¿POR QUÉ EL GOBIERNO DE EEUU TIENE UNA PATENTE SOBRE EL ÉBOLA?
1) Extrae el virus del Ébola de los pacientes
2) Afirma haber “inventado” ese virus
3) Pretende tener el monopolio de protección de patentes sobre el virus
Para entender por qué ocurre esto, primero tenemos que entender qué es una patente y por qué existe.
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EL NOI DEL SUCRE - LUCES SOBRE BAGDAD
¿QUIERES SABER POR QUÉ LA
GENTE SE COMPORTA COMO UN REBAÑO? EL EXPERIMENTO SOLOMON ASCH
Seguro que te has preguntado alguna
vez por qué la mayoría de gente tiene esta tendencia tan marcada a seguir
ciegamente los dictados de la mayoría.
Muchos psicólogos han tratado de
averiguar no solo las causas de tal comportamiento gregario, sino hasta qué
punto el individuo es capaz de renunciar a su propio criterio en favor del de
las masas.
Uno de los experimentos psicológicos
más significativos al respecto es el EXPERIMENTO SOLOMON ASCH.
Conformidad con las Normas del Grupo:
El experimento de Solomon Asch
¿Te ves a ti mismo como un
conformista o como un inconformista?
La mayoría de gente a la que se hace
esta misma pregunta, responden que se consideran a sí mismos unos
inconformistas y que serían capaces de hacer frente a todo un grupo de personas
cuando saben que tienen razón.
Sin embargo, ¿hasta qué punto pueden
los inconformistas resistir la presión de la gente que les rodea?
Solomon Asch
En la década de 1950, el psicólogo
polaco Solomon Asch, realizó un estudio sobre la conformidad. Los participantes
en el experimento se inscribieron para participar en un experimento de
psicología en el que se les pedía que completaran un test de visión.
Pero se trataba de un engaño.
El verdadero experimento intentaba
responder a la pregunta: ¿La gente puede resistir la presión de la mayoría
para que acepte como verdadero algo que es falso?
Sentados en una sala con otros
participantes, a los sujetos del experimento se les mostró una tarjeta con un
segmento de línea de una determinada longitud y se les pidió que eligieran, de
entre un conjunto de 3 segmentos pintados en otra tarjeta, cual de ellos tenía
la misma longitud que la mostrada anteriormente.
El psicólogo posteriormente pidió a cada
participante, de forma individual, que seleccionara qué segmento de línea era
el correcto. En algunas ocasiones toda la gente del grupo eligía la línea
correcta, pero de vez en cuando, los demás participantes ofrecían, unánimemente,
una respuesta incorrecta. Lo que el sujeto del experimento desconocía, era que
toda la gente que formaba el resto del grupo y que él creía que eran sujetos
del experimento como él, en realidad colaboraban con el psicólogo y sus
respuestas habían sido planificadas de antemano con el fin de determinar si la
respuesta del participante en el experimento podía ser condicionada por la
opinión de la mayoría a pesar de ser claramente errónea.
Casi el 75% de los participantes en
los experimentos de conformidad estuvieron de acuerdo con el resto del grupo,
por lo menos una vez. Después de combinar los ensayos, los resultados indicaron
que los participantes se ajustaban a la respuesta incorrecta ofrecida por la
mayoría, aproximadamente una de cada 3 veces.
A la conclusión de los experimentos,
se le pidió a los participantes por qué se habían mostrado de acuerdo con el
criterio erróneo del resto del grupo. En la mayoría de los casos, los
estudiantes afirmaron que, si bien sabían que el resto del grupo se equivocaba,
no querían correr el riesgo de enfrentarse a críticas personales.
Algunos de los participantes eran tan
débiles de mente, que llegaron a afirmar que creían que los otros miembros del
grupo estaban en lo cierto y que eran ellos los que se equivocaban en sus
respuestas, a pesar de la evidencia que tenían ante los ojos.
Estos resultados sugieren que la
conformidad puede ser influenciada tanto por la necesidad de encajar en una
comunidad, como por la creencia de que las demás personas son más inteligentes
o están mejor informadas.
Dado el nivel de conformidad visto en
los experimentos de Solomon Asch, la conformidad puede resultar aún más fuerte
en situaciones de la vida real, donde los estímulos son más ambiguos o
difíciles de juzgar que la simple elección de unas líneas pintadas en una
tarjeta.
Sin embargo, hay una lección
adicional realmente esperanzadora en todo esto.
En el experimento, Asch también
descubrió que si uno de los miembros del grupo que colaboraban con el psicólogo
daba la respuesta correcta contradiciendo a la mayoría del grupo, el grado de
conformidad del sujeto descendía dramáticamente.
En tal situación, solo entre un 5% y
un 10% de los participantes se mostraban conformes con las decisiones erróneas
de la mayoría.
Es decir, una sola persona diciendo
la verdad dentro de un grupo de mentirosos puede ayudar a convencer a otros
sobre cuál es el camino correcto.
Esto muestra claramente la
importancia que tienen, por ejemplo, los medios alternativos o los
investigadores de todo tipo y disciplina que se enfrentan a la verdad oficial y
mayoritaria y que tratan de informar de su punto de vista a tantas personas
como pueden.
Como vemos, también existen resortes
psicológicos para la esperanza…
The Asch Experiment
Apología del
ilegalismo
Abúlicos y decepcionados; cínicos y arrogantes; melancólicos e
introvertidos, incluso confiados y, aparentemente, satisfechos; vivimos todos
nosotros sumidos en el más profundo de los temores.
Hay miedo al futuro, al porvenir, a lo que nos deparará un inexistente
“destino”, al ensañamiento con que podría tratarnos la vida. También hay miedo
al pasado, a lo pretérito, a los “esqueletos del armario”, a la descodificación
de nuestros “demonios”… y en cada uno de esos casos se repite una constante: Miedo
al Castigo.
La ingenuidad -que no perdemos ni en
nuestra vejez- consiste, precisamente, en el supuesto desconocimiento de dicho
fenómeno.
Tenemos miedo a que nos reprueben por lo que “podemos” llegar a hacer, y miedo a que nos fustiguen por lo que “hemos” hecho. No nos importa comprender “porqué” se nos castiga, ni descubrir “quién” lo hace, ni cuestionar la “superioridad” de quién se arroga el derecho de aplicarnos la férula. Si se nos castiga: “algo habremos hecho para merecerlo”, quién nos castiga: “es siempre un organismo que vela por el orden y la seguridad”, su “superioridad” reside: “en que los individuos que lo componen son un dechado de virtudes, con una solvente y elevada catadura moral”… sí, a estas mamarrachadas llega la dialéctica jerárquica.
