Los dueños del Agua - DWTV
Ahora en países del tercer mundo empresas como Nestlé se instalan y explotan el agua e cantidades astronómicas, sin permitir el acceso a los más pobres que viven de manera infrahumana a pocos metros de su extracción
La gula de lo innecesario
9 FORMAS EN QUE PODRÍAMOS, AHORA MISMO, DEJAR DE COOPERAR CON
EL SISTEMA
Hacernos cargo de nuestra realidad es el primer
paso en la construcción de otras manera de vivir, distintas a las que dicta el
sistema imperante.
Marx dijo
que las revoluciones son la locomotora de la historia mundial. Pero tal vez las
cosas se presentan de muy distinta manera. Puede ser que las revoluciones sean
el acto por el cual la humanidad que viaja en tren aplica los frenos de
emergencia.
Walter
Benjamin, Tesis sobre la historia (apuntes, notas y variantes)
Es posible que en ninguna otra época de la
humanidad más que en esta en que ahora vivimos la sensación de crisis haya
estado tan presente y haya sido, paradójicamente, tan constante. Esta última
característica es contradictoria porque, en una acepción elemental, las crisis
serían los puntos de quiebre de un proceso, momentos de inflexión en un
desarrollo dado que, justamente por eso, tienen el carácter de extraordinario,
fuera de lo normal o lo habitual, súbito incluso. Vivir en una crisis sostenida
parece, entonces, un contrasentido, acaso incluso un absurdo, sin embargo…
¿Es posible vivir de otra manera? La respuesta a
esta pregunta es sencilla, pues de algún modo es binaria: Sí o No. Como en el
famoso topoema de Octavio Paz, estas dos palabras, que son posibilidades, se
nos presentan como los escenarios potenciales de múltiples formas de vida que
aun en esa diversidad innegable, pueden tener un denominador común: la
cooperación o la resistencia. ¿Con qué? En pocas palabras, con el sistema que
nos mantiene en crisis perpetua, con este horizonte de posibilidades
esencialmente económicas que funciona sobre la base de la acumulación de la
riqueza, la explotación del trabajo y la consecuente desigualdad económica.
Cooperación o resistencia.
A continuación compartimos 9 puntos orientados a
dejar de cooperar en esa forma de vida y, a cambio, resistir, no vana,
adolescentemente, sino como el primer paso que conduzca a la construcción de
otro modo de ser y estar en el mundo.
1. Cuestiona
En la filosofía occidental, uno de los principios
vivificantes fundamentales ha sido la duda, esa operación de la inteligencia
por medio de la cual nos preguntamos si eso que vemos, escuchamos o creemos
entender es cierto, verdadero, real, si acaso no se trata de un mensaje que
podríamos tomar en otro sentido. El cuestionamiento es notablemente útil
cuando lo aplicamos a aquello que parece más evidente, más normal. La
duda, por otro lado, no es meramente teórica, también puede dar paso a su
correlato práctico, de acción política. Descartes puede ser uno de los mejores
ejemplo a este respecto: comenzó dudando, pero de ahí pasó a estructurar todo
un sistema de pensamiento que, a la postre, dio pie a buena parte de la manera
en que ahora aprehendemos la realidad (esa fue su acción política, en el
sentido amplio de este término). La sociedad funciona en buena medida sobre
narrativas que otros construyen y que otros más sólo llegan a habitar. ¿Cuál es
la tuya? ¿Es netamente tuya o de qué fragmentos está hecha?
2. Desconéctate
Actualmente, el binomio conectar/desconectar es uno
de los más presentes en nuestro actuar cotidiano, aunque quizá no con tanto
dinamismo como tal vez suponemos. Es posible, en efecto, que muchos de nosotros
más bien estemos de continuo conectados y sólo muy de vez en cuando,
acaso nunca, nos desconectemos realmente. Tu teléfono móvil, tu trabajo,
relaciones personales y sociales que te mantienen en el statu quo, etc.
Romper con eso es, en cierta forma, romper también con el miedo, atravesar una
membrana, quizá incluso dar un salto en el vacío, ¿pero no sería esto deseable
al saber que del otro lado nos espera la construcción gradual de nuestra propia
libertad?
