“Desde la celda” (Cortometraje de sensibilización)
Todas las personas privadas de libertad responden a un nombre que a veces se olvida por la cosificación que ejerce la institución. Sin demasiado esfuerzo se acaban convirtiendo en un número, en una cifra más, en un dato estadístico, pero lo cierto es que todos y cada uno de ellos, todas y cada una de ellas, proviene de sus propias circunstancias.
No son un número. No son una tasa de criminalidad, de reincidencia, de tipología delictiva. No son un experimento social. No son partidas presupuestarias. No son conclusiones de estudios sociológicos, jurídicos o criminológicos. Son personas con nombre y apellido, con familia, con entorno, con suerte o sin ella, pero personas.
Las cartas ocupan tiempo, trasladan la mente, dibujan ilusiones, diseñan esperanzas. Las cartas se leen una y otra vez hasta aprenderse de memoria; son el triunfo de la persona frente a la institución; son la no cosificación, la resistencia, la libertad.
Son sensación, emoción, vida.
No son un número. No son una tasa de criminalidad, de reincidencia, de tipología delictiva. No son un experimento social. No son partidas presupuestarias. No son conclusiones de estudios sociológicos, jurídicos o criminológicos. Son personas con nombre y apellido, con familia, con entorno, con suerte o sin ella, pero personas.
Las cartas ocupan tiempo, trasladan la mente, dibujan ilusiones, diseñan esperanzas. Las cartas se leen una y otra vez hasta aprenderse de memoria; son el triunfo de la persona frente a la institución; son la no cosificación, la resistencia, la libertad.
Son sensación, emoción, vida.
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