No queremos cuestionar la dudosa belleza de estos eufemismos; nos atreveremos, sin embargo, a remover su fondo. Si se nos castiga: “es únicamente porque alguien obtiene un rédito de ello”, quién nos castiga: “es siempre un organismo represor que fomenta el abotargamiento y el miedo”, y su “superioridad” reside: “únicamente en la fuerza bruta”, es esta, y no otra, la “virtud augusta” sobre la que reposa su cetro.
Sin temor a caer en “dogmatismos” hacemos nuestras las palabras de Albert Libertad: “Todas las leyes son malvadas, todos los juicios son inicuos, todos los jueces son malos, todos los condenados son inocentes”.
Interroguémonos detenidamente ¿Acaso quiénes nos castigan son mejores que nosotros? No; sencillamente sus intereses -por cierto, nada altruistas- son distintos que los nuestros: nuestra igualdad material mermaría radicalmente sus ganancias
, nuestra expansión
creativa aboliría su mecanicismo industrial, nuestra voluntad paralizaría la
rueca que hace girar su sistema, nuestra felicidad consciente y autosuficiente invalidaría
su tutela, y en definitiva, nuestra Libertad erradicaría su Poder.
Insalvablemente estas antinomias deberían de emplazarnos al conflicto, sin embargo, el hecho de que el Estado haya sabido ceñirse como una correa al cuello de la Sociedad, y que esta correa haya sido “sabiamente” manejada, tanto por los “prohombres” del capital “blanco”, como por los “próceres” de la política “roja”, es lo que ha determinado que sus intereses hayan prevalecido sobre los nuestros. Es esta dinámica la que establece, tal y como decía Stirner, “que nuestra violencia sea un crimen y la suya un derecho”, que nuestros atentados contra la propiedad sean un “robo” y que su habilidad para esquilar a los “rebaños humanos” sea considerada “iniciativa empresarial”.
Ya Sade les conminaba a “abrir las cárceles o a suministrar la prueba, imposible, de su virtud”, hace más de 200 años de aquello y aún no han pasado ninguna de las dos cosas… será menester entonces empezar a “tomar”; y tildar de imbéciles a todos aquellos que sigan esperando “recibir”.
No queremos encubrir nuestro llamamiento: convocamos a todo Individuo a violar todas y cada una de las leyes y preceptos que se le impongan y que no estén en plena concordancia con su propia sensibilidad. Nosotros no queremos teorizar, ni resignarnos, ni aguantar los latigazos con la esperanza futura de que nos cubra una “Gran Noche”. Nosotros queremos Vivir. No hace falta cultivarse, ni fortalecerse, ni “reflexionar fríamente”; llevamos siglos de “reflexión”, de “aprendizajes” y “gimnasias”, lo que queremos es, llanamente, Existir, con toda la fuerza de la palabra. Si esto incluye todas las demás cosas, hagámoslas sin más, pero que no sean estas un prerrequisito para la vida, lo que pretendemos es todo lo contrario: queremos que todas esas cosan sirvan como un medio para facilitar y hacer más gozosa la vida; y no que la vida sea un medio para lograr alcanzar todas esas cosas.
Queremos aullar allí donde nos apetezca, queremos pensar en todo aquello que deseemos, y queremos poder expresarlo de la forma que mas gustemos; queremos escribir, cantar, pintar, y danzar tal y como se nos antoje; queremos comer, beber, dormir y vivir tal y como decidamos, y queremos que todas estas cosas puedan estar al alcance de todos y cada uno de nosotros.
Este planteamiento adquiere sus tintes más prácticos en estos días de hambres y censuras. Queremos que el nómada tome posesión de un techo, sin más prescripción que su Voluntad. Queremos que el famélico asalte los insultantes expositores de abundancia, y que el sediento satisfaga sus pulsiones biológicas allá donde le plazca.
¿Os suenan fuertes estas palabras? Pues he aquí, ante vuestros ojos, una prueba fehaciente de ese miedo “invisible” del que antes os hablaba.
Tenemos miedo a que nos reprueben por lo que “podemos” llegar a hacer, y miedo a que nos fustiguen por lo que “hemos” hecho. No nos importa comprender “porqué” se nos castiga, ni descubrir “quién” lo hace, ni cuestionar la “superioridad” de quién se arroga el derecho de aplicarnos la férula. Si se nos castiga: “algo habremos hecho para merecerlo”, quién nos castiga: “es siempre un organismo que vela por el orden y la seguridad”, su “superioridad” reside: “en que los individuos que lo componen son un dechado de virtudes, con una solvente y elevada catadura moral”… sí, a estas mamarrachadas llega la dialéctica jerárquica.
No queremos cuestionar la dudosa belleza de estos eufemismos; nos atreveremos, sin embargo, a remover su fondo. Si se nos castiga: “es únicamente porque alguien obtiene un rédito de ello”, quién nos castiga: “es siempre un organismo represor que fomenta el abotargamiento y el miedo”, y su “superioridad” reside: “únicamente en la fuerza bruta”, es esta, y no otra, la “virtud augusta” sobre la que reposa su cetro.
Sin temor a caer en “dogmatismos” hacemos nuestras las palabras de Albert Libertad: “Todas las leyes son malvadas, todos los juicios son inicuos, todos los jueces son malos, todos los condenados son inocentes”.
Interroguémonos detenidamente ¿Acaso quiénes nos castigan son mejores que nosotros? No; sencillamente sus intereses -por cierto, nada altruistas- son distintos que los nuestros: nuestra igualdad material mermaría radicalmente sus ganancias

Insalvablemente estas antinomias deberían de emplazarnos al conflicto, sin embargo, el hecho de que el Estado haya sabido ceñirse como una correa al cuello de la Sociedad, y que esta correa haya sido “sabiamente” manejada, tanto por los “prohombres” del capital “blanco”, como por los “próceres” de la política “roja”, es lo que ha determinado que sus intereses hayan prevalecido sobre los nuestros. Es esta dinámica la que establece, tal y como decía Stirner, “que nuestra violencia sea un crimen y la suya un derecho”, que nuestros atentados contra la propiedad sean un “robo” y que su habilidad para esquilar a los “rebaños humanos” sea considerada “iniciativa empresarial”.