3. Evita la distracción
Desde que el poder comenzó a conformarse como tal
–es decir, como un elemento que posibilita la sujeción de la mayoría en manos
de una minoría, sus detentores encontraron en el entretenimiento un medio
efectivo para evitar que la muchedumbre cuestionara la legitimidad de su
autoridad. La famosa locución latina panem et circenses (original del
poeta romano Juvenal) condensó para la historia este método de control sobre
las masas y los individuos. En nuestra época ese circo es permanente, lo
tenemos literalmente al alcance de la mano y siempre ante nuestros ojos, en la
multitud de pantallas que se iteran infinitamente adondequiera que miremos. La
“sociedad del espectáculo” que
conceptualizó el situacionista francés Guy Debord es hoy más vigente que nunca:
por todos lados se nos ofrece un “espectáculo” que consumir, el cual,
además, se presenta bajo el aura de lo urgente, lo necesario, lo imperdible.
Todo, además, es susceptible de recibir dicho tratamiento espectacular:
desde miles o millones de videos de YouTube con personas semidesnudas echándose
un balde lleno de hielos hasta la manera en que el presidente de un país usa
unos calcetines. Pero si a esto que es banal se da el trato de importante, ¿de
qué nos están distrayendo? ¿Qué es lo que realmente está pasando?
4. No votes por ningún partido político
A pesar de sus lineamientos y sus programas, sus
discursos, sus promesas y sus supuestas ideologías, los partidos políticos no
son otra cosa que engranajes del mismo sistema. Es cierto: el acercamiento a la
realidad de un partido de derecha y de otro de izquierda puede ser diferente,
pero al final, en un sentido estructural, ninguno buscará cambiar realmente el
estado de las cosas. ¿Por qué? Simple: porque hacerlo significaría su propia
desaparición. Los partidos políticos son parte de esa minoría que no hace otra
cosa más que repartirse el poder, participar en ese juego de suma cero en que
ganar algo significa quitarle a otro la posibilidad de tenerlo. La alternativa,
en este sentido, es la autoorganización, la convivencia política cotidiana
entre pares, no bajo la sumisión de un politburó.
5. Aprende a discernir
“Ningún hombre es una isla”, escribió atinadamente
John Donne. Nadie puede vivir aislado y, en efecto, la comunicación es un
impulso natural del ser humano, gregario por esencia. Esto, sin embargo, no
significa que no podamos elegir con quién juntarnos, por decirlo de
alguna manera. Todos los medios masivos de comunicación tienen su propia
agenda, sus intereses corporativos y de grupo. Infórmate sobre éstos. Consulta
una noticia importante en distintas fuentes y date cuenta de las diferencias
con las que se presenta la información. La palabra “manifestantes” no tiene las
mismas implicaciones que “inconformes” o “vándalos”, con todo, distintos medios
pueden usarlas para contar el mismo hecho. En casi todos los casos, los grandes
consorcios de medios apuestan por la conservación del statu quo, lo cual
implica que sean aliados de las clases dominantes, que perpetúen el discurso
hegemónico, que releguen a las minorías, etc. Leer no es únicamente repasar
palabras o imágenes para aprehender uno de sus significados, sino distinguir
también eso que se encuentra entre líneas.
6. No formes parte de ningún ejército
En pleno siglo XXI, más de 500 años después de las
utopías optimistas del Renacimiento, el ser humano continúa viviendo en guerra.
La industria de las armas es una de las más rentables de nuestro tiempo y todos los días ocurre en el mundo un acto violento relacionado con su
mercancía de muerte. Millones de personas enlistadas, muriendo y matándose con
el único propósito último que ni siquiera le concierne a ellas, sino a las
personas en el poder: preservar el statu quo. Este punto, sin embargo,
también tiene un sentido metafórico. ¿No somos también un ejército de
consumidores que se encaminan voluntariamente a la compra desenfrenada de
cuanto artilugio se encuentra en el mercado? ¿No hay otro tipo de ejércitos no
necesariamente provistos de armas de fuego que también guerrean por el sistema
y defienden sus causas?
