El mundo no nos pertenece. Si tiene un dueño que es tan estúpido como para quererlo tal como es, que se lo quede. Dejémosle contar ruinas en lugar de edificios, cementerios en lugar de ciudades, lodo en vez de ríos y fango infecto en vez de mares.

Nunca dejes de luchar¡¡

'feminicidio o auto-construcción de la mujer

PARA QUE AUMENTE EL CONOCIMIENTO DEBE EXISTIR EL DESACUERDO. Y ESTE PROGRESO DEL CONOCIMIENTO SE PRODUCE A PARTIR DE LA ENUNCIACIÓN DE TEORÍAS AUDACES Y SU CONTRASTACIÓN Y DISCUSIÓN CRÍTICA. PARA EL AVANCE Y EL AUMENTO EN LA PROFUNDIDAD DEL CONOCIMIENTO SE PRODUCE A TRAVÉS DE PROPONER IDEAS AUDACES Y TRATAR DE PROBARLAS, DE CONVERSACIONES, DE DISCUSIONES, EN LAS QUE LOS INTERLOCUTORES, DESDE PUNTOS OPUESTOS, VAN DEFINIENDO CONSTRUYENDO UNA FORMA DE INTERPRETAR SU ENTORNO.

CAPITALISMO

CAPITALISMO
No es natural sentirse bien en un mundo enfermo, y lleno de injusticia

el problema

el problema

LAS VERDADES SON HECHOS.

LAS VERDADES SON HECHOS.

punk, oi, hard core

martes, 8 de marzo de 2016

LA REVOLUCIÓN FEMENINA. CUANDO LA IGUALDAD SE VA A LA MIERDA¡¡¡





Los dueños del Agua - DWTV

Ahora en países del tercer mundo empresas como Nestlé se instalan y explotan el agua e cantidades astronómicas, sin permitir el acceso a los más pobres que viven de manera infrahumana a pocos metros de su extracción



La gula de lo innecesario 

 




9 FORMAS EN QUE PODRÍAMOS, AHORA MISMO, DEJAR DE COOPERAR CON EL SISTEMA




Hacernos cargo de nuestra realidad es el primer paso en la construcción de otras manera de vivir, distintas a las que dicta el sistema imperante.
Marx dijo que las revoluciones son la locomotora de la historia mundial. Pero tal vez las cosas se presentan de muy distinta manera. Puede ser que las revoluciones sean el acto por el cual la humanidad que viaja en tren aplica los frenos de emergencia.
Walter Benjamin, Tesis sobre la historia (apuntes, notas y variantes)
Es posible que en ninguna otra época de la humanidad más que en esta en que ahora vivimos la sensación de crisis haya estado tan presente y haya sido, paradójicamente, tan constante. Esta última característica es contradictoria porque, en una acepción elemental, las crisis serían los puntos de quiebre de un proceso, momentos de inflexión en un desarrollo dado que, justamente por eso, tienen el carácter de extraordinario, fuera de lo normal o lo habitual, súbito incluso. Vivir en una crisis sostenida parece, entonces, un contrasentido, acaso incluso un absurdo, sin embargo…
¿Es posible vivir de otra manera? La respuesta a esta pregunta es sencilla, pues de algún modo es binaria: Sí o No. Como en el famoso topoema de Octavio Paz, estas dos palabras, que son posibilidades, se nos presentan como los escenarios potenciales de múltiples formas de vida que aun en esa diversidad innegable, pueden tener un denominador común: la cooperación o la resistencia. ¿Con qué? En pocas palabras, con el sistema que nos mantiene en crisis perpetua, con este horizonte de posibilidades esencialmente económicas que funciona sobre la base de la acumulación de la riqueza, la explotación del trabajo y la consecuente desigualdad económica. Cooperación o resistencia.
A continuación compartimos 9 puntos orientados a dejar de cooperar en esa forma de vida y, a cambio, resistir, no vana, adolescentemente, sino como el primer paso que conduzca a la construcción de otro modo de ser y estar en el mundo.