Ya Sade les conminaba a “abrir las cárceles o a suministrar la prueba, imposible, de su virtud”, hace más de 200 años de aquello y aún no han pasado ninguna de las dos cosas… será menester entonces empezar a “tomar”; y tildar de imbéciles a todos aquellos que sigan esperando “recibir”.
No queremos encubrir nuestro llamamiento: convocamos a todo Individuo a violar todas y cada una de las leyes y preceptos que se le impongan y que no estén en plena concordancia con su propia sensibilidad. Nosotros no queremos teorizar, ni resignarnos, ni aguantar los latigazos con la esperanza futura de que nos cubra una “Gran Noche”. Nosotros queremos Vivir. No hace falta cultivarse, ni fortalecerse, ni “reflexionar fríamente”; llevamos siglos de “reflexión”, de “aprendizajes” y “gimnasias”, lo que queremos es, llanamente, Existir, con toda la fuerza de la palabra. Si esto incluye todas las demás cosas, hagámoslas sin más, pero que no sean estas un prerrequisito para la vida, lo que pretendemos es todo lo contrario: queremos que todas esas cosan sirvan como un medio para facilitar y hacer más gozosa la vida; y no que la vida sea un medio para lograr alcanzar todas esas cosas.
Queremos aullar allí donde nos apetezca, queremos pensar en todo aquello que deseemos, y queremos poder expresarlo de la forma que mas gustemos; queremos escribir, cantar, pintar, y danzar tal y como se nos antoje; queremos comer, beber, dormir y vivir tal y como decidamos, y queremos que todas estas cosas puedan estar al alcance de todos y cada uno de nosotros.
Este planteamiento adquiere sus tintes más prácticos en estos días de hambres y censuras. Queremos que el nómada tome posesión de un techo, sin más prescripción que su Voluntad. Queremos que el famélico asalte los insultantes expositores de abundancia, y que el sediento satisfaga sus pulsiones biológicas allá donde le plazca.
¿Os suenan fuertes estas palabras? Pues he aquí, ante vuestros ojos, una prueba fehaciente de ese miedo “invisible” del que antes os hablaba.
OPRESIÓN EN RED: EL NUEVO MODELO DE TIRANÍA
Mucha gente se empeña en cerrar los ojos ante lo que está sucediendo.
Pero la realidad está ahí para quien tenga la valentía de verla: estamos
entrando, irremisiblemente, en la era del Gran Hermano
Una auténtica pesadilla de vigilancia masiva y monitoreo constante del
ciudadano, hábilmente disfrazados bajo un halo de modernidad y progreso
tecnológico supuestamente “repletos de ventajas”.
Pero lo más terrible del asunto es que estamos siendo conducidos a la
más espantosa de las dictaduras sin que nadie nos haya obligado a ello.
Somos nosotros mismos, la propia población, la que voluntariamente se subyuga a las
nuevas cadenas.
Y lo hacemos gracias a uno de los mecanismos psicológicos más simples y
efectivos jamás creados: convertirnos en partícipes directos del control
masivo.
Es decir, estamos ante una tiranía que se implantará porque nos
permitirán ser, simultáneamente, prisioneros y carceleros.
UNA MANIOBRA GENIAL
Cada vez más, el mundo que percibimos a nuestro alrededor nos está
siendo narrado a través de las pantallas que nos rodean por todas partes.
Pero en los últimos tiempos se ha producido un salto clave: actualmente,
todos y cada uno de nosotros hemos abandonado el rol de mero espectador pasivo
del espectáculo audiovisual, para pasar al otro lado de la cámara.
Ahora, gracias a los dispositivos de grabación de los móviles, todos
somos espectadores y directores a la vez.
Y este es un salto psicológico absolutamente crucial.
Desde el mismo momento en que somos nosotros mismos los que podemos
grabar a los demás, desde el mismo momento en que podemos capturar el mundo y
verlo en una pequeña pantalla en tiempo real, nuestra mente supera una línea
divisoria imaginaria y nos introduce inconscientemente en el rol del
controlador, del vigilante.
Nos hace partícipes del proceso de Control Masivo y eso reduce enormemente
nuestra angustia y nuestra rebeldía ante el hecho de ser constantemente
observados y vigilados.
En el interior de nuestra mente se han borrado las fronteras entre “ellos”
(los que vigilan) y “nosotros”, (los vigilados).
Así ha sido como nos hemos habituado a ver mil y una imágenes furtivas
grabadas con móviles. Escenas de sexo, intimidad hogareña, agresiones
policiales y delitos, accidentes de tráfico y desgracias de todo tipo, vistas
en cámara subjetiva, como si hubieran sido grabadas por nosotros mismos.
Nos hemos acostumbrado a grabar sin pedir permiso y a ser grabados sin
concederlo.
Nuestro concepto de intimidad se ha difuminado, así como se ha
difuminado la de los demás.
Las pantallas de nuestros móviles, tablets y ordenadores son las nuevas
ventanas a las que nos asomamos para espiar a los vecinos. Ventanas portátiles
que acechan en cualquier rincón y que podemos llevar en nuestros propios
bolsillos.
Ahí reside el truco.
En hacernos creer que nosotros también participamos del poder del Gran
Hermano. Que nosotros también somos el ojo que todo lo ve y todo lo escruta.
Y eso sí es terrible.
Pues en un futuro inmediato, todos nos grabaremos los unos a los otros,
todos ejerceremos de vigilantes, de controladores y de denunciantes.
Ahora quizás parezca una fantasía alocada, pero si todo sigue así,
llegará un día no muy lejano en que cada cara que nos crucemos por la calle
será una cámara de vigilancia y cada mirada una grabación…y llegados a ese
punto ¿qué seremos nosotros?
Solo seremos actores, fingiendo constantemente para ser aceptados por
los demás y por la sociedad.
Será el triunfo absoluto de la dictadura más atroz y aterradora jamás
imaginada, la destrucción de la identidad individual del ser humano y de la
libertad personal hasta sus raíces más profundas: las de la mente.
MODUS VIVENDI
El punto culminante del proceso, la garantía de perpetuación del Gran
Hermano será cuando convirtamos el Control Masivo en nuestro modo de vida.
Y desgraciadamente, ya hemos llegado a este punto.
Ahí están las nuevas generaciones, crecidas al amparo de los Smartphones
y las redes sociales.
Generaciones de jóvenes acostumbrados a exhibirse como monos de
zoológico ante los turistas, adictos a la exposición pública de sus rutinas
diarias, como un modo de vida y de relación con los demás.