7. Es tu salud, cuídala tú (no la industria
farmacéutica)
Estamos vivos: enfermarnos es inevitable. Con todo,
ello no implica que abdiquemos de la responsabilidad de nuestra propia salud
para cedérsela a la poderosa industria de los fármacos, que ha convertido el
decaimiento natural de nuestro cuerpo en su propio negocio. Cuida tu
alimentación, realiza cotidianamente alguna actividad física, cultiva tus relaciones personales, cuando sea posible opta por alternativas tradicionales y naturales de
sanación (que, por otro lado, en muchos casos son antiquísimas: el ser humano
no siempre se “curó” con medicinas), no creas todo lo que te dice la industria
farmacéutica. En una palabra: hazte cargo de tu cuerpo (y tu espíritu).
8. Evita los alimentos industrializados
La guía más sencilla a este respecto la dio
recientemente el nutriólogo Michael Pollan en una sola línea: “Si viene de una planta, cómelo; si fue hecho en una
planta, evítalo”. La industrialización
de los alimentos conlleva el añadido de peligrosos componentes que les permiten
durar más (conservadores), tener un aspecto más atractivo (colorantes
artificiales) o un gusto distintivo (saborizantes) e incluso resultar de una
producción más rentable (organismos genéticamente modificados). Sin embargo, la
consecuencia no dicha de este proceder es que esos aditivos empleados pueden
resultar tóxicos en el largo plazo para el ser humano, provocar enfermedades
terribles como el cáncer, volvernos adictos a una sustancia (el azúcar o el
glutamato monosódico, por ejemplo), etc. En suma, trastornar nuestro cuerpo.
Antes recomendamos cuidar tu alimentación, pero quizá sería mejor precisar eso
en “atiende tu alimentación”: pon atención en qué estás llevando al interior de
tu cuerpo, con qué lo estás haciendo vivir. ¿Regarías una planta diaria
y exclusivamente con una bebida gaseosa altamente azucarada? ¿Se la darías de
beber a tu perro? ¿Por qué lo haces contigo?
9. Deja de consumir
Este es quizá el punto menos sencillo de todos.
Estamos inmersos en un sistema que en 1 siglo ha convertido el consumo en una
de las etapas fundamentales de su dinámica de funcionamiento. El consumo ha
adquirido tal importancia que prácticamente se encuentra en todas las acciones
posibles de nuestro actuar: consumimos información, alimentos, mercancías,
estímulos e incluso las relaciones personales, las emociones y los sentimientos
son susceptibles de convertirse en objetos de consumo. Como los estoicos,
podríamos probar a vivir con lo menos posible (materialmente hablando), sin embargo,
esto no es suficiente. El consumo es también una suerte de mindset, un
fragmento del aparato ideológico con el cual aprehendemos, habitamos y
experimentamos el mundo. Una forma de ser y estar. La alternativa quizá sea
entender eso de otro modo. Darnos cuenta, por ejemplo, de que no todo lo que se
rompe tiene forzosamente que desecharse y reemplazarse de inmediato. Que no
porque algo se produzca tiene necesariamente que consumirse. Que el bienestar auténtico descansa en un puñado de bienes (algunos materiales, inevitablemente,
otros muchos no).
“Ayer me mataron. Me negué a que me tocaran…”:
la estremecedora carta sobre el asesinato de dos turistas argentinas en Ecuador
LA REVOLUCIÓN FEMENINA
No somos conscientes de ello: pero en
estos momentos estamos viviendo una auténtica tragedia.
La gran tragedia ignorada y silenciada de
nuestros tiempos.
Porque a pesar de que sucede ante
nuestras mismísimas narices, nuestra estrechez de miras y nuestra patética
falta de visión en perspectiva nos ocultan su tremenda magnitud y las
calamitosas consecuencias que acarreará de cara al presente y al futuro.
Podemos decir sin dudarlo, que estamos perdiendo la última gran oportunidad para transformar a la humanidad y crear un futuro mejor.