1. Cuestiona

En la filosofía occidental, uno de los principios vivificantes fundamentales ha sido la duda, esa operación de la inteligencia por medio de la cual nos preguntamos si eso que vemos, escuchamos o creemos entender es cierto, verdadero, real, si acaso no se trata de un mensaje que podríamos tomar en otro sentido. El cuestionamiento es notablemente útil cuando lo aplicamos a aquello que parece más evidente, más normal. La duda, por otro lado, no es meramente teórica, también puede dar paso a su correlato práctico, de acción política. Descartes puede ser uno de los mejores ejemplo a este respecto: comenzó dudando, pero de ahí pasó a estructurar todo un sistema de pensamiento que, a la postre, dio pie a buena parte de la manera en que ahora aprehendemos la realidad (esa fue su acción política, en el sentido amplio de este término). La sociedad funciona en buena medida sobre narrativas que otros construyen y que otros más sólo llegan a habitar. ¿Cuál es la tuya? ¿Es netamente tuya o de qué fragmentos está hecha?



2. Desconéctate

Actualmente, el binomio conectar/desconectar es uno de los más presentes en nuestro actuar cotidiano, aunque quizá no con tanto dinamismo como tal vez suponemos. Es posible, en efecto, que muchos de nosotros más bien estemos de continuo conectados y sólo muy de vez en cuando, acaso nunca, nos desconectemos realmente. Tu teléfono móvil, tu trabajo, relaciones personales y sociales que te mantienen en el statu quo, etc. Romper con eso es, en cierta forma, romper también con el miedo, atravesar una membrana, quizá incluso dar un salto en el vacío, ¿pero no sería esto deseable al saber que del otro lado nos espera la construcción gradual de nuestra propia libertad?

3. Evita la distracción
Desde que el poder comenzó a conformarse como tal –es decir, como un elemento que posibilita la sujeción de la mayoría en manos de una minoría, sus detentores encontraron en el entretenimiento un medio efectivo para evitar que la muchedumbre cuestionara la legitimidad de su autoridad. La famosa locución latina panem et circenses (original del poeta romano Juvenal) condensó para la historia este método de control sobre las masas y los individuos. En nuestra época ese circo es permanente, lo tenemos literalmente al alcance de la mano y siempre ante nuestros ojos, en la multitud de pantallas que se iteran infinitamente adondequiera que miremos. La “sociedad del espectáculo” que conceptualizó el situacionista francés Guy Debord es hoy más vigente que nunca: por todos lados se nos ofrece un “espectáculo” que consumir, el cual, además, se presenta bajo el aura de lo urgente, lo necesario, lo imperdible. Todo, además, es susceptible de recibir dicho tratamiento espectacular: desde miles o millones de videos de YouTube con personas semidesnudas echándose un balde lleno de hielos hasta la manera en que el presidente de un país usa unos calcetines. Pero si a esto que es banal se da el trato de importante, ¿de qué nos están distrayendo? ¿Qué es lo que realmente está pasando?
4. No votes por ningún partido político
A pesar de sus lineamientos y sus programas, sus discursos, sus promesas y sus supuestas ideologías, los partidos políticos no son otra cosa que engranajes del mismo sistema. Es cierto: el acercamiento a la realidad de un partido de derecha y de otro de izquierda puede ser diferente, pero al final, en un sentido estructural, ninguno buscará cambiar realmente el estado de las cosas. ¿Por qué? Simple: porque hacerlo significaría su propia desaparición. Los partidos políticos son parte de esa minoría que no hace otra cosa más que repartirse el poder, participar en ese juego de suma cero en que ganar algo significa quitarle a otro la posibilidad de tenerlo. La alternativa, en este sentido, es la autoorganización, la convivencia política cotidiana entre pares, no bajo la sumisión de un politburó.