Criados desde pequeñitos en la navegación por las redes sociales, en las
que ver constantemente mil y una caras iguales a las suyas, con ropas,
peinados, poses y posturas imitadas como las suyas, en un patético e infinito
bucle de imitación-exhibición-imitación con el que diluir cualquier atisbo de
individualidad en ese ácido tóxico que es la masa despersonalizada.
Esa es la triste realidad: la aparición de una nueva subespecie humana,
formada por semi-individuos con espíritu de colmena, incapaces de vivir si no
es bajo la (para ellos) cálida mirada de la omnipresente cámara ante la cual
rendir credenciales de forma sumisa y voluntaria.
Porque con las nuevas generaciones, al Gran Hermano ya no le hace falta
camuflar sus actividades.
Se exhiben gratuita y voluntariamente, dando todos los detalles sobre
sus pensamientos, conductas, actividades e intenciones.
No solo son vigilados y controlados.
Quieren ser vigilados y controlados. Lo necesitan.
Una maravillosa generación de esclavos que por encima de todo desean ser
esclavizados.
Cuyo único sueño es ser esclavizados.
Incapaces de concebir en su mente cualquier cosa que no sea su propia
esclavitud.
Ciertamente los tiranos han aprendido mucho: ya no nos encadenan por la
fuerza.
Nos han convencido para que deseemos tanto sus cadenas que incluso
lleguemos a hacer cola por adquirirlas y celebremos como un triunfo el ser los
primeros en cerrar nuestro propio candado.
Como hemos podido caer tan bajo…
Etiquetas siquiátricas a los niños
Soy Pueblo - Facto
El arte contemporáneo es una farsa: Avelina Lésper
"La carencia de rigor (en las
obras) ha permitido que el vacío de creación, la ocurrencia, la falta de
inteligencia sean los valores de este falso arte, y que cualquier cosa se
muestre en los museos", afirmó Lésper.
Ciudad de México.- Con la finalidad de dar a conocer sus argumentos sobre el por qué el arte contemporáneo es un "falso arte", la crítica de arte Avelina Lésper ofreció la conferencia "El Arte Contemporáneo- El dogma incuestionable" en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) en donde fue ovacionada por los estudiantes.
"La carencia de rigor (en las obras) ha permitido que el vacío de creación, la ocurrencia, la falta de inteligencia sean los valores de este falso arte, y que cualquier cosa se muestre en los museos", afirmó Lésper.
Explicó que los Los objetos y valores estéticos que se presentan como arte, son aceptados, en completa sumisión a los principios que una autoridad que impone.
Lo que ocasiona que cada día se formen sociedades menos inteligentes y llevándolos a la barbarie. También abordó el tema del Ready Made, sobre el que expresó que mediante esta corriente "artística", se ha regresado a lo más elemental e irracional del pensamiento humano, al pensamiento mágico, negando la realidad. El arte queda reducido a una creencia fantasiosa y su presencia en un significado. "Necesitamos arte y no creencias".
Asimismo, destacó la figura del "genio", artista con obras insustituible, personajes que en la actualidad ya no existen. "Hoy con la sobrepoblación de artistas, estos no son prescindibles y la obra se sustituye por otra, porque carece de singularidad".
Detalló que la sustitución de artistas se da por la poca calidad de sus trabajos, "todo lo que el artista realice esta predestinado a ser arte, excremento, filias, odios, objetos personales, imitaciones, ignorancia, enfermedades, fotos personales, mensajes de internet, juguetes, etc. Actualmente hacer arte es un ejercicio ególatra, los performances, los videos, instalaciones están hechos con tal obviedad que abruma la simpleza creadora, y son piezas que en su inmensa mayoría apelan al menor esfuerzo, y que su accesibilidad creativa nos dice que es una realidad, que cualquiera puede hacerlo".
En ese sentido, afirmó que no darle el status al artista que lo merece, ocasiona un alejamiento del arte a las personas, lo demerita, lo banaliza. "Cada ves que alguien sin méritos y sin trabajo real excepcional expone, el arte va decreciendo en su presencia y concepción. Entre más artistas hay, las obras son peores, la cantidad no está aportando calidad".
"El artista ready made toca todas las áreas, y todas con poca profesionalidad, si hace video, no alcanza los estándares que piden en el cine o en la publicidad; si hace obras electrónicas o las manda a hacer, no logra lo que un técnico medio; si se involucra con sonidos, no llega ni a la experiencia de un Dj. Se asume ya que sí la obra es de arte contemporáneo, no tiene por que alcanzar el mínimo rango de calidad en su realización. Los artistas hacen cosas extraordinarias y demuestran en cada trabajo su condición de creadores, ni Demian Hirst, ni Gabriel Orozco ni Teresa Margolles, ni la inmensa lista de gente que crece son artistas, y esto no lo digo yo, lo dicen sus obras", aseveró.
Como consejo a los estudiantes, les indicó que dejen que su obra hable por ellos, no un curador, no un sistema, no un dogma, "su obra dirá si son o no artistas, y si hacen este falso arte, se los repito no son artistas".
Lésper aseguró que hoy día, el arte dejó de ser incluyente, por lo que se ha vuelto en contra de sus propios principios dogmáticos y en caso de que al espectador no le guste, lo acusa de "ignorante, de estúpido y le dice con gran arrogancia, si no te gusta es que no entiendes".
"El espectador, para evitar ser llamado ignorante, no puede ni por asomo decir lo que piensa, para este arte todo público que no es sumiso a sus obras es imbécil, ignorante y nunca está a la altura de lo expuesto ni de sus artistas, así el espectador presencia obras que no demuestran inteligencia", denunció.
Finalmente, señaló que el arte contemporáneo es endogámico, elitista; como vocación segregacionista, realizado para su estructura burocrática, para complacer a las instituciones y a sus patrocinadores. "Su obsesión pedagógica, su necesidad de explicar cada obra, cada exposición, su sobre producción de textos es la implícita acotación del criterio, la negación a la experiencia estética libre, define, nombra, sobreintelectualiza la obra para sobrevalorarla y para impedir que la percepción sea ejercida con naturalidad".
La creación es libre, pero la contemplación no lo es. "Estamos ante a dictadura del más mediocre".
Ciudad de México.- Con la finalidad de dar a conocer sus argumentos sobre el por qué el arte contemporáneo es un "falso arte", la crítica de arte Avelina Lésper ofreció la conferencia "El Arte Contemporáneo- El dogma incuestionable" en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) en donde fue ovacionada por los estudiantes.