Y cuando nos demos cuenta de la
oportunidad perdida ya será demasiado tarde…lo peor es que nadie toma
conciencia de que está sucediendo y de lo que realmente significa para todos
nosotros.
¿A qué nos referimos? ¿Cuál es esa
oportunidad?
Para comprenderlo mejor, antes debemos
responder una pregunta:
¿Quién tiene la fuerza para transformar
las sociedades?
¿QUIÉN TRANSFORMA LAS SOCIEDADES?
Se ha hecho evidente a lo largo de la
historia que solo los colectivos oprimidos y maltratados llevan a cabo
revoluciones, pues son los únicos que aúnan la necesidad y la fuerza moral
capaces de generar grandes transformaciones en las estructuras de organización
social, económica o política.
Sea cual sea su origen o condición, recae
sobre ellos la responsabilidad de cambiar las cosas.
La esperanza de crear un mundo mejor y más justo.
La esperanza de crear un mundo mejor y más justo.
Evidentemente, quien alberga la posición dominante en una situación de
injusticia o desequilibrio social, no tiene ningún interés en cambiar la
situación que le beneficia.
No veremos a grandes banqueros y
empresarios clamando por los derechos del trabajador, como no vimos ni a la
realeza ni a la nobleza luchando en su momento por los derechos del campesinado
y las clases pobres.
Eso es evidente.
Si pudiéramos cuantificarlo de alguna
manera, podríamos afirmar que la capacidad transformadora de un colectivo
oprimido tiene relación directa con el poder que potencialmente alberga y que
le es denegado.
Así, esclavos, campesinos o proletarios,
todos ellos motores de las mayores revoluciones de los últimos tiempos,
detentaban la fuerza de trabajo de la sociedad.
Su poder potencial era pues, inmenso, y
por lo tanto, también lo eran su capacidad de transformación social y económica
y las esperanzas de justicia depositadas sobre ellos.
De la liberación de ese inmenso poder
potencial reprimido han surgido las grandes transformaciones sociales,
económicas, ideológicas y políticas de estos últimos siglos de nuestra
historia.
Y tales avances nos han parecido enormes.
EL MAYOR COLECTIVO OPRIMIDO DE LA
HISTORIA
Pero a lo largo de la historia ha
existido un colectivo oprimido con un poder potencial mucho mayor al de
cualquier otro, tan inmenso que trasciende las fronteras de lo social, lo
económico y lo político, pues alberga, nada más y nada menos que la llave de la
pervivencia de la especie humana: el género femenino.
Jamás en la historia de la humanidad ha
existido un colectivo con tal potencial de transformación de nuestra realidad.
Su poder es tan inmenso que realmente cuesta tomar plena conciencia de él.
Para empezar, las mujeres representan el
colectivo más numeroso y más largamente oprimido de toda la historia humana.
La suya no solo ha sido una subyugación
social, económica y política, sino además mental, sexual y moral, negando su
pleno y libre desarrollo hasta límites inconcebibles.
La represión a la mujer no ha conocido fronteras políticas, físicas ni ideológicas.
La represión a la mujer no ha conocido fronteras políticas, físicas ni ideológicas.
Ni tan solo temporales, culturales ni
religiosas.
Se trata de una opresión generación tras
generación y siglo tras siglo a lo alto y ancho del globo, hasta perderse en
los albores de la civilización.
En consecuencia, su poder de
transformación del mundo también trasciende todas las fronteras imaginables,
pues alberga la capacidad de transformar al ser humano hasta sus cimientos.
Mucho más allá de las estructuras
circunstanciales y pasajeras representadas por las diferentes coyunturas
socio-económicas con las que se relacionan todas las anteriores revoluciones.
Y es que un campesino o un proletario
representaban la fuerza que mantenía en funcionamiento toda la estructura
económica y productiva.
Pero el género femenino representa,
directamente, la existencia y perdurabilidad de la especie humana en sí misma.
¿Existe pues, mayor poder en el mundo?
Tal era el inconcebible poder de una
posible Revolución Femenina.