5. Aprende a discernir
“Ningún hombre es una isla”, escribió atinadamente John Donne. Nadie puede vivir aislado y, en efecto, la comunicación es un impulso natural del ser humano, gregario por esencia. Esto, sin embargo, no significa que no podamos elegir con quién juntarnos, por decirlo de alguna manera. Todos los medios masivos de comunicación tienen su propia agenda, sus intereses corporativos y de grupo. Infórmate sobre éstos. Consulta una noticia importante en distintas fuentes y date cuenta de las diferencias con las que se presenta la información. La palabra “manifestantes” no tiene las mismas implicaciones que “inconformes” o “vándalos”, con todo, distintos medios pueden usarlas para contar el mismo hecho. En casi todos los casos, los grandes consorcios de medios apuestan por la conservación del statu quo, lo cual implica que sean aliados de las clases dominantes, que perpetúen el discurso hegemónico, que releguen a las minorías, etc. Leer no es únicamente repasar palabras o imágenes para aprehender uno de sus significados, sino distinguir también eso que se encuentra entre líneas.

6. No formes parte de ningún ejército
En pleno siglo XXI, más de 500 años después de las utopías optimistas del Renacimiento, el ser humano continúa viviendo en guerra. La industria de las armas es una de las más rentables de nuestro tiempo y todos los días ocurre en el mundo un acto violento relacionado con su mercancía de muerte. Millones de personas enlistadas, muriendo y matándose con el único propósito último que ni siquiera le concierne a ellas, sino a las personas en el poder: preservar el statu quo. Este punto, sin embargo, también tiene un sentido metafórico. ¿No somos también un ejército de consumidores que se encaminan voluntariamente a la compra desenfrenada de cuanto artilugio se encuentra en el mercado? ¿No hay otro tipo de ejércitos no necesariamente provistos de armas de fuego que también guerrean por el sistema y defienden sus causas?

7. Es tu salud, cuídala tú (no la industria farmacéutica)
Estamos vivos: enfermarnos es inevitable. Con todo, ello no implica que abdiquemos de la responsabilidad de nuestra propia salud para cedérsela a la poderosa industria de los fármacos, que ha convertido el decaimiento natural de nuestro cuerpo en su propio negocio. Cuida tu alimentación, realiza cotidianamente alguna actividad física, cultiva tus relaciones personales, cuando sea posible opta por alternativas tradicionales y naturales de sanación (que, por otro lado, en muchos casos son antiquísimas: el ser humano no siempre se “curó” con medicinas), no creas todo lo que te dice la industria farmacéutica. En una palabra: hazte cargo de tu cuerpo (y tu espíritu).

8. Evita los alimentos industrializados
La guía más sencilla a este respecto la dio recientemente el nutriólogo Michael Pollan en una sola línea: “Si viene de una planta, cómelo; si fue hecho en una planta, evítalo”. La industrialización de los alimentos conlleva el añadido de peligrosos componentes que les permiten durar más (conservadores), tener un aspecto más atractivo (colorantes artificiales) o un gusto distintivo (saborizantes) e incluso resultar de una producción más rentable (organismos genéticamente modificados). Sin embargo, la consecuencia no dicha de este proceder es que esos aditivos empleados pueden resultar tóxicos en el largo plazo para el ser humano, provocar enfermedades terribles como el cáncer, volvernos adictos a una sustancia (el azúcar o el glutamato monosódico, por ejemplo), etc. En suma, trastornar nuestro cuerpo. Antes recomendamos cuidar tu alimentación, pero quizá sería mejor precisar eso en “atiende tu alimentación”: pon atención en qué estás llevando al interior de tu cuerpo, con qué lo estás haciendo vivir. ¿Regarías una planta diaria y exclusivamente con una bebida gaseosa altamente azucarada? ¿Se la darías de beber a tu perro? ¿Por qué lo haces contigo?