"La carencia de rigor (en las obras) ha permitido que el vacío de creación, la ocurrencia, la falta de inteligencia sean los valores de este falso arte, y que cualquier cosa se muestre en los museos", afirmó Lésper.
Explicó que los Los objetos y valores estéticos que se presentan como arte, son aceptados, en completa sumisión a los principios que una autoridad que impone.
Lo que ocasiona que cada día se formen sociedades menos inteligentes y llevándolos a la barbarie. También abordó el tema del Ready Made, sobre el que expresó que mediante esta corriente "artística", se ha regresado a lo más elemental e irracional del pensamiento humano, al pensamiento mágico, negando la realidad. El arte queda reducido a una creencia fantasiosa y su presencia en un significado. "Necesitamos arte y no creencias".
Asimismo, destacó la figura del "genio", artista con obras insustituible, personajes que en la actualidad ya no existen. "Hoy con la sobrepoblación de artistas, estos no son prescindibles y la obra se sustituye por otra, porque carece de singularidad".
Detalló que la sustitución de artistas se da por la poca calidad de sus trabajos, "todo lo que el artista realice esta predestinado a ser arte, excremento, filias, odios, objetos personales, imitaciones, ignorancia, enfermedades, fotos personales, mensajes de internet, juguetes, etc. Actualmente hacer arte es un ejercicio ególatra, los performances, los videos, instalaciones están hechos con tal obviedad que abruma la simpleza creadora, y son piezas que en su inmensa mayoría apelan al menor esfuerzo, y que su accesibilidad creativa nos dice que es una realidad, que cualquiera puede hacerlo".
En ese sentido, afirmó que no darle el status al artista que lo merece, ocasiona un alejamiento del arte a las personas, lo demerita, lo banaliza. "Cada ves que alguien sin méritos y sin trabajo real excepcional expone, el arte va decreciendo en su presencia y concepción. Entre más artistas hay, las obras son peores, la cantidad no está aportando calidad".
"El artista ready made toca todas las áreas, y todas con poca profesionalidad, si hace video, no alcanza los estándares que piden en el cine o en la publicidad; si hace obras electrónicas o las manda a hacer, no logra lo que un técnico medio; si se involucra con sonidos, no llega ni a la experiencia de un Dj. Se asume ya que sí la obra es de arte contemporáneo, no tiene por que alcanzar el mínimo rango de calidad en su realización. Los artistas hacen cosas extraordinarias y demuestran en cada trabajo su condición de creadores, ni Demian Hirst, ni Gabriel Orozco ni Teresa Margolles, ni la inmensa lista de gente que crece son artistas, y esto no lo digo yo, lo dicen sus obras", aseveró.
Como consejo a los estudiantes, les indicó que dejen que su obra hable por ellos, no un curador, no un sistema, no un dogma, "su obra dirá si son o no artistas, y si hacen este falso arte, se los repito no son artistas".
Lésper aseguró que hoy día, el arte dejó de ser incluyente, por lo que se ha vuelto en contra de sus propios principios dogmáticos y en caso de que al espectador no le guste, lo acusa de "ignorante, de estúpido y le dice con gran arrogancia, si no te gusta es que no entiendes".
"El espectador, para evitar ser llamado ignorante, no puede ni por asomo decir lo que piensa, para este arte todo público que no es sumiso a sus obras es imbécil, ignorante y nunca está a la altura de lo expuesto ni de sus artistas, así el espectador presencia obras que no demuestran inteligencia", denunció.
Finalmente, señaló que el arte contemporáneo es endogámico, elitista; como vocación segregacionista, realizado para su estructura burocrática, para complacer a las instituciones y a sus patrocinadores. "Su obsesión pedagógica, su necesidad de explicar cada obra, cada exposición, su sobre producción de textos es la implícita acotación del criterio, la negación a la experiencia estética libre, define, nombra, sobreintelectualiza la obra para sobrevalorarla y para impedir que la percepción sea ejercida con naturalidad".
La creación es libre, pero la contemplación no lo es. "Estamos ante a dictadura del más mediocre".
“La
ignorancia frecuentemente proporciona más confianza que el conocimiento”
Charles Darwin
Charles Darwin
“Uno de los dramas
de nuestro tiempo está en que aquellos que sienten que tienen la razón son
estúpidos y que la gente con imaginación y que comprende la realidad es la que
más duda y más insegura se siente”.
Bertrand Russell
Bertrand Russell
“Al menos el 80% de la población
piensa que esta entre el 20% más inteligente.”
Principio de Meta-Pareto
Principio de Meta-Pareto
Parte de
mi actividad destinada a “perder” mi tiempo libre lo insumo en reflexionar,
casi en clave resentida, sobre el devenir de nuestra civilización. En esa
línea, y fruto de ese tiempo diletante, concluí resumiendo que:
¿Será que la ignorancia es una nueva fuente de poder? Si, ciertamente, vivimos en un mundo verdaderamente anti-socrático en el que, contrariamente a la prédica que reza que el que más sabe tenderá a ponderar su experiencia como insuficiente, percibo que nos hemos convertido en individuos que, para posicionarnos en este mundo que hace de nosotros un producto comercial, tendemos a vanagloriarnos de nuestra experta-falsa sapiencia. Para ello, nos valemos del conocimiento o si es posible cercanía de las celebrities estelares que habitan los mundos temáticos de nuestro acontecer.
Aprovechamos la fama o, aunque más no sea, las frases o textos de otros a los que citamos para incubrir nuestra incultura. Nos valemos de citar a personajes famosos como una forma de absorber la fama que detentan y, si logramos publicar una selfie junto a ellos, mucho mejor aún. Si, dado que la honestidad intelectual no vende, nos hemos visto obligados a jactarnos de nuestra supuesta potenciada erudición.
En efecto, la red nos ha convertido a todos en “eruditos de medio pelo“, en habilidosos copy-cats de lo ajeno, en sapatrascas vendedores de saberes que no tenemos sino que copiamos, en relatores de PPTs basados en el conocimiento de otros a quienes no estamos dispuestos a reconocer y menos agradecer a menos que se trate de una gran celebrity cuya original cita nos beneficie por la irradiación de su influencia.