Y tales eran las esperanzas de profunda
transformación a escala humana que podíamos depositar sobre tal revolución.
LA REVOLUCIÓN ABORTADA
Sin embargo, la Revolución Femenina ha
representado el mayor fracaso de la historia humana.
La gran oportunidad perdida, tal vez para
siempre.
El gran cataclismo olvidado e ignorado de
nuestra época.
Una desgracia de cuya magnitud, quizás
jamás seamos conscientes.
Porque se trata, sin lugar a dudas, de
una revolución que está siendo abortada mucho antes de llegar a producirse.
Abortada bajo la bandera de la presunta
“igualdad de género”, una auténtica aberración conceptual creada por la
maquinaria del Sistema con el fin de canalizar esa fuerza imparable que, de
llegar a desatarse, podría llevar al propio Sistema a su completa destrucción.
Porqué en realidad, ¿Qué representa la
igualdad de género?
¿Qué representa la igualitaria
incorporación de la mujer a las estructuras sociales, económicas y políticas?
¿Realmente está cambiando la esencia del
mundo en el que vivimos?
Para responder a ello, solo debemos
observar a nuestro alrededor.
Observemos, por poner un ejemplo, a las
mujeres que se incorporan al mundo de la política.
¿Son menos ambiciosas que un hombre?
¿Menos corruptas?
¿Menos injustas?
¿Con ellas alcanzamos mayor igualdad y justicia sociales que con un hombre?
¿Con ellas desaparecen las castas políticas de carácter mafioso?
¿Las mujeres mienten y manipulan menos?
¿Son menos incompetentes?
¿Aportan nuevas concepciones ideológicas y morales a la política?
¿Menos injustas?
¿Con ellas alcanzamos mayor igualdad y justicia sociales que con un hombre?
¿Con ellas desaparecen las castas políticas de carácter mafioso?
¿Las mujeres mienten y manipulan menos?
¿Son menos incompetentes?
¿Aportan nuevas concepciones ideológicas y morales a la política?
¿Estamos presenciando alguna
transformación profunda a escala mundial a medida que la mujer se incorpora a
los puestos de responsabilidad?
La respuesta a todas estas preguntas es
tan triste como evidente.
LA TRAMPA DE LA IGUALDAD
¿Cuál ha sido la gran reclamación de las
mujeres al defender sus derechos?
Igualdad.
Es decir, libre acceso a las posiciones y
roles que los hombres ocupan en el Sistema.
Ser partícipe del corrupto y desastroso
sistema que, en mayor medida, ha creado el propio género masculino.
Un mundo salvaje, violento, injusto,
impío, que como una fría y metódica máquina lo destruye todo a su paso en alas
de absurdas ideologías políticas, creencias religiosas o ganancias económicas.
Lejos de intentar transformar ese mundo
infecto hasta sus raíces, de destruir las estructuras psíquicas que tanto daño
causan desde tiempos inmemoriales al propio género femenino, la gran pretensión
de la mujer ha sido convertirse en un engranaje más de ese gran mecanismo, como
lo es un hombre.
Solo eso.
Ser una pieza más de la máquina,
simplemente.
Eso es lo que representa en realidad la
mal llamada “igualdad de género”.
Y llegados aquí, deberíamos preguntarnos
¿por qué el género femenino se ha conformado con tan poco?
¿Porque no ha centrado sus esfuerzos en
derribar las injustas estructuras del Sistema, creando nuevos conceptos,
radicalmente diferentes, mucho más desarrollados y profundos?
En definitiva, ¿Por qué la mujer no ha
luchado por crear y liderar un mundo radicalmente nuevo y mejor?
Crear y liderar un Mundo Nuevo.
Eso representaría una nueva esperanza
para la especie humana, tan ciega y perdida en estos momentos.
Sin duda habrá quien argumente que para
cambiar el mundo, antes la mujer debe incorporarse a los puestos de
responsabilidad.
Pero eso es una completa falacia.
Porque precisamente ahí radica la trampa.