9. Deja de consumir
Este es quizá el punto menos sencillo de todos. Estamos inmersos en un sistema que en 1 siglo ha convertido el consumo en una de las etapas fundamentales de su dinámica de funcionamiento. El consumo ha adquirido tal importancia que prácticamente se encuentra en todas las acciones posibles de nuestro actuar: consumimos información, alimentos, mercancías, estímulos e incluso las relaciones personales, las emociones y los sentimientos son susceptibles de convertirse en objetos de consumo. Como los estoicos, podríamos probar a vivir con lo menos posible (materialmente hablando), sin embargo, esto no es suficiente. El consumo es también una suerte de mindset, un fragmento del aparato ideológico con el cual aprehendemos, habitamos y experimentamos el mundo. Una forma de ser y estar. La alternativa quizá sea entender eso de otro modo. Darnos cuenta, por ejemplo, de que no todo lo que se rompe tiene forzosamente que desecharse y reemplazarse de inmediato. Que no porque algo se produzca tiene necesariamente que consumirse. Que el bienestar auténtico descansa en un puñado de bienes (algunos materiales, inevitablemente, otros muchos no).




  NO PASARAN. PABLO HASEL
 



“Ayer me mataron. Me negué a que me tocaran…”:
la estremecedora carta sobre el asesinato de dos turistas argentinas en Ecuador









LA REVOLUCIÓN FEMENINA




No somos conscientes de ello: pero en estos momentos estamos viviendo una auténtica tragedia.
La gran tragedia ignorada y silenciada de nuestros tiempos.
Porque a pesar de que sucede ante nuestras mismísimas narices, nuestra estrechez de miras y nuestra patética falta de visión en perspectiva nos ocultan su tremenda magnitud y las calamitosas consecuencias que acarreará de cara al presente y al futuro.

Podemos decir sin dudarlo, que estamos perdiendo la última gran oportunidad para transformar a la humanidad y crear un futuro mejor.
Y cuando nos demos cuenta de la oportunidad perdida ya será demasiado tarde…lo peor es que nadie toma conciencia de que está sucediendo y de lo que realmente significa para todos nosotros.
¿A qué nos referimos? ¿Cuál es esa oportunidad?
Para comprenderlo mejor, antes debemos responder una pregunta:
¿Quién tiene la fuerza para transformar las sociedades?
¿QUIÉN TRANSFORMA LAS SOCIEDADES?
Se ha hecho evidente a lo largo de la historia que solo los colectivos oprimidos y maltratados llevan a cabo revoluciones, pues son los únicos que aúnan la necesidad y la fuerza moral capaces de generar grandes transformaciones en las estructuras de organización social, económica o política.
Sea cual sea su origen o condición, recae sobre ellos la responsabilidad de cambiar las cosas.
La esperanza de crear un mundo mejor y más justo.




 Evidentemente, quien alberga la posición dominante en una situación de injusticia o desequilibrio social, no tiene ningún interés en cambiar la situación que le beneficia.
No veremos a grandes banqueros y empresarios clamando por los derechos del trabajador, como no vimos ni a la realeza ni a la nobleza luchando en su momento por los derechos del campesinado y las clases pobres.
Eso es evidente.
Si pudiéramos cuantificarlo de alguna manera, podríamos afirmar que la capacidad transformadora de un colectivo oprimido tiene relación directa con el poder que potencialmente alberga y que le es denegado.
Así, esclavos, campesinos o proletarios, todos ellos motores de las mayores revoluciones de los últimos tiempos, detentaban la fuerza de trabajo de la sociedad.