El actual sistema de interacción social tan viciado de marketing, tan colmado de careteada trucha nos ha vuelto a todos vendedores de espejitos de colores cuando no, de humo, y para ello, coaching o autocoaching mediante, nos hemos visto movidos a adaptar nuestro nivel de discurso a una liviana erudición amalgamada con buena onda, a convertirnos en exudadores de psicología positiva, en evangelistas de la (falsa) felicidad cuyo testimonio queda reflejado en esa hipócrita y deslucida sonrisa que cuelga de nuestros rostros a la hora de pretender algo (interesado) en el otro.
La meritocracia del autobombo con sonrisa de oreja a oreja, como forma de posicionamiento chupaplata, la mediocridad complaciente y liviana al servicio de la sugestión grupal, no para atender las necesidades de las personas sino para venderle “supuesto valor” a un mercado de incautos” colmado de competencia que conviene imitar pero ocultar.
Qué tiempos locos estos… en el que todos nos hemos vuelto vendedores de buzones de conocimiento… Viene a mi mente el personaje de Carolyn Burnham, la esposa de Lester, magistralmente interpretada por Annette Bening en la película American Beauty, esa ambiciosa vendedora inmobiliaria a la que sólo le importa el éxito profesional (a riesgo de sacrificar su esencia y la de otros) y para ello procura transmitir un semblante de éxito y buenaventura que la lleva a afirmar que «su compañía vende una imagen y es parte de su trabajo vivir esa imagen»…
¿Será que la ignorancia es una nueva fuente de poder? Si, ciertamente, vivimos en un mundo verdaderamente anti-socrático en el que, contrariamente a la prédica que reza que el que más sabe tenderá a ponderar su experiencia como insuficiente, percibo que nos hemos convertido en individuos que, para posicionarnos en este mundo que hace de nosotros un producto comercial, tendemos a vanagloriarnos de nuestra experta-falsa sapiencia. Para ello, nos valemos del conocimiento o si es posible cercanía de las celebrities estelares que habitan los mundos temáticos de nuestro acontecer.
Aprovechamos la fama o, aunque más no sea, las frases o textos de otros a los que citamos para incubrir nuestra incultura. Nos valemos de citar a personajes famosos como una forma de absorber la fama que detentan y, si logramos publicar una selfie junto a ellos, mucho mejor aún. Si, dado que la honestidad intelectual no vende, nos hemos visto obligados a jactarnos de nuestra supuesta potenciada erudición.
En efecto, la red nos ha convertido a todos en “eruditos de medio pelo“, en habilidosos copy-cats de lo ajeno, en sapatrascas vendedores de saberes que no tenemos sino que copiamos, en relatores de PPTs basados en el conocimiento de otros a quienes no estamos dispuestos a reconocer y menos agradecer a menos que se trate de una gran celebrity cuya original cita nos beneficie por la irradiación de su influencia.
El actual sistema de interacción social tan viciado de marketing, tan colmado de careteada trucha nos ha vuelto a todos vendedores de espejitos de colores cuando no, de humo, y para ello, coaching o autocoaching mediante, nos hemos visto movidos a adaptar nuestro nivel de discurso a una liviana erudición amalgamada con buena onda, a convertirnos en exudadores de psicología positiva, en evangelistas de la (falsa) felicidad cuyo testimonio queda reflejado en esa hipócrita y deslucida sonrisa que cuelga de nuestros rostros a la hora de pretender algo (interesado) en el otro.
La meritocracia del autobombo con sonrisa de oreja a oreja, como forma de posicionamiento chupaplata, la mediocridad complaciente y liviana al servicio de la sugestión grupal, no para atender las necesidades de las personas sino para venderle “supuesto valor” a un mercado de incautos” colmado de competencia que conviene imitar pero ocultar.
Qué tiempos locos estos… en el que todos nos hemos vuelto vendedores de buzones de conocimiento… Viene a mi mente el personaje de Carolyn Burnham, la esposa de Lester, magistralmente interpretada por Annette Bening en la película American Beauty, esa ambiciosa vendedora inmobiliaria a la que sólo le importa el éxito profesional (a riesgo de sacrificar su esencia y la de otros) y para ello procura transmitir un semblante de éxito y buenaventura que la lleva a afirmar que «su compañía vende una imagen y es parte de su trabajo vivir esa imagen»…
Como nota
al pie, resulta interesante destacar que la rosa de “American Beauty” es
una variedad de rosa cultivada artificialmente para tener una apariencia
perfecta. Tal como lo expresa la entrada de la Wikipedia, en las rosas, que aparecen en
numerosos pasajes de la película, queda representada la “falsa belleza”,
belleza que es sólo apariencia…
Lamentablemente nos hemos dado cuenta de que nuestro ilimitado acceso al
conocimiento de otros nos permite moldear nuestro perfil profesional al punto
de equipararnos a los verdaderos expertos, con la diferencia de que esos
sabios, aquellos que realmente han absorbido saberes verdaderos, probablemente,
terminen olvidados opacados por su inhabilidad de vender. Pues, a mayor
sabiduría, mayores son las dudas y menores las certezas que se puedan expresarle
a un mundo ávido de respuestas sean estas o no verdaderas… ¡¡Bravo, bravo, bravo
carajo!!...que contundencia!, buumm!!!...Koan
Soy tan experto en mis saberes fragmentarios, soy tan sabio en mi semblante vendedor que hasta puedo darme el lujo de citar, cual magnánimo erudito, a “mis grandes amigos” David Dunning y Justin Kruger, esos interesantes investigadores de la Universidad de Cornell, quienes, si mal no recuerdo, hace ya unos cuántos años publicaron en el Journal of Personality and Social Psychology, el trabajo:
Soy tan experto en mis saberes fragmentarios, soy tan sabio en mi semblante vendedor que hasta puedo darme el lujo de citar, cual magnánimo erudito, a “mis grandes amigos” David Dunning y Justin Kruger, esos interesantes investigadores de la Universidad de Cornell, quienes, si mal no recuerdo, hace ya unos cuántos años publicaron en el Journal of Personality and Social Psychology, el trabajo:
[Probablemente,
ellos nunca se enteren de mi existencia, sin embargo y dado que me quiero
posicionar marketineramente, no está mal citarlos como si fueran mis
"grandes amigos".
No le digan a nadie que llegué a ellos a través de un tweet de Mikel Uriguen:
No le digan a nadie que llegué a ellos a través de un tweet de Mikel Uriguen:
… Sean uds. ahora cómplices de
esta mi picardía: ellos no tienen por qué enterarse de esto. Vivimos en la Era
de la Colaboración (y, agrego yo, de los oportunistas lameguita como yo). Así
que no le digan a Mikel y a Jesús de la Gándara, autor del post de la Revista @hyperbolemag que les estoy robando el dato
así termino pareciendo, a la vez, original y erudito … ]
[Copio ahora a la Wikipedia, pero de ello ustedes ni tienen por qué enterarse…].