Como hemos visto, la fuerza
transformadora solo surge de los colectivos oprimidos en lucha por cambiar las
cosas y que sueñan con nuevas realidades, aunque sean utópicas.
Que las necesitan para construirse un
futuro.
Sin embargo, la promesa de la igualdad no
alberga el sueño de nuevas realidades.
De hecho sirve para matar ese sueño de
transformación realmente profunda y refuerza las realidades existentes como
únicas opciones posibles.
Y la igualdad de género, una vez
conseguida, elimina definitivamente la necesidad de esa transformación, pues
presuntamente, acaba con la opresión que generaba esa necesidad.
Esa ha sido la gran trampa del Sistema
para abortar la gran Revolución Femenina que podría haber transformado la
humanidad para siempre.
Y con ella perdemos, probablemente, la
última oportunidad de conseguirlo.
Porque todos sabemos que una mujer piensa
y siente diferente a un hombre.
Que experimenta cosas que un hombre jamás
podrá llegar a comprender.
Existe entre ambos géneros una
enriquecedora y profunda diferencia, tanto a escala biológica como psicológica.
Un patrimonio natural de valor
incalculable.
Sin embargo, parece que el género
femenino ha renunciado a esa valiosa diferencia, a su particular forma de
sentir y concebir el mundo y ha preferido convertirse también en hombre,
integrándose a la maquinaria del Sistema.
Parece que la gran lucha
del género femenino, su gran objetivo, se limita a alcanzar los mismos puestos
de poder que un hombre y tener la libre posibilidad de llevar pantalones,
fumar, beber, drogarse y practicar sexo exactamente igual que en el caso del
género masculino.
Un gran logro a escala cósmica, sin lugar
a dudas.
Elevación espiritual e intelectual en su
estado más puro.
Un auténtico hito que debe ser objeto de
la más profunda admiración por los siglos de los siglos.
Porque ciertamente, ¿dónde están las
mujeres que cambian el mundo?
¿Quienes son?
¿Lady Gaga, Madonna, Miley Cyrus o la
actriz de moda?
¿Las mandatarias corruptas?
¿Quizás las periodistas y tertulianas que
obedecen a sus amos, exactamente igual que cualquier periodista masculino?
¿O quizás los millones y millones de mujeres esclavas del consumismo, de la moda y de la televisión exactamente como lo son los hombres?
¿O quizás los millones y millones de mujeres esclavas del consumismo, de la moda y de la televisión exactamente como lo son los hombres?
Y es que la mujer ha sido incapaz de escapar
del programa del sistema y crear y liderar una nueva realidad a escala humana.
Un claro ejemplo de ello lo encontramos
en la religión.
Es difícil encontrar una institución
tradicionalmente más machista que la Iglesia Católica.
Su historial de desprecio hacia la mujer
raya cotas enfermizas, llegando a considerarla en su momento un ser impuro y
pecador.
Aun hoy en día, la mujer es tratada casi
como un ser inferior espiritualmente, pues no tiene acceso a ninguna posición
con auténtico poder en la estructura eclesiástica.
¿Más cual es la reacción mayoritaria del
género femenino ante una institución tan retorcida y deformada en sus
preceptos?
¿Acaso es derribar esa estructura
opresora y definir un nuevo concepto de espiritualidad que supere todas las
barreras impuestas por las diferentes religiones?
No.
Parece que el gran objetivo de la mujer
consiste en reclamar el derecho al sacerdocio, el derecho a incorporarse a esa
misma estructura rancia y anticuada que la ha reprimido durante dos milenios y
a la cual ha servido tan sumisamente.
Incapaz de crear algo nuevo.
Incapaz de renunciar a la programación
psíquica del Sistema.
Un ejemplo claro y diáfano de cómo el
Sistema habita en lo más profundo de nuestra mente humana, como un programa
auto-limitante que impide todo cambio sustancial y profundo.
Es doloroso aceptarlo, pero, ¿Realmente
significa algún avance para el mundo que una mujer llegue a gobernar?
¿Si?
¿Por qué?
Si su gobierno implica las mismas
injusticias, corrupciones y abusos que el de un hombre, entonces, ¿Qué ha
ganado el ser humano?