Su poder potencial era pues, inmenso, y por lo tanto, también lo eran su capacidad de transformación social y económica y las esperanzas de justicia depositadas sobre ellos.
De la liberación de ese inmenso poder potencial reprimido han surgido las grandes transformaciones sociales, económicas, ideológicas y políticas de estos últimos siglos de nuestra historia.
Y tales avances nos han parecido enormes.
EL MAYOR COLECTIVO OPRIMIDO DE LA HISTORIA
Pero a lo largo de la historia ha existido un colectivo oprimido con un poder potencial mucho mayor al de cualquier otro, tan inmenso que trasciende las fronteras de lo social, lo económico y lo político, pues alberga, nada más y nada menos que la llave de la pervivencia de la especie humana: el género femenino.
Jamás en la historia de la humanidad ha existido un colectivo con tal potencial de transformación de nuestra realidad.

Su poder es tan inmenso que realmente cuesta tomar plena conciencia de él.
Para empezar, las mujeres representan el colectivo más numeroso y más largamente oprimido de toda la historia humana.

La suya no solo ha sido una subyugación social, económica y política, sino además mental, sexual y moral, negando su pleno y libre desarrollo hasta límites inconcebibles.
La represión a la mujer no ha conocido fronteras políticas, físicas ni ideológicas.
Ni tan solo temporales, culturales ni religiosas.

Se trata de una opresión generación tras generación y siglo tras siglo a lo alto y ancho del globo, hasta perderse en los albores de la civilización.
En consecuencia, su poder de transformación del mundo también trasciende todas las fronteras imaginables, pues alberga la capacidad de transformar al ser humano hasta sus cimientos.
Mucho más allá de las estructuras circunstanciales y pasajeras representadas por las diferentes coyunturas socio-económicas con las que se relacionan todas las anteriores revoluciones.
Y es que un campesino o un proletario representaban la fuerza que mantenía en funcionamiento toda la estructura económica y productiva.
Pero el género femenino representa, directamente, la existencia y perdurabilidad de la especie humana en sí misma.
¿Existe pues, mayor poder en el mundo?

Tal era el inconcebible poder de una posible Revolución Femenina.
Y tales eran las esperanzas de profunda transformación a escala humana que podíamos depositar sobre tal revolución.
LA REVOLUCIÓN ABORTADA
Sin embargo, la Revolución Femenina ha representado el mayor fracaso de la historia humana.
La gran oportunidad perdida, tal vez para siempre.
El gran cataclismo olvidado e ignorado de nuestra época.
Una desgracia de cuya magnitud, quizás jamás seamos conscientes.
Porque se trata, sin lugar a dudas, de una revolución que está siendo abortada mucho antes de llegar a producirse.
Abortada bajo la bandera de la presunta “igualdad de género”, una auténtica aberración conceptual creada por la maquinaria del Sistema con el fin de canalizar esa fuerza imparable que, de llegar a desatarse, podría llevar al propio Sistema a su completa destrucción.
Porqué en realidad, ¿Qué representa la igualdad de género?
¿Qué representa la igualitaria incorporación de la mujer a las estructuras sociales, económicas y políticas?
¿Realmente está cambiando la esencia del mundo en el que vivimos?
Para responder a ello, solo debemos observar a nuestro alrededor.
Observemos, por poner un ejemplo, a las mujeres que se incorporan al mundo de la política.
¿Son menos ambiciosas que un hombre?
¿Menos corruptas?
¿Menos injustas?
¿Con ellas alcanzamos mayor igualdad y justicia sociales que con un hombre?
¿Con ellas desaparecen las castas políticas de carácter mafioso?
¿Las mujeres mienten y manipulan menos?
¿Son menos incompetentes?
¿Aportan nuevas concepciones ideológicas y morales a la política?


¿Estamos presenciando alguna transformación profunda a escala mundial a medida que la mujer se incorpora a los puestos de responsabilidad?