[Copio ahora a la Wikipedia, pero de ello ustedes ni tienen por qué enterarse…].
Déjenme
contarles que el efecto Dunning-Kruger es un sesgo
cognitivo según el
cual los individuos con escasa habilidad o conocimientos sufren de un efecto de
superioridad ilusorio que los hace considerarse más inteligentes que otras
personas más preparadas, incorrectamente midiendo su habilidad por encima de lo
real.
Según lo afirman mis grandes amigos Dunning y Kruger, que ganaron el premio Ig Nobel en el año 2000 por su trabajo, este sesgo, es atribuido a una inhabilidad meta-cognitiva del sujeto de reconocer su propia ineptitud, debido a que su habilidad real debilitaría su propia confianza y, ahora agrego yo, su capacidad de venderle a un mercado ávido de certezas. Los individuos competentes, es decir esos contra quienes tenemos que competir, suelen asumir que los otros tienen una capacidad o conocimiento equivalente al suyo dado que, el gran conocimiento que poseen, los sume en una espiral de dudas que los inactiva a vender sus saberes y a la vez, por saber tanto, se convierten en una amenaza competitiva potencial ante el ladrinculto.
Según lo afirman mis grandes amigos Dunning y Kruger, que ganaron el premio Ig Nobel en el año 2000 por su trabajo, este sesgo, es atribuido a una inhabilidad meta-cognitiva del sujeto de reconocer su propia ineptitud, debido a que su habilidad real debilitaría su propia confianza y, ahora agrego yo, su capacidad de venderle a un mercado ávido de certezas. Los individuos competentes, es decir esos contra quienes tenemos que competir, suelen asumir que los otros tienen una capacidad o conocimiento equivalente al suyo dado que, el gran conocimiento que poseen, los sume en una espiral de dudas que los inactiva a vender sus saberes y a la vez, por saber tanto, se convierten en una amenaza competitiva potencial ante el ladrinculto.
Por un lado,
mis colegas Dunning y Kruger concluyen que: «La mala medición del incompetente se debe a un error
sobre sí mismo, mientras que la mala medición del competente se debe a un error
acerca de los demás».
Yo modificaría estas afirmaciones de la siguiente manera: «La mala medición del incompetente se debe más que a un error sobre sí mismo, a su inherente esfuerzo por no mostrarse incompetente, lo que lo hace competente en apariencia, es su esfuerzo de mostrarse; mientras que la mala medición del competente se debe no ya a un error acerca de los demás, sino a la incapacidad del competente de mostrarse competente ante los demás fruto de la exhibición de la duda».
Ergo, nuestro mundo, en el terreno de lo aparente, nos mueve al anti-socratismo. Del “Sólo se que no se nada” al “Sólo se que algo te tengo que vender” y, a partir de allí, podemos comenzar a citar la larga lista de truchoterapias, supuestos procesos de expansión del Ser en contextos de alta inflación, costosas ladri-capacitaciones, dinámicas copiadas de aquí y allá, certificaciones que hacen innecesaria la titulación universitaria, coaching ofrecido por vendedores de autos usados con certificación experta en risas falsas, talleres de la nueva arcaica era, libros de automentira, encuentros vivenciales al mejor postor, presencias ante guruses y saltimbanquis, y cuanto producto emerja del universo paralelo de la new loser era, el cambio de pinche paradigma y la expansión de la conchaciencia … Imágenes de delfines con fondo violeta-rosaceo, de hippie-budas y meditadores espaciales, coloridas madres tierras varias, lotos y fluorescentes flores, guerreros y guerreras de la luz y hasta fractales multicoloridos son bienvenidos…

Continuando con la hipótesis esbozada por mis amigos Dunning y Kruger es que ante una habilidad típica que las personas poseen en mayor o menor grado:
Yo modificaría estas afirmaciones de la siguiente manera: «La mala medición del incompetente se debe más que a un error sobre sí mismo, a su inherente esfuerzo por no mostrarse incompetente, lo que lo hace competente en apariencia, es su esfuerzo de mostrarse; mientras que la mala medición del competente se debe no ya a un error acerca de los demás, sino a la incapacidad del competente de mostrarse competente ante los demás fruto de la exhibición de la duda».
Ergo, nuestro mundo, en el terreno de lo aparente, nos mueve al anti-socratismo. Del “Sólo se que no se nada” al “Sólo se que algo te tengo que vender” y, a partir de allí, podemos comenzar a citar la larga lista de truchoterapias, supuestos procesos de expansión del Ser en contextos de alta inflación, costosas ladri-capacitaciones, dinámicas copiadas de aquí y allá, certificaciones que hacen innecesaria la titulación universitaria, coaching ofrecido por vendedores de autos usados con certificación experta en risas falsas, talleres de la nueva arcaica era, libros de automentira, encuentros vivenciales al mejor postor, presencias ante guruses y saltimbanquis, y cuanto producto emerja del universo paralelo de la new loser era, el cambio de pinche paradigma y la expansión de la conchaciencia … Imágenes de delfines con fondo violeta-rosaceo, de hippie-budas y meditadores espaciales, coloridas madres tierras varias, lotos y fluorescentes flores, guerreros y guerreras de la luz y hasta fractales multicoloridos son bienvenidos…

Continuando con la hipótesis esbozada por mis amigos Dunning y Kruger es que ante una habilidad típica que las personas poseen en mayor o menor grado:
- Los individuos incompetentes tienden a sobrestimar su propia habilidad. En efecto, [digo yo] por que más allá de esa incompetencia tratan de vender una imagen exitosa con miras a posicionarse…
- Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer la habilidad de otros. Obviamente [digo yo] por que ven a los otros como una potencial competencia que hay que opacar, ocultar o negar…
- Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer su extrema insuficiencia [digo yo] por que esa sería su ruina…
- Si pueden ser entrenados para mejorar sustancialmente su propio nivel de habilidad, estos individuos pueden reconocer y aceptar su falta de habilidades previa [digo yo] por que ante los hechos incontrastables, no queda otra que el mea culpa de aceptar la propia miseria …
Vivimos en un mundo colmado de
incertezas, multiplemente conectado y a la vez cada vez más precario. Estamos desarrollando
un mundo que converge a la universalización de la tercerización y el freelancing
y, por ello, nos presiona a cada un@ a exhibir nuestra propia supuesta marca
personal; nuestro mundo nos obliga a transmitir supuestas cualidades en
nosotros que nos hacen mostrarnos como únicos y diferentes y, por lo tanto,
“comprables” frente a los demás. En este mundo, que nos casi obliga a transmitir un semblante de
rutilante éxito teatralizado bajo la apariencia de la “excelencia simulada“,
lo verdadero en nosotros cede ante la necesaria alusión del marketing de
nosotros mismos devenidos en producto comercial: nos vendemos al faústico
impulso de la necesidad de ser comprados por un otro que ve en nosotros lo que
nosotros no somos… En eso estamos, pero ¿a dónde vamos? … ¡¡¡Muchas gracias!!!