Nada.
Al contrario, todos hemos perdido.
Porque hemos perdido la oportunidad de cambiarlo
todo.
La oportunidad transformadora que solo
brindan los colectivos oprimidos.
Y el género femenino era el mayor
colectivo oprimido de la historia de la humanidad.
Nuestra última y gran esperanza.
Todos deberíamos sentir auténtica pena
por ello.
Y una profunda vergüenza.
Y si aún queda un mínimo aliento de
fuerza transformadora en el género femenino, si aún existen mujeres soñadoras
ajenas a la trampa de la presunta igualdad de género, aquí va nuestro
llamamiento, casi nuestra súplica:
¡Reaccionad!
¡Rebelaos!
¡Cambiad el mundo de verdad!
¡Hasta sus más hondos cimientos!
Arrancad las telarañas que el sistema
teje en nuestras mentes y soñad una nueva realidad, una nueva humanidad.
No os conforméis simplemente con ser
iguales a los hombres y ocupar sus posiciones.
Sed mejores, liderad el cambio que la
humanidad necesita.
Porque sois la última esperanza…
Y hacerlo es vuestra obligación.
8 DE MARZO (1908), FÁBRICA "SIRTWOOT COTTON", NUEVA YORK.
A partir del 1900, las mujeres venían arrastrando unas condiciones de trabajo pésimas, las jornadas laborales eran agotadoras, hasta 14 horas diarias, si aquello le sumaban el embarazo, la lactancia, las tareas del hogar extenuantes, y los sueldos irrisorios en jornadas más extensas que los hombres, así como castigos económicos y multas por ir al cuarto de baño "más de lo que creían debido".
Contrastaba esto con el agravio comparativo que a los hombres se les permitían pequeños descansos para fumar en horarios más pequeños. Es decir, la mujer era contratada como mano de obra barata y doblemente explotada
.
Un 5 de Marzo 1908, varias compañías neoyorquinas textiles, unas 40.000 mujeres, comenzaron una huelga solicitando:
- Igualdad en el salario
- Jornadas laborales de 10 horas
- Rechazo a la explotación laboral infantil.
- Legalizar a las obreras la sindicalización como al hombre.
El 8 de marzo 1908 obreras de la empresa Sirtwoot Cotton, de Nueva York, decidieron de forma pacífica encerrarse en la fábrica.
Tanto los empresarios como el gobierno vieron un gran peligro en estas reivindicaciones. El propietario de Sirtwoot Cotton cerró la fábrica con candados y prendíó fuego. A la hora del incendio no se disponía más que de 29 cubos de agua. La fábrica tenía unas débiles escaleras de incendio que en cuanto quisieron utilizarlas, se desplomaron.
Las jóvenes obreras se lanzaban al vacío. Las mujeres saltaban de tres en tres desde los 9 pisos de la fábrica. Los que intentaron ayudar, sujetaron mantas desde abajo, pero con el peso de sus cuerpos se iban rajando y terminaban sus cuerpos en el suelo. Las mangueras de los bomberos apenas podían llegar al 7º piso y la fuerza del agua era débil para sofocar el fuego.
Las pocas puertas que no estaban bloqueadas abrían hacia adentro, con lo que no podían abrirse debido al humo y al afán de querer salir, se agolpaban una tras otra delante de las puertas, mientras el fuego ardía en sus ropas y pelo.
Encontraron a 25 mujeres agolpadas en un vestuario.
Murieron calcinadas 129 mujeres. Las edades estaban comprendidas entre 19 y 24 años.
Contrastaba esto con el agravio comparativo que a los hombres se les permitían pequeños descansos para fumar en horarios más pequeños. Es decir, la mujer era contratada como mano de obra barata y doblemente explotada
.
Un 5 de Marzo 1908, varias compañías neoyorquinas textiles, unas 40.000 mujeres, comenzaron una huelga solicitando:
- Igualdad en el salario
- Jornadas laborales de 10 horas
- Rechazo a la explotación laboral infantil.
- Legalizar a las obreras la sindicalización como al hombre.