 
La respuesta a todas estas preguntas es tan triste como evidente.
LA TRAMPA DE LA IGUALDAD
¿Cuál ha sido la gran reclamación de las mujeres al defender sus derechos?
Igualdad.
Es decir, libre acceso a las posiciones y roles que los hombres ocupan en el Sistema.
Ser partícipe del corrupto y desastroso sistema que, en mayor medida, ha creado el propio género masculino.
Un mundo salvaje, violento, injusto, impío, que como una fría y metódica máquina lo destruye todo a su paso en alas de absurdas ideologías políticas, creencias religiosas o ganancias económicas.
Lejos de intentar transformar ese mundo infecto hasta sus raíces, de destruir las estructuras psíquicas que tanto daño causan desde tiempos inmemoriales al propio género femenino, la gran pretensión de la mujer ha sido convertirse en un engranaje más de ese gran mecanismo, como lo es un hombre.
Solo eso.
Ser una pieza más de la máquina, simplemente.
Eso es lo que representa en realidad la mal llamada “igualdad de género”.
Y llegados aquí, deberíamos preguntarnos ¿por qué el género femenino se ha conformado con tan poco?
¿Porque no ha centrado sus esfuerzos en derribar las injustas estructuras del Sistema, creando nuevos conceptos, radicalmente diferentes, mucho más desarrollados y profundos?
En definitiva, ¿Por qué la mujer no ha luchado por crear y liderar un mundo radicalmente nuevo y mejor?
Crear y liderar un Mundo Nuevo.
Eso representaría una nueva esperanza para la especie humana, tan ciega y perdida en estos momentos.
Sin duda habrá quien argumente que para cambiar el mundo, antes la mujer debe incorporarse a los puestos de responsabilidad.
Pero eso es una completa falacia.
Porque precisamente ahí radica la trampa.
Como hemos visto, la fuerza transformadora solo surge de los colectivos oprimidos en lucha por cambiar las cosas y que sueñan con nuevas realidades, aunque sean utópicas.
Que las necesitan para construirse un futuro.
Sin embargo, la promesa de la igualdad no alberga el sueño de nuevas realidades.
De hecho sirve para matar ese sueño de transformación realmente profunda y refuerza las realidades existentes como únicas opciones posibles.
Y la igualdad de género, una vez conseguida, elimina definitivamente la necesidad de esa transformación, pues presuntamente, acaba con la opresión que generaba esa necesidad.
Esa ha sido la gran trampa del Sistema para abortar la gran Revolución Femenina que podría haber transformado la humanidad para siempre.
Y con ella perdemos, probablemente, la última oportunidad de conseguirlo.
Porque todos sabemos que una mujer piensa y siente diferente a un hombre.
Que experimenta cosas que un hombre jamás podrá llegar a comprender.
Existe entre ambos géneros una enriquecedora y profunda diferencia, tanto a escala biológica como psicológica.
Un patrimonio natural de valor incalculable.
Sin embargo, parece que el género femenino ha renunciado a esa valiosa diferencia, a su particular forma de sentir y concebir el mundo y ha preferido convertirse también en hombre, integrándose a la maquinaria del Sistema.

Parece que la gran lucha del género femenino, su gran objetivo, se limita a alcanzar los mismos puestos de poder que un hombre y tener la libre posibilidad de llevar pantalones, fumar, beber, drogarse y practicar sexo exactamente igual que en el caso del género masculino.






Un gran logro a escala cósmica, sin lugar a dudas.
Elevación espiritual e intelectual en su estado más puro.
Un auténtico hito que debe ser objeto de la más profunda admiración por los siglos de los siglos.
Porque ciertamente, ¿dónde están las mujeres que cambian el mundo?
¿Quienes son?
¿Lady Gaga, Madonna, Miley Cyrus o la actriz de moda?
¿Las mandatarias corruptas?
¿Quizás las periodistas y tertulianas que obedecen a sus amos, exactamente igual que cualquier periodista masculino?
¿O quizás los millones y millones de mujeres esclavas del consumismo, de la moda y de la televisión exactamente como lo son los hombres? 