EL TRABAJO NO DIGNIFICA, ES LA FORMA DE DOMINACIÓN MÁS EFECTIVA CREADA POR LOS PODERES
Cada día
que pasa se hace más necesario desterrar de las filas del izquierdismo la
figura estimada del trabajador. Ser un trabajador no es ningún
orgullo, sino una penitencia. Nuestro pecado capital ha sido y será la
mitificación del trabajo como valor humano.
El marxismo y el anarcosindicalismo han hecho suyas la tesis nacionalsocialista de que el trabajo nos hará libres, cuando, realmente, el laborar está más próximo al contravalor, al suicidio del alma. Más allá de la advertencia realizada por Engels y Marx acerca del salario, donde la plusvalía era la única explotación dada, hay que comprender que el trabajo en sí, en toda su dimensión, es un crimen, la forma de dominación más efectiva creada por los poderes.
El marxismo y el anarcosindicalismo han hecho suyas la tesis nacionalsocialista de que el trabajo nos hará libres, cuando, realmente, el laborar está más próximo al contravalor, al suicidio del alma. Más allá de la advertencia realizada por Engels y Marx acerca del salario, donde la plusvalía era la única explotación dada, hay que comprender que el trabajo en sí, en toda su dimensión, es un crimen, la forma de dominación más efectiva creada por los poderes.
El
hombre, por naturaleza, no desea trabajar. Las conquistas del movimiento obrero
han ido siempre encaminadas en esa dirección. Las reducciones en la jornada
laboral y la mejora en las condiciones, bajas médicas, de lactancia, etc. son
en esencia formas merecidas de escaqueo. Amamos el tiempo libre, las
vacaciones. Deseamos disponer tiempo para el ocio. El trabajo es uno
de los mayores productores de enfermedades mentales y sociales contemporáneos. El estrés o la
depresión, así como las rupturas de los núcleos familiares o sentimentales, la
soledad, la incomprensión familiar o la ausencia de tiempo pedagógico, son la
metástasis del trabajo.
Es en el trabajo donde más se nos enseña a respetar las reglas, donde se
nos configura como seres del sistema. Se imponen un horario; unas
obligaciones no consensuadas, puesto que el trabajo es un aprovechamiento por
parte de patrón de la necesidad del trabajador de existir; unos turnos para
realizar nuestras funciones fisiológicas de aseo, excreción y alimentación; y
un temor constante provocado por la creciente incertidumbre que crea el despido
libre, el trabajo temporal y, en definitiva, la inestabilidad del puesto de
trabajo. Es,
trabajar, una manifestación de poder en carne viva, comparable al sistema
penitenciario. Y no lo es porque las actuales condiciones laborales sean
precarias: el simple hecho de intercambiar experiencias por dinero ya es una
maldición para el hombre. El dinero, y el trabajo como manera de generarlo, es
jerarquía y represión.
Capitalismo-explotación
En este
sentido, tanto el patronato como la organización sindical, principalmente esta
última, insiste en la necesidad de formar al trabajador para ser un mejor
trabajador. El
trabajo ha dejado de ser derecho para ser un deber, en el cuál es necesario
estar preparado y competir con el prójimo en una inhumana batalla por demostrar
quién posee unas habilidades más eficazmente explotables. Pasamos la vida, y más aún los periodos de desempleo,
entrenando nuestra capacidad de ser esclavizados.
La
enseñanza superior, la Formación Profesional y la cada vez más mercantilizada
formación universitaria, no tiene más interés que el dotarnos de unos
conocimientos inútiles fuera del trabajo. Éste es el centro hegemónico de la
vida. El consenso en torno a los valores de sacrificio y disciplina ligados al
trabajo es claro. Nosotros
mismos, como clase, miramos con recelo al vago, al que busca equilibrar la
balanza del aprovechamiento con el patrón, al que trata de ponerse a su nivel
rebajando la calidad y jornada de trabajo. No
importa la naturaleza del patrón, si es estatal o iniciativa privada. El
trabajo es el método de control social de nuestro tiempo, y es necesario
reaccionar contra él privándole de su existencia.
Ello no
significa que debamos abandonar de manera autónoma y unilateral el mundo del
trabajo. Sabemos que el desempleo es un drama y que no es fácil sobrevivir, no
sólo biológicamente sino humanamente, sin dinero. Y sabemos, también, que en la
mayoría de los casos, tampoco sería honrado vivir del trabajo de los demás
compañeros. Nuestra madurez está en caminar cada vez más firme en la senda del
socialismo libertario. Poco a poco, ir creando las condiciones necesarias para
depender menos del dinero y, por tanto, del trabajo.
Vivir para uno y para los compañeros y compañeras,
no para el trabajo. Las asociaciones libres seguirán existiendo, pero no de trabajadores,
sino de creadores y de jugadores. Crear y jugar es innato al hombre. Nuestra
infancia lo pone de manifiesto. Sentimos la necesidad más o menos constante, en
su justa medida, de hacer cosas, la mayoría de ellas, útiles, tanto para el
individuo como para la sociedad. Es la verdadera vocación, la verdadera
aplicación de nuestras habilidades, al margen de salarios o prestigios sociales
vinculados a la profesión. El individuo puede
producir bienes y bondades para la comunidad sin necesidad de estar sometidos a
yugo y al látigo de la explotación laboral. Más allá de ganar o perder, el juego se
realiza por la propia experiencia de jugar cuando éste es entendido sanamente.
Esta es la alternativa propuesta al trabajo: la libertad.
VS el canon de belleza occidental la mujer colonizada
En algún lugar, en cualquier cuartel militar.
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