El 8 de marzo 1908 obreras de la empresa Sirtwoot Cotton, de Nueva York, decidieron de forma pacífica encerrarse en la fábrica.
Tanto los empresarios como el gobierno vieron un gran peligro en estas reivindicaciones. El propietario de Sirtwoot Cotton cerró la fábrica con candados y prendíó fuego. A la hora del incendio no se disponía más que de 29 cubos de agua. La fábrica tenía unas débiles escaleras de incendio que en cuanto quisieron utilizarlas, se desplomaron.
Las jóvenes obreras se lanzaban al vacío. Las mujeres saltaban de tres en tres desde los 9 pisos de la fábrica. Los que intentaron ayudar, sujetaron mantas desde abajo, pero con el peso de sus cuerpos se iban rajando y terminaban sus cuerpos en el suelo. Las mangueras de los bomberos apenas podían llegar al 7º piso y la fuerza del agua era débil para sofocar el fuego.
Las pocas puertas que no estaban bloqueadas abrían hacia adentro, con lo que no podían abrirse debido al humo y al afán de querer salir, se agolpaban una tras otra delante de las puertas, mientras el fuego ardía en sus ropas y pelo.
Encontraron a 25 mujeres agolpadas en un vestuario.
Murieron calcinadas 129 mujeres. Las edades estaban comprendidas entre 19 y 24 años.
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[IGUALDAD REAL] A LAS MUJERES TAMBIÉN
NOS GUSTA FOLLAR Y NO QUEREMOS SER ESTIGMATIZADAS POR ELLO
Si no lo
has vivido en primera persona, muy probablemente lo hayas presenciado o incluso
has sido tú mismo/a quien haya hecho un juicio moral similar al de la imagen.
Pero, ¿por
qué la sociedad suele elogiar, admirar o incluso envidiar al hombre que
disfruta de su sexualidad en libertad y condena a la mujer que hace exactamente
lo mismo? ¿Por qué la sociedad sigue distinguiendo entre ‘machotes’ Y ‘zorras’?
Hoy en
día, la sociedad sigue estigmatizando y descalificando a aquellas mujeres que
disfrutan libremente del sexo. El hombre que vive de esta forma su vida sexual
es calificado de forma positiva y la mujer, por el contrario, es insultada y
condenada. Cuando se estigmatiza a las mujeres con calificativos como ‘zorra’
por vivir su sexualidad como mejor considere o desee, se está juzgando su
libertad sexual, relacionándola con algo negativo, inmoral y/o condenable.
De nuevo,
otro elemento cultural y simbólico que perpetúa la desigualdad entre hombres y
mujeres. Así, se suele asignar a la mujer un papel pasivo, donde su
actividad sexual debiera ser ‘reducida’ o ‘limitada’, negando así el deseo
sexual femenino. Sin embargo, está socialmente aceptado y naturalizado que el
hombre tenga deseo sexual y quiera satisfacerlo. En el caso de la mujer,
aquella que muestra su deseo sexual o que lo satisface es habitualmente
descalificada, pues una mujer que toma la iniciativa y que libremente decide
sobre sus relaciones sexuales, disfrutándolas desde su independencia es
condenada, nunca elogiada o admirada –como en el caso masculino.
Los
juicios morales sobre la vida sexual de las mujeres son un estigma social que,
en muchos casos, actúa como una forma de presión que hace que éstas
repriman su deseo sexual para proteger su ‘reputación’ o su identidad
social frente a las demás personas.
-El
cuerpo y la sexualidad de la mujer solo pertenecen a sí misma y, por tanto,
solo ella puede juzgar qué está bien y qué está mal, qué desea y qué no desea
hacer con él.
-Tanto hombres como mujeres tienen derecho a disfrutar de su sexualidad,
desde la libertad, el respeto y el consentimiento de las partes implicadas, sin
sufrir discriminación, insultos y/o estigmatización por ello.
¡QUEREMOS
VIVIR NUESTRA SEXUALIDAD EN LIBERTAD SIN SER ESTIGMATIZADAS POR ELLO!
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