Y es que la mujer ha sido incapaz de escapar del programa del sistema y crear y liderar una nueva realidad a escala humana.
Un claro ejemplo de ello lo encontramos en la religión.
Es difícil encontrar una institución tradicionalmente más machista que la Iglesia Católica.
Su historial de desprecio hacia la mujer raya cotas enfermizas, llegando a considerarla en su momento un ser impuro y pecador.
Aun hoy en día, la mujer es tratada casi como un ser inferior espiritualmente, pues no tiene acceso a ninguna posición con auténtico poder en la estructura eclesiástica.


¿Más cual es la reacción mayoritaria del género femenino ante una institución tan retorcida y deformada en sus preceptos?
¿Acaso es derribar esa estructura opresora y definir un nuevo concepto de espiritualidad que supere todas las barreras impuestas por las diferentes religiones?
No.
Parece que el gran objetivo de la mujer consiste en reclamar el derecho al sacerdocio, el derecho a incorporarse a esa misma estructura rancia y anticuada que la ha reprimido durante dos milenios y a la cual ha servido tan sumisamente.

Incapaz de crear algo nuevo.
Incapaz de renunciar a la programación psíquica del Sistema.
Un ejemplo claro y diáfano de cómo el Sistema habita en lo más profundo de nuestra mente humana, como un programa auto-limitante que impide todo cambio sustancial y profundo.
Es doloroso aceptarlo, pero, ¿Realmente significa algún avance para el mundo que una mujer llegue a gobernar?
¿Si?
¿Por qué?
Si su gobierno implica las mismas injusticias, corrupciones y abusos que el de un hombre, entonces, ¿Qué ha ganado el ser humano?
Nada.
Al contrario, todos hemos perdido.
Porque hemos perdido la oportunidad de cambiarlo todo.
La oportunidad transformadora que solo brindan los colectivos oprimidos.
Y el género femenino era el mayor colectivo oprimido de la historia de la humanidad.
Nuestra última y gran esperanza.
Todos deberíamos sentir auténtica pena por ello.
Y una profunda vergüenza.
Y si aún queda un mínimo aliento de fuerza transformadora en el género femenino, si aún existen mujeres soñadoras ajenas a la trampa de la presunta igualdad de género, aquí va nuestro llamamiento, casi nuestra súplica:
¡Reaccionad!
¡Rebelaos!
¡Cambiad el mundo de verdad!
¡Hasta sus más hondos cimientos!
Arrancad las telarañas que el sistema teje en nuestras mentes y soñad una nueva realidad, una nueva humanidad.
No os conforméis simplemente con ser iguales a los hombres y ocupar sus posiciones.
Sed mejores, liderad el cambio que la humanidad necesita.
Porque sois la última esperanza…
Y hacerlo es vuestra obligación.



"Mujeres machistas" - Historia del día Internacional de la Mujer sumisa, QUE HA CAMBIADO?



 8 DE MARZO (1908), FÁBRICA "SIRTWOOT COTTON", NUEVA YORK.



A partir del 1900, las mujeres venían arrastrando unas condiciones de trabajo pésimas, las jornadas laborales eran agotadoras, hasta 14 horas diarias, si aquello le sumaban el embarazo, la lactancia, las tareas del hogar extenuantes, y los sueldos irrisorios en jornadas más extensas que los hombres, así como castigos económicos y multas por ir al cuarto de baño "más de lo que creían debido".
Contrastaba esto con el agravio comparativo que a los hombres se les permitían pequeños descansos para fumar en horarios más pequeños. Es decir, la mujer era contratada como mano de obra barata y doblemente explotada
.
Un 5 de Marzo 1908, varias compañías neoyorquinas textiles, unas 40.000 mujeres, comenzaron una huelga solicitando:

- Igualdad en el salario
- Jornadas laborales de 10 horas
- Rechazo a la explotación laboral infantil.
- Legalizar a las obreras la sindicalización como al hombre.

El 8 de marzo 1908 obreras de la empresa Sirtwoot Cotton, de Nueva York, decidieron de forma pacífica encerrarse en la fábrica.

Tanto los empresarios como el gobierno vieron un gran peligro en estas reivindicaciones. El propietario de Sirtwoot Cotton cerró la fábrica con candados y prendíó fuego. A la hora del incendio no se disponía más que de 29 cubos de agua. La fábrica tenía unas débiles escaleras de incendio que en cuanto quisieron utilizarlas, se desplomaron.

Las jóvenes obreras se lanzaban al vacío. Las mujeres saltaban de tres en tres desde los 9 pisos de la fábrica. Los que intentaron ayudar, sujetaron mantas desde abajo, pero con el peso de sus cuerpos se iban rajando y terminaban sus cuerpos en el suelo. Las mangueras de los bomberos apenas podían llegar al 7º piso y la fuerza del agua era débil para sofocar el fuego.

Las pocas puertas que no estaban bloqueadas abrían hacia adentro, con lo que no podían abrirse debido al humo y al afán de querer salir, se agolpaban una tras otra delante de las puertas, mientras el fuego ardía en sus ropas y pelo.
Encontraron a 25 mujeres agolpadas en un vestuario.

Murieron calcinadas 129 mujeres. Las edades estaban comprendidas entre 19 y 24 años.


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[IGUALDAD REAL] A LAS MUJERES TAMBIÉN NOS GUSTA FOLLAR Y NO QUEREMOS SER ESTIGMATIZADAS POR ELLO


Si no lo has vivido en primera persona, muy probablemente lo hayas presenciado o incluso has sido tú mismo/a quien haya hecho un juicio moral similar al de la imagen.


Pero, ¿por qué la sociedad suele elogiar, admirar o incluso envidiar al hombre que disfruta de su sexualidad en libertad y condena a la mujer que hace exactamente lo mismo? ¿Por qué la sociedad sigue distinguiendo entre ‘machotes’ Y ‘zorras’?


Hoy en día, la sociedad sigue estigmatizando y descalificando a aquellas mujeres que disfrutan libremente del sexo. El hombre que vive de esta forma su vida sexual es calificado de forma positiva y la mujer, por el contrario, es insultada y condenada. Cuando se estigmatiza a las mujeres con calificativos como ‘zorra’ por vivir su sexualidad como mejor considere o desee, se está juzgando su libertad sexual, relacionándola con algo negativo, inmoral y/o condenable.


De nuevo, otro elemento cultural y simbólico que perpetúa la desigualdad entre hombres y mujeres. Así, se suele asignar a la mujer un papel pasivo, donde su actividad sexual debiera ser ‘reducida’ o ‘limitada’, negando así el deseo sexual femenino. Sin embargo, está socialmente aceptado y naturalizado que el hombre tenga deseo sexual y quiera satisfacerlo. En el caso de la mujer, aquella que muestra su deseo sexual o que lo satisface es habitualmente descalificada, pues una mujer que toma la iniciativa y que libremente decide sobre sus relaciones sexuales, disfrutándolas desde su independencia es condenada, nunca elogiada o admirada –como en el caso masculino.


Los juicios morales sobre la vida sexual de las mujeres son un estigma social que, en muchos casos, actúa como una forma de presión que hace que éstas repriman su deseo sexual para proteger su ‘reputación’ o su identidad social frente a las demás personas.


-El cuerpo y la sexualidad de la mujer solo pertenecen a sí misma y, por tanto, solo ella puede juzgar qué está bien y qué está mal, qué desea y qué no desea hacer con él.
 
-Tanto hombres como mujeres tienen derecho a disfrutar de su sexualidad, desde la libertad, el respeto y el consentimiento de las partes implicadas, sin sufrir discriminación, insultos y/o estigmatización por ello.


¡QUEREMOS VIVIR NUESTRA SEXUALIDAD EN LIBERTAD SIN SER ESTIGMATIZADAS POR ELLO